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¡Necesito un psiquiatra! un grito ignorado en La Laguna

La región cuenta con un sistema de salud frágil, marcado por un déficit de especialistas, largas listas de espera, insuficiente infraestructura y preparación de las instituciones públicas para atender crisis psiquiátricas graves.

¡Necesito un psiquiatra! un grito ignorado en La Laguna

¡Necesito un psiquiatra! un grito ignorado en La Laguna

DANIELA CERVANTES

Recientemente un hombre apareció en el techo de la farmacia del IMSS Hospital General de Zona No. 16 de Torreón, estaba desnudo y poseía un arma blanca. La imagen se propagó pronto a través de redes sociales. Las primeras versiones extraoficiales apuntaron a un intento de suicidio.

Un día después, el IMSS se pronunció sobre el hecho, explicó que la madrugada del viernes 5 de septiembre el hombre ingresó al área de urgencias de la institución médica acompañado por un familiar para ser atendido por lesiones aparentemente autoinfligidas. Fue trasladado a la Unidad Médica de Alta Especialidad (UMAE) No. 71 donde recibió estudios médicos complementarios; sin embargo, apuntó la institución, durante su estancia presentó un brote psicótico y ocasionó daños en el área de consulta.

Y aunque fue contenido por el personal de seguridad y trasladado nuevamente a la clínica 16, donde recibió valoración por parte del área de psiquiatría e inició un tratamiento especializado, el hombre presentó otro episodio de agresión: salió del área de aislamiento y causó daños en las áreas de urgencias y consulta de medicina familiar.

En ese momento las autoridades del hospital solicitaron la intervención de elementos de Seguridad Pública y de los Bomberos, debido a que el paciente había subido a la azotea de la farmacia. Después de intentar inmovilizarlo, lanzándole chorros de agua con una manguera a presión, el hombre cayó al concreto sufriendo lesiones que requirieron su hospitalización.

El episodio anterior, además de hacerse viral, dejó al descubierto una verdad: la insuficiencia de infraestructura y preparación de las instituciones de salud públicas de la región para atender crisis psiquiátricas graves. Con un déficit marcado de especialistas, largas listas de espera y un aumento sostenido de trastornos mentales, La Laguna enfrenta, desde hace años, una crisis silenciosa que, en esta ocasión, se reflejó en el techo de un hospital.

Este diario, a partir de entrevistas con especialistas, acercamiento con pacientes, revisión de cifras oficiales y recorridos por las instituciones públicas de salud, intenta en este reportaje trazar una radiografía de la atención psiquiátrica que ofrece La Laguna desde el ámbito público. El resultado revela un sistema frágil que, según lo recopilado en esta investigación, está todavía muy lejos de contener la crisis.

MÁS TRASTORNOS MENOS MÉDICOS

La Laguna enfrenta una grave escasez de psiquiatras y psicólogos en el sector salud público. En 2023 había sólo 12 psiquiatras para 1 millón 375 mil habitantes (0.4 por cada 100 mil), y 74 psicólogos (5.4 por cada 100 mil). Según datos del Observatorio de La Laguna, este déficit se agrava ante el alarmante aumento de suicidios en la región, duplicándose en la última década y alcanzando 123 casos en 2024.

A nivel estatal, el Consejo Cívico de las Instituciones Laguna reportó que en 2022, Coahuila contaba con apenas 40 psiquiatras en el sector público: 22 concentrados en Saltillo y únicamente cinco en Torreón. En Durango la situación no era distinta porque se registraron 29 especialistas, de los cuales apenas cuatro atendían en Gómez Palacio, los demás se ubicaron en la capital del estado.

Los números anteriores validan el grito urgente que este reportaje propone: “La Laguna necesita psiquiatras”. El llamado no es menor porque, por ejemplo, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) reportó que durante el 2024, en Coahuila, 284 personas se quitaron la vida, y Durango, en el mismo año, registró 166 decesos por ese motivo.

Asimismo, en promedio anual se atendieron a 950 laguneros por depresión en alguna unidad médica, no obstante, según el Informe de Salud Mental 2023 del Consejo Cívico de las Instituciones (CCI) Laguna, los casos aumentaron un 41 por ciento entre los años 2020 y 2023.

