El rey Cleto está escribiendo sus memorias.
Sus olvidos, mejor dicho, pues no habla de sus enormes yerros, del grave daño que causó con sus estupideces, nacidas de la soberbia y la arrogancia.
Toda una biblioteca podrá escribir el soberano para intentar salvarse del juicio de la Historia. Esta ceñuda maestra no perdona, y rendirá su veredicto por encima de la adulación y las zalemas de quienes a la sombra del monarca se hicieron de tierras, casas, dineros y poder.
Si el rey Cleto tuviera un adarme de conciencia seguramente no podría dormir por los remordimientos que le causarían sus malas acciones y sus peores omisiones. Pero a más de ignorante es inconsciente. El poder lo cegó, y esa ceguera le impide ver la destrucción con que asoló a su pueblo.
Que el rey Cleto no escriba ya otro libro.
Mejor será que lea alguno.
¡Hasta mañana!...