
ADRIANA MURAD KONINGS / LOS IDÓLATRAS Y TODOS LOS QUE AMAN.
Una novela inquietantemente divertida sobre mascotas, duelo, apariciones fantasmales y anhelos de compañía.
Con las manos temblorosas por el llanto y la sorpresa, Elizabeth Jameson deja el cadáver impoluto de su gato sobre la mesa de la cocina de Rita, su inquilina, también doctoranda de su hijo, Florian. El animal, de nombre Douglas, había agotado sus siete vidas la noche anterior, y amaneció enterrado en una tumba improvisada en el jardín, donde debían ir las rosas.
Sin embargo, esa mañana, tras una procesión al supermercado para devolver el pienso que su mascota nunca llegaría a comerse, Elizabeth encuentra a su gato, libre de tierra y suciedad, frente a la puerta de su casa. Rita la consuela, compungida por la culpa, pues sabe que el responsable es su perro, Kurt, y que el delito podría costarle la casa y el futuro. «A veces, el amor es tan profundo que simplemente no puede quedarse bajo tierra», le dice. Y Elizabeth decide creer.
Esta mentira, a duras penas piadosa, será el detonante de un polvorín de rencores y deseos ocultos que envuelve a la anciana y a su joven inquilina: los de un hijo que culpa a su madre por la muerte de su padre y por el accidente de equitación que lo dejó cojo; los de una nuera en un matrimonio infeliz que codicia su casa; los de un par de nietos malcriados cuyo amor se puede comprar, pero no durante mucho tiempo. Y, ante todo, será el descenso a la locura de dos mujeres con un apego instrumental y unas ambiciones tan elevadas como fantasiosas, en una huida hacia delante de pasados mejorables hacia futuros quiméricos.
Bajo esta premisa que oscila entre el vodevil y la novela de fantasmas al más puro estilo Henry James, Los idólatras y todos los que aman despliega un microcosmos de equívocos inabarcables, un escenario donde los personajes se encuentran y separan tan inmersos en sus propias maquinaciones que carecen del tiempo y de las ganas para reconocer su mutua humanidad.
Adriana Murad Konings sorprende con una singularísima novela en la que el duelo por la muerte de una mascota abre las puertas a un universo disparatado — de una comicidad digna de Muriel Spark—, adictivo y lleno de emotividad.
“Dependencia, familia, perros y gatos, imposturas, duelo, déficit y desplazamiento afectivo, casitas con jardín, caseras ancianas y jóvenes inquilinas que guardan algunos secretos. Una novela, diferente e inteligentísima, escrita con la flema y la elegancia de ese humor inglés que, con gesto contenido y educada prosa, muestra el lado más salvaje de nuestro instinto y nuestra civilización”, Marta Sanz.