Todavía es otoño, pero en Ábrego se anuncia ya el invierno.
La cena en la cocina de la antigua casa ha sido sabrosa y abundante. Al final dijo don Abundio:
-Gracias a Dios que nos dio de comer a llenar.
Doña Rosa, su mujer, lo reprende:
-No digas eso de "a llenar", Abundio.
Responde el sabio viejo:
-¿Por qué no? Cuando yo era niño se vino una sequía de años, y no hubo maíz, ni trigo, ni frijol. Comíamos lo poco que había, y siempre nos quedábamos con hambre. Por eso hoy agradezco que comamos a llenar.
Se hace el silencio en la cocina. Se escucha sólo el borbotear de la olla en la que hierve el agua para hacer el té de menta o yerbanís, final perfecto para la cena donde hubo carne asada, pollo, y postre de requesón con miel.
Yo no conozco el hambre, pero temo ser objeto de la reprensión de doña Rosa. Digo por tanto en silencio cauteloso:
-Gracias a Dios que nos dio de comer a llenar.
¡Hasta mañana!...