Don Antonio de la Peña y Peña tuvo siete esposas, y tres hijos con cada una de ellas.
Casaba, enviudaba y se volvía a casar. Decía: "No sé si se me mueren porque las aburro o porque me aburren ellas a mí".
Sus hijos le pedían que les dijera quién era su mamá, y los nombres se le revolvían. Así, los pobres no sabían si su madre era doña Lupe, doña María, doña Clara, doña Francisca, doña Manuela, doña Rosario o doña Luz.
¿Cuántos nietos y nietas tuvo don Antonio de la Peña y Peña, y cuántos bisnietos y bisnietas? Ni él mismo lo sabía. Menos aún recordaba cómo se llamaban. Para no equivocarse, a los niños les decía "Chito", y a las niñas "Chita". Eso quería decir "muchachito" y "muchachita".
Cuando murió el señor, los dolientes que llenaron la capilla del Potrero se parecían todos entre sí, pero ignoraban si eran hermanos, primos, sobrinos, tíos, abuelos, bisabuelos, nietos o bisnietos. Aun así lloraron juntos a "papá Toño". Le preguntaron al cura con cuál de sus siete esposas se iba a ir en el Cielo don Antonio. Tosió, confuso, el padre y respondió: "Hay muchas moradas en la casa del Señor". Eso se interpretó como que papá Toño se iba a ir con todas. Feliz él.