Por el contrario, aunque la demanda de atención resulta evidente, el Centro Integral de Salud Mental (Cisame) de Gómez Palacio y Torreón (que atienden a la parte de la población no derechohabiente), llevan cuatro años y tres meses, respectivamente, sin psiquiatra ni medicamentos.

Es así que, si las familias no tienen seguridad social, o no cuentan con el recurso económico para tratar la enfermedad mental desde lo privado, el panorama se oscurece y comienza el calvario.

CUANDO LA ENFERMEDAD GOLPEA UN HOGAR

La falta de psiquiatra en el Cisame Torreón no es sólo un asunto de cifras, detrás de estas existen personas con una historia de vida. Por ejemplo la de una hermana que desde hace 30 años está a cargo de su hermano diagnosticado con esquizofrenia crónica aguda.

Se llama Raquel Martínez López, tiene 67 años y desde hace más de tres décadas cuida a su hermano Magdaleno López, de 72 años, diagnosticado desde que tenía 24.

A los dos les afecta la ausencia de psiquiatra en el Cisame de Torreón. Ella también era atendida por problemas de ansiedad. Y es que, me dice, no es fácil cuidar a un enfermo mental, y menos sin recursos ni apoyo institucional.

“Mi hermano siempre ha sido mi responsabilidad. Yo llevo más de 30 años cuidándolo, y aunque hemos tenido momentos de buena atención, la mayor parte del tiempo nos hemos topado con puertas cerradas”, contó Raquel a este diario.

Me dice que todo iba relativamente bien cuando había psiquiatra en el Cisame de Torreón. Su hermano era visitado por el doctor cada mes en la Clínica Mental Vida, ubicada en la colonia Aviación, donde Raquel lo tiene internado a cambio de una cuota de mil pesos al mes. Esto lo decidió así porque, viviendo en la casa, Magdaleno se salía y Raquel no sabía de él en días, hasta que, o llegaba solo o la gente le avisaba por donde lo habían visto.

Por eso dice que no es fácil, y ahora menos que el Cisame no tiene psiquiatra. La última cita que tuvo fue en julio de este año, de hecho la mujer aún conserva dos papelitos arrugados que indican que, específicamente, asistieron el día 28. Después, recuerda, llamó y le dijeron “Raquel ya no tenemos nada. No hay psiquiatra, no hay nada, tampoco tenemos medicamento”.

Para esto, en la clínica privada le advirtieron que si no encontraba pronto un psiquiatra, le iban a entregar a su hermano, o le iban aumentar el precio.

“Y ¿Qué hacía?, si yo no tengo seguro social, ni mi hermano tampoco”.

El peregrinar la llevó hasta la Unidad de Consulta Externa de Torreón, donde canalizaron su caso con la psiquiatra Osiris Pazarán. Pero incluso, reitera, ahí las dificultades no cesan: “Tengo que sacarlo de la clínica para llevarlo a consulta cada mes. Es muy desgastante trasladarlo, más a mi edad. Cuando había médico en Cisame todo era más sencillo”.

Raquel, que alguna vez fue fisioterapeuta hasta que una lesión en el brazo la obligó a dejar el oficio, vive ahora con la pensión que brinda el gobierno federal. Con lágrimas en los ojos, reconoce que muchas veces ha sentido que no puede más: “Es muy cansado. Ver a mi hermano mal, arrastrarse por el piso, gritando y aparte se ponía muy agresivo. Ahorita está pasivo porque no le ha faltado su medicamento, y de eso me he encargado yo”.

Raquel y Magdaleno no son sólo una estadística, son personas trastocadas por una enfermedad mental, así como por la indiferencia institucional: “Siempre nos han dicho que va a haber clínicas para atender a personas como mi hermano, pero todo son promesas. El gobierno no quiere invertir, y mi inquietud es que haya médico psiquiatra en el Cisame. No quiero más que eso”.

LA VOZ DE UNA MADRE ACTIVISTA

“Yo tengo un hijo con esquizofrenia”, comparte San Juana Cisneros Reyes con serenidad. Esa experiencia personal la llevó, junto con otras familias, a fundar hace 25 años la Asociación Lagunera para la Salud Mental (ALSAME), una organización formada por padres, madres y hermanos que decidieron capacitarse para enfrentar de manera informada el desafío de vivir con un ser querido con un trastorno psiquiátrico.

