San Eneldo es un santo del cual muy pocas veces se oye hablar.
Tenía 8 años de edad cuando renunció al mundo, al demonio y a la carne. Encomiable renuncia fue ésa, sobre todo si se toma en cuenta que no conocía ninguna de las tres cosas.
Ya joven se retiró a vivir en una cueva del desierto. Se alimentaba de hierbas y raíces; bebía agua de lluvia en el hueco de las peñas; se mortificaba ciñendo un cinturón de espinas y dándose cabezadas en el tronco de los árboles. Su vida era de penitencias por pecados que nunca había cometido.
Una noche lo visitó una mujer de bello rostro y cuerpo venusino. Se desnudó ante él y lo hizo pecar maravillosamente. Eneldo le preguntó:
-¿Eres el demonio?
Respondió la mujer:
-No. Demonio fue el que te inspiró la idea de vivir como has vivido. Tu soledad, tus penitencias y mortificaciones son el mayor pecado. De él tendrás que dar cuenta al que creó el amor que perpetúa la vida, y la vida que perpetúa el amor.
San Eneldo está olvidado. Si hoy escribí de él fue porque no tenía nada más de qué escribir.
¡Hasta mañana!...