Siglo Nuevo Opinión Entrevista Nuestro Mundo

ARTE

Nostalgia en el arte: ecos de la ausencia

A lo largo de la historia, numerosos artistas han representado esta emoción en sus obras, ya sea como un conjunto de recuerdos personales o memoria colectiva, como un cuestionamiento al presente o una forma de consuelo ante él.

Monje junto al mar (1808-1810), de Caspar David Friedrich. Imagen Google Art Project

Monje junto al mar (1808-1810), de Caspar David Friedrich. Imagen Google Art Project

DRA. AURORA HERNÁNDEZ

Svetlana Boym, en su libro The Future of Nostalgia (2001), habla sobre dos tipos de nostalgia: la  restaurativa, que intenta restablecer un pasado perdido, y la reflexiva, que lo cuestiona. El arte no  devuelve lo que falta, sino que, al analizar esa tensión, transforma la ausencia en una experiencia estética. 

La infancia es uno de los temas nostálgicos que  aborda el arte, donde los recuerdos se mezclan con  emociones y sensaciones físicas, o con un lugar, como la ciudad de nacimiento, el hogar familiar o un paisaje.

La evocación de este pasado  en una pintura no es uniforme: se compone de fragmentos, trozos de  memoria, imágenes borrosas que estimulan más la imaginación que  la certeza. El retorno es un asunto  crucial. ¿Es un viaje viable o es un sueño que está destinado a fracasar? La mayoría de las ocasiones, la obra muestra la imposibilidad de volver a habitar ese mundo. El pasado no es una estación de tren que espera nuestra llegada, es un cúmulo de recuerdos y significados que permean el presente. 

AMBIVALENCIA

Existen trabajos artísticos que se enfocan en la memoria personal: álbumes familiares de fotos, diarios individuales, cartas, trozos de una vida. En ellos, la nostalgia se siente como una proximidad emocional, como un reencuentro con instantes singulares e irrepetibles. 

No obstante, también hay propuestas que van más allá de lo privado y se extienden a lo colectivo: hacen referencia a procesos históricos, movimientos políticos y pérdidas que son compartidas por comunidades enteras. 

En este contexto, la nostalgia se transforma en una memoria social que no sólo refleja un sentimiento personal, sino que también fomenta un discurso que llama a la comunidad, por lo que estas dos dimensiones no se suelen presentar de forma aislada: lo íntimo se mezcla con lo social y lo colectivo se nutre de lo individual.

Pero no basta con recordar; se necesita un soporte que encarne este proceso a través de su materialidad. Una foto analógica con manchas amarillas traslada a otra época más profundamente que una imagen digital. 

Una obra pictórica trabajada intencionadamente para que se muestre borrosa o deteriorada insinúa la vulnerabilidad de la memoria, el desafío de retener lo que se escapa. Nuestros objetos de cada día, un vestido, una carta escrita a mano, un reloj o un mueble heredado, son catalizadores emotivos de la nostalgia. La sensación de distancia en el tiempo puede ser acentuada por la selección de un medio concreto, como el cine en blanco y negro. En este sentido, la materialidad es parte de la experiencia nostálgica porque actúa como el nexo entre lo ausente y el presente del espectador.

 Noé y el arcoíris en el cielo (1961-1966), de Marc Chagall
Noé y el arcoíris en el cielo (1961-1966), de Marc Chagall

Ante esto, es necesario cuestionarse si la obra de arte invita a la reparación o bien a un ejercicio de contemplación melancólica. La evocación nostálgica, en ocasiones, intenta cerrar la herida de la pérdida brindando un espacio simbólico para reconectarse con lo que ya no existe. En otros casos, tiende hacia la aceptación de la  lejanía; la observamos sin tratar de suprimir la ausencia para sentir el vacío que deja. Esta segunda perspectiva es una práctica de melancolía productiva que no tiene como objetivo reparar las heridas, sino aprender a observarlas con tranquilidad. Ambas experiencias son viables y a veces se presentan al mismo tiempo en una sola propuesta. 