“Ninguna enfermedad mental está siendo atendida correctamente. Sí hay psiquiatras en el IMSS y en el ISSSTE, pero para quienes no tienen seguridad social (así como Raquel y Magdaleno), no hay nada. Las consultas privadas son muy caras, y la medicina psiquiátrica también. La mayoría de la gente queda sin acceso”, compartió San Juana para este reportaje.

Tras la pandemia, ALSAME ha visto crecer no sólo la ansiedad y la depresión, sino también casos de consumo de cristal. “Es una droga barata, adictiva y devastadora para las neuronas. En menos de diez días puede provocar un brote psicótico”, advirtió.

Lo anterior lo confirmó Cecilia Martínez López, directora regional del Centro de Integración Juvenil de Torreón (que atiende a mil 500 pacientes por año), quién dijo que las afectaciones de salud mental se han disparado debido al confinamiento, además, confirmó que las personas que sufren adicción también suelen sufrir problemas de salud mental.

Esa combinación de adicción y psicosis ha detonado hechos violentos en la región: “Lo vemos a diario, gente en crisis, sin el medicamento adecuado, y lo único que crecen son los anexos sin regulación y sin psiquiatras. Ahí difícilmente alguien se recupera”, reiteró San Juana.

Sobre el caso del hombre que apareció desnudo en el techo de la farmacia del hospital: “Ese hombre estaba en crisis. Lo que necesitaba era medicamento en la dosis correcta, no amenazas ni manguerazos de agua. Ese episodio dejó en evidencia que no hay protocolo ni personal capacitado para atender una crisis psiquiátrica”.

San Juana, en ese sentido, describió un panorama de abandono: instituciones como Centro Vida o la casa de la Madre Lola sobreviven con lo mínimo, sin recursos ni personal suficiente. “Hacen mucho con lo poco que tienen. En algunos lugares, un par de personas atienden a 50 pacientes”.

Aunque esta asociación no sustituye al sistema de salud, al menos trata de complementar donde este falla. “Nosotros no somos psiquiatras. Somos familiares que nos capacitamos. Impartimos cursos para pacientes y familiares con manuales y metodologías avaladas. Cuando las familias comprenden qué hacer y qué no hacer, las crisis disminuyen y bajan los ingresos hospitalarios”.

Para San Juana, el camino es claro: protocolos bien definidos, cuerpos policíacos capacitados, áreas especiales de atención en detenciones, más psiquiatras, y sobre todo campañas públicas de información y prevención.

Con una mezcla de preocupación y esperanza, San Juana concluyó: “Mientras no se inyecten recursos a la salud mental, veremos más hechos violentos, más familias rotas y más instituciones rebasadas. Pero si formamos, educamos y sensibilizamos, podremos tener una sociedad menos estigmatizante y más humana con quienes viven con un trastorno mental”.

SOLA ANTE LA CRISIS

Lo que se presentó en la Clínica 16 no es un hecho aislado. Para la psiquiatra Osiris Pazarán, médica adscrita a la Unidad de Consulta Externa en Torreón, lo ocurrido revela con crudeza la desarticulación de un sistema que debería estar preparado para contener brotes psicóticos y emergencias graves.

“En hospitales especializados, como el Fray Bernardino en Ciudad de México, donde fui directora, estas situaciones son el pan de cada día y se atienden con protocolos basados en derechos humanos, no con chorros de agua ni con policías”.

Pazarán conoce de cerca las grietas del sistema. Fue parte del Cisame Torreón, un modelo de atención primaria en salud mental fundado en 2009 que funcionó durante una década con un esquema multidisciplinario: un psiquiatra, cinco psicólogos, trabajo de grupo y acompañamiento familiar.

“Era la manera correcta de atender: integral, cercana, con medicamentos gratuitos y seguimiento constante”, recordó. Sin embargo, hoy, donde antes había un equipo robusto, apenas queda un psicólogo y tres administrativos.

