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Noroña la 'víctima'

Leslie Idalia Jiménez Urzua

Lo que vimos en el cierre de la sesión permanente del Senado entre Alejandro Moreno (¿"Alito"? ¿en serio así le dicen a un señor de más de 50 años?) y Gerardo Fernández Noroña -quien ese mismo día intentaba que le cuadraran las cuentas para justificar el salto de una casa de interés social a otra de 12 millones, confirma algo: los hombres no deberían estar en cargos de esta envergadura. Son demasiado emocionales, arrebatados. Mejor que se queden en casa viendo la tele.

Más allá del sarcasmo, lo ocurrido debería indignarnos a todas las personas que hemos sido víctimas de delitos y de la pésima procuración de justicia. No me refiero a los golpes ni a la furia de hombres forjados en el patriarcado con poder, sino al uso selectivo y punitivo de las instituciones cuando se trata de sus privilegios.

En México, denunciar un delito puede tomar entre dos y seis horas. Hay que trasladarse a la fiscalía, esperar el turno, sortear la ausencia del médico legista (que muchas veces obliga a recorrer la ciudad), aguantar las salas de espera saturadas y las miradas de hastío del personal. Fernández Noroña y su colaborador Emiliano González no vivieron nada de esto. Y ojo: qué bueno. Así debería ser para todas las víctimas, no solo para quienes ostentan poder.

Lo que sí presenciamos fue el espectáculo de Noroña: la foto nauseabunda del collarín y el cabestrillo mal puesto. En una investigación que no involucrara a un político con privilegios, lo más probable es que la carpeta ni siquiera se hubiera abierto: las lesiones que tardan menos de quince días en sanar suelen considerarse "no punibles", y con ese argumento te mandan de vuelta a tu casa. A él no: a él le llevaron el Ministerio Público a la oficina, con todas las comodidades.

Más insultante aún fue la comparación que hizo sobre su supuesta "revictimización" con la que viven las mujeres víctimas de violación. La diferencia es brutal. Una mujer espera más de cuatro horas para denunciar, enfrenta dictámenes revictimizantes y una burocracia cruel. A Noroña nadie de la Fiscalía le cuestionó lo que pasó, nadie insinuó que fue su culpa, nadie dudó de su palabra. No lo hicieron desnudarse ni someterse a evaluaciones humillantes, no le dijeron que si no había pruebas no se podía hacer nada, no lo mandaron con un psicólogo que concluyera que "no parece víctima". A él, la fiscalía fue a su oficina. Y lo arropa un aparato político entero.

Un aparato conformado por senadores y senadoras que, en un gesto de solidaridad, pusieron a disposición "sus equipos legales". De las muchas cosas que la llamada reforma judicial ignoró están justamente las fiscalías -que siguen sin atender a las víctimas- y el acompañamiento en el proceso de denuncia.

¿Cuántas personas tienen que esperar dos, tres o más horas en una fiscalía para que alguien las atienda? ¿Cuántas tienen que llegar solas, en transporte público, con miedo y sin saber ni siquiera a qué puerta tocar?

De eso no se habla cuando se presume una "reforma judicial". Se ignora por completo la experiencia real de quienes denuncian, de quienes buscan justicia sin apellidos influyentes.

Imagínate que, como Emiliano y Fernández Noroña, todas las personas tuvieran abogados, asesoría, redes, espacios en medios y respuestas inmediatas. Imagínate.

EL SUEÑO.

O que, como Alejandro Moreno, las personas con protección por ser periodistas o activistas fueran realmente la prioridad. Pero no: ambos son una burla frente a la realidad que nos atraviesa.

Pero no. La realidad es que, si eres mujer, pobre, racializada, LGBTIQ+, indígena o migrante, estás sola. Y las fiscalías, como siempre: ausentes.

Parece que este poder político solo reacciona cuando un hombre golpea a otro hombre. Porque con Cuauhtémoc Blanco o Félix Salgado Macedonio, señalados por violencia sexual, no pasó nada. Su fuero fue intocable. No sorprende: el mismo expresidente López Obrador aseguró que "el 90% de las denuncias por violencia son falsas", y la actual presidenta respalda a un hombre denunciado por agresión sexual para encabezar el órgano de administración judicial.

Unos golpes entre hombres movilizan más que miles de denuncias de mujeres.

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Escrito en: Pavimentación

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