Ahora bien, la nostalgia puede servir como una crítica al presente o como un refugio frente a él. Cuando se activa de manera crítica, resalta las restricciones de la modernidad, como la prisa, la deshumanización, el debilitamiento de los lazos comunitarios o el empobrecimiento político. Funciona como un sitio de resistencia simbólica, en el cual se conservan valores que el presente puede olvidar. 

Es ambivalente, es refugio y crítica, memoria social y personal, melancolía contemplativa y posible restauración. 

MÚLTIPLES PERSPECTIVAS

A través de la historia, varios artistas han tratado el tema de la nostalgia desde puntos de vista únicos, mostrando su habilidad para cuestionar y su potencial para consolar. Esta tensión se puede ver en Monje junto al mar (1808,1810), de Caspar David Friedrich. El monje, en soledad  ante la inmensidad del cielo y el océano, representa una  añoranza por lo infinito, por un punto de partida espiritual que ya no está al alcance. No hay forma de volver atrás, sólo existe la posibilidad de observar la distancia entre lo que es humano y lo que es trascendente. 

Los paisajes crepusculares de Turner también evocan la brevedad del tiempo; la luz se extingue indicando lo que está a punto de perderse. El atardecer es un límite en el que la pintura atrapa lo inasible, develando la conciencia melancólica de lo fugaz. 

La memoria espiritual se manifiesta en la obra de Marc Chagall. Noé y el arcoíris en el cielo simboliza la unión entre los hombres y Dios, aunque también lo frágil que es ese vínculo. La nostalgia surge de esa tensión, pues no es sólo observar el arcoíris como un signo de esperanza, sino aceptar la distancia entre lo omnipotente y lo terrenal. 

Edward Hopper, en Noctámbulos, hace sentir la soledad del presente. El café nocturno, con personajes callados y solitarios, indica que la modernidad urbana carece de comunidad. Denuncia la pérdida de las relaciones humanas sin brindar la ilusión de un retorno. 

Noctámbulos (1942), de Edward Hopper. Imagen Art Institute of Chicago
Noctámbulos (1942), de Edward Hopper. Imagen Art Institute of Chicago

El tiempo perforado, de René Magritte, también revela las maneras desestabilizadoras en que puede manifestarse la nostalgia. El tren que pasa a través de una chimenea en un salón de casa indica la introducción del progreso en la intimidad, recordando que el tiempo avanza inexorablemente. La nostalgia aquí no es un refugio, sino que evidencia la imposibilidad de tener un hogar en armonía: la modernidad lo traspasa. 

Gerhard Richter difumina sus pinturas hasta volverlas borrosas, transformando la incapacidad de recordar con claridad en una experiencia estética. Aquí se expresa una melancolía reflexiva: no para recuperar lo perdido, sino para darse cuenta de la fragilidad de la memoria en la superficie misma de la obra.  

En otras circunstancias, se manifiesta un recuerdo colectivo del dolor, evocando vidas truncadas por la violencia, como en el caso de Christian Boltanski, quien emplea objetos de uso diario y fotos de la escuela para sus instalaciones. En ellas no se da reparación, sino un enfrentamiento con la ausencia insustituible. Son un llamado a no olvidar. 

La nostalgia no es solamente un anhelo de retroceder en el tiempo, es una práctica estética y cultural que ordena nuestra relación con el tiempo. Es un proceso activo de crítica, imaginación y construcción que puede desarrollarse en registros melancólicos o reparadores, íntimos o colectivos, críticos o protectores. No reconstruye el pasado, lo reactiva, resignifica y lo transforma en una oportunidad para reflexionar sobre lo que somos, lo que nos rodea y nos hace presentes. Estos artistas demuestran que la nostalgia no  es una evasión, sino un modo de pensar, un reflejo que nos ayuda a entender mejor lo que hemos perdido y lo que todavía podemos mantener en el presente.

nyapo8@gmail.com

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en: Arte historia nostalgia emoción obras memoria colectiva artistas ambivalencia pintura múltiples perspectivas paisajes simbólico pasado

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Monje junto al mar (1808-1810), de Caspar David Friedrich. Imagen Google Art Project

Clasificados

ID: 2419604

elsiglo.mx