Un verso breve y bello escribió ayer con su vuelo una mariposa en mi jardín.
Hubiese deseado yo guardar ese verso para siempre, pero ¿Quién puede guardar el vuelo de una mariposa? Es como tratar de guardar el recuerdo de algo que quisimos que sucediera y nunca sucedió.
La mariposa era blanca, igual que una vida no vivida. A mí me gustan más las mariposas de colores, como aquella tornasolada que vi una vez en sueños, o como aquella otra del color del cielo, amada mariposa que en su sueño me vio a mí.
Quizá las mariposas son flores que volaron, y las flores son mariposas que se quedaron quietas. Tomo en mis manos una flor y temo que suba a las alturas y me deje acá abajo, apesarado y solo. Me sucedió una vez, y temo que vuelva a sucederme. Por eso dejo solas a las flores y a las mariposas. Debo estar solo con mi soledad.