Nadine Sierra conquista Torreón con una noche de ópera y emociones en el Teatro Isauro Martínez
Salió tomada de la mano del pianista Ángel Rodríguez. El reloj pasaba de las 20:00 horas en el Teatro Isauro Martíinez (TIM) cuando se anunció la tercera llamada. Nadine Sierra paseó entre aplausos por el escenario, reflejó las luces con la plata de su vestido, se detuvo frente al piano, emitió un suspiro, luego una sonrisa, para finalmente dejar que su voz hablara el idioma de los dioses.
La soprano estadounidense visitó Torreón en el marco del Festival del Mitote Lagunero, organizado por el Ayuntamiento de esta ciudad. Lo hizo durante un recital donde se acompañó del reconocido pianista Ángel Rodríguez.

Surcó las notas, desafío al silencio, viajó por el tiempo a través de las partituras decimonónicas y del siglo XX de grandes compositores: Verdi, Gounod, Mozart, Puccini, Ponce, entre otros.
De voz profunda, potente y vibrante, Nadine Sierra posee un color vocal reconocido internacionalmente. La revista musical Platea Magazine la ranqueó como la mejor soprano del mundo.
Mientras que el tenor mexicano Rolando Villazón la llamó “la diva de nuestro tiempo”, justo después de estrenar el montaje de La sonámbula en Nueva York.
Entonces cantó. El aria Ah! Je veux vivre, de la ópera Roméo et Juliette (1867), cimbró el teatro ante un público expectante y deseoso de aplaudir. Le continuaron Chi il bel sogno di Doretta, de La rondine (1917) y Quel guardo il cavaliere… So anch’io la virtù magica, de Don Pasquale (1843). Luego, un solo de piano a cargo del maestro Ángel Rodríguez: La habanera, de Carmen (1875), convertida en una voz de teclas negras y blancas.

En ocasiones acariciando la corporalidad del piano, otras bailando, otras enviando besos al público, Nadine Sierra cerró el primer bloque con Giunse alfin il momento… Deh vieni non tardar, de Le nozze di Figaro (1786), y È strano… Ah, fors’é lui...Sempre libera, de La traviata (1853). Los aplausos laguneros antecedieron al intermedio.
Entrevistada previó a su presentación en Torreón, Nadine Sierra compartió que lo dejaría todo en el escenario, pues disfrutar el momento al máximo le parece la mejor manera de vivir la vida. Por eso, cuando volvió a salir, ahora envuelta en un vestido rojo, cantó Me llaman la primorosa, de El barbero de Sevilla (1816). Para luego dar paso a la canción popular: Melodía sentimental, de Heitor Villa Lobos, y I Could Have Danced All Night (My Fair Lady), de Frederick Loewe.

Ángel Rodríguez volvió a mostrar su talento instrumental con Alfonsina y el mar, la canción inspirada en la muerte de la poeta Alfonsina Storni. Para que después Nadine cerrara la segunda parte con Estrellita, de Manuel M. Ponce, y Engehno Novo!, de Ernani Braga. Posteriormente, la soprano y el pianista fueron ovacionados y reconocidos con ramos de flores.
Ante la aclamación del respetable, se emitieron cuatro encores. Nadine Sierra tomó la palabra, dijo querer hablar en español. Lo hizo.
Celebró la noche y tras los agradecimientos cantó Bésame mucho, de Consuelo Velázquez. Después vino otra sorpresa: la soprano invitó al escenario al tenor lagunero Mario Rojas. Ambos le hablaron a la partitura de Verdi para interpretar el aria Libiamo ne’ lieti calici, de La traviata. Ambos brindaron brindaron con canto y bailaron sobre el escenario, mientras el público les hacía ritmo con las palmas.

Luego anunció Cielito lindo y pidió al público que cantara con ella. La respuesta fue favorable y casi 700 voces la siguieron. Al final, un seguidor le regaló otro ramo de flores y pidió O mio babbino caro, de Gianni Schicchi (1918). Con esa aria, Nadine Sierra se despidió, convertida en Euterpe, la musa de la música, no sin antes agradecer a Torreón por su recibimiento.