El vacío lo resiente a diario. La especialista, única psiquiatra activa en el sector público en Torreón, atiende entre cuatro y siete pacientes por jornada. Por ello las listas de espera alcanzan hasta los dos meses. Además, dijo: “todos los días recibo dos o tres solicitudes de valoración por intento suicida. Antes, con un equipo, podíamos atender a los pacientes en una semana; ahora tengo que posponerlos porque estoy sola. Así no se puede contener una crisis”.

El déficit de profesionales en el área no es exclusivo de La Laguna. En México existen poco más de cinco mil psiquiatras: tres por cada 100 mil habitantes, la mayoría concentrados en Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. En regiones como esta, los pacientes quedan a merced de los tiempos de espera largos o, en el peor de los casos, de anexos improvisados, lugares a donde muchas familias acuden desesperados por contener la salud mental de su familiar.

“Los anexos no están hechos para la atención psiquiátrica, sino para adicciones. Hay algunos regulados, pero también otros donde se violenta y se tortura a los usuarios. Es un vacío del sistema que termina llenándose con prácticas que atentan contra la dignidad de las personas”, advirtió Pazarán.

Para la especialista, insistir en construir hospitales psiquiátricos aislados es un error: la solución está en fortalecer la red de atención primaria. “Los hospitales generales deben estar preparados para recibir a un paciente en crisis, contenerlo y estabilizarlo en una semana. Después, los Cisame deberían continuar el tratamiento, educar a la familia y garantizar el acceso gratuito a los medicamentos. Ese es el modelo que recomienda la OMS y que ya habíamos implementado en Torreón”.

La psiquiatra insiste en una verdad incómoda: la salud mental no puede seguir tratándose como un asunto marginal. “Hoy soy la única psiquiatra pública en Torreón. Atiendo pacientes de municipios como San Pedro, Matamoros y Viesca. La demanda es enorme, la espera es dolorosa y no basta con que llegue un especialista al Cisame Torreón. Se necesita un equipo, una visión integral y, sobre todo, más respeto a los derechos humanos”.

VOCES EN LA SALA DE ESPERA

Arribo al Hospital General de Gómez Palacio, la institución publica que, a través de un sólo psiquiatra, contiene la salud mental de gran parte de la población.

“El doctor acaba de subir por unas recetas, si gusta esperarlo”, me anuncia una de las enfermeras.

En la sala de espera me llama la atención un hombre que deambula por el salón. Luce inquieto, camina de aquí para allá, se tira al piso y se rasca la cabeza. Una mujer lo procura, le dice que el doctor ya no va a tardar, que se quede quieto, pero el hombre es incapaz de mantener la calma.

Se llama Daniel, tiene 25 años, y no saben todavía cuál es su diagnóstico. Su madre, quien decidió no decir su nombre, me comparte que no ha podido juntar lo que cuesta la resonancia que necesita su hijo, lo que sabe, hasta el momento, es que se siente perseguido y que escucha voces.

“Luego se me pone enfermo de los nervios”, expresa la mujer con cierta preocupación en el rostro. El reloj marcará la una de tarde, y aunque llegaron desde las 9 de la mañana, no han podido ser atendidos.

La cita pasada la perdieron porque Daniel se salió de la casa. A veces, por su misma desesperación, se sale a caminar sin rumbo. Por eso su madre se angustia, y gasta lo que no tiene para localizarlo.

La mujer, al igual que Raquel, me dice que no es fácil navegar con una persona que no está bien, porque aunque no sepa de cierto que tiene su hijo, intuye que “eso” también lo empujó a consumir sustancias.

Por eso Daniel fue internado en un anexo. Hoy ya no consume, pero algo que acontece en su cerebro, lo tiene ahí, en la sala de espera del Hospital General de Gómez Palacio, aguarda, junto a su madre un diagnóstico certero que logre, al fin, sosegar las voces de su cabeza.

Otro caso es el de Jesús, lo encontré a través de la voz de su madre en la misma sala de espera: lleva como unos tres o cuatro años viniendo al hospital con él. Aunque la historia, dice, es más larga, desde los 14 años fue diagnosticado con esquizofrenia.

