Cuando mi amigo bebe un par de copas lo asaltan los recuerdos, y luego él me asalta con ellos a mí.
Anoche me habló del tiempo de su juventud. Cuando había una misa especial, me contó, de bodas o difuntos, muchos señores no entraban al templo: se quedaban en el atrio todo el tiempo que duraba el oficio. Y es que eran masones, o funcionarios del Gobierno en aquella época en que la Iglesia y el Estado tenían enemistad.
-Así las cosas -continuó mi amigo-, los caballeros católicos que sí entraban a la iglesia podían dirigir miradas poco católicas a las esposas de los señores que se quedaban fuera.
Le pregunté:
-¿Tú dónde habrías estado? ¿Afuera o adentro?
Me contestó:
-Donde ahora estoy: un pie adentro, el otro afuera.
¡Hasta mañana!...