Ahora tiene 37, y al igual que Daniel, también inició con el consumo de sustancias. Hecho que lo tiene actualmente internado en un anexo. Su madre tomó la decisión de ingresarlo, porque, me dice, sola ya no puede: quedó viuda, sus otros hijos ya hicieron su vida, y la pensión que le dejó su esposo se le consume pagando los mil pesos por semana al anexo privado y comprando el medicamento que su hijo necesita.

Jesús sólo la tiene ella, pero ella ya no tiene a nadie. Su familia le dio la espalda y desde hace tiempo lo navega sola, cada cuatro meses lo saca del anexo para llevarlo al psiquiatra. A veces ahí le dan la medicina, pero mucha otras, las tiene que comprar ella de su bolsa.

La exigencia de cuidar a un enfermo mental es alta, “hasta el azúcar me dio ya”, me suelta la mujer que pese a todo no ha perdido la sonrisa.

Luego de esperar cuatro horas, el doctor pasa por la sala de espera, el primero en entrar al consultorio es Daniel, mientras Jesús, junto a su madre, sigue esperando su turno...

SIN CONSULTAS HASTA EL 2026 EN GÓMEZ PALACIO 

Enrique Díaz es el único psiquiatra adscrito a la Secretaría de Salud que atiende en el Hospital General de Gómez Palacio, donde se enfrenta a diario con un panorama que considera crítico: demasiados pacientes y muy pocos especialistas.

“Generalmente vemos trastornos afectivos como depresión y ansiedad, pero también casos graves: intentos de suicidio, cuadros psicóticos, consumo problemático de sustancias, además de pacientes de edad pediátrica y adolescentes con déficit de atención o autismo”, explicó en entrevista.

Su consulta no distingue fronteras municipales. A ese hospital llegan personas desde Matamoros, Torreón, Lerdo, Mapimí, Tlahualilo, Cuencamé, Nazas e incluso de Durango y de Chihuahua.

“En promedio atiendo cinco pacientes diarios, más los ingresos de urgencias. Entre siente y ocho pacientes al día. Además contamos con una máquina de terapia electroconvulsiva, que es de los mejores tratamiento y tenemos accesibilidad al quirófano”, detalló.

Sin embargo, reconoce que el déficit de especialistas es alarmante. “En la región debemos ser unos veinte psiquiatras o un poquito menos, contando sector público y privado. Muy pocos para una población que está en un desarrollo importante de industrialización, Además teniendo en cuenta que son enfermedades que se van presentando con más frecuencia”.

Díaz consideró que los recientes episodios mediáticos, como el del hombre que trepó al techo de un hospital en Torreón durante un brote psicótico, revelan la ausencia de protocolos claros y la falta de infraestructura para contener crisis psiquiátricas graves.

“Muchas veces a los pacientes se les trata como criminales. Los arrestan cuando en realidad deberían entrar por la puerta de urgencias porque lo que tienen es una enfermedad”, enfatizó.

El especialista subrayó que existe estigma social y desconocimiento incluso dentro del sector salud. “Aún hay quienes piensan en camisas de fuerza o en cuartos acolchonados. Pero hoy la psiquiatría busca ser inclusiva, no manicomial. Nuestro objetivo es reducir la agitación, contener el riesgo, pero siempre respetando la dignidad y los derechos humanos de los pacientes”.

El acceso, no obstante, sigue siendo el principal obstáculo. La lista de espera para una consulta psiquiátrica en el Hospital General de Gómez Palacio, por ejemplo, ahorita se extiende hasta el mes de enero de 2026. Los medicamentos, además, suelen escasear.

“Los psicofármacos son caros. Un tratamiento inyectable para esquizofrenia puede costar entre 3 mil y 7 mil pesos cada 15 o 21 días. Cuando no tenemos abasto, los pacientes quedan a la deriva”, lamentó. Por lo pronto, él hace lo que puede con los pocos recursos que tiene.

La salud mental en La Laguna transita entre promesas incumplidas, salas de espera interminables, madres solas, activistas, hermanas exhaustas y médicos rebasados. Los números confirman lo que las historias plasmadas en este reportaje gritan : el sistema público no alcanza. Cada paciente, cada familia, carga con un peregrinar que desgasta tanto como la enfermedad misma.

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Escrito en: salud mental Psiquiatría Hospital Nuevo de Gómez Palacio

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