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ENTREVISTA

Olivia Rojo

¿Por qué me interesa el tema de la memoria? también son imágenes, del pasado, pero que yo reconstruyo. Pienso que como artista visual puedo reconstruir esa memoria. interferida por el presente, pero todos lo hacemos, no solo los artistas".

Olivia Rojo

Olivia Rojo

ANA SOFÍA MENDOZA DÍAZ

Las tres últimas series de la artista visual Olivia Rojo —Memoria inconclusa, Escrituras urbanas y Formas errantes— conforman un proyecto al que ha dedicado los últimos tres años y en el que convergen pasado, presente y futuro a través de los recuerdos de su infancia, su experiencia al transitar una ciudad en constante transformación y los recorridos (literales o metafóricos) que se abren ante quien busca algo: un sentido, una idea, un propósito.

A Olivia Rojo la conocí en el Taller la Imagen del Rinoceronte (TIR), enfocado en la producción de artes gráficas, principalmente grabado, aunque en esa ocasión la artista ofreció un taller de collage que, en realidad, fue más que eso: fue una lección de cómo jugar en serio, porque si algo une al juego y al arte es la libertad, pero también las reglas.

Aquella vez brindó a los asistentes las armas para no temer a las formas, colores o texturas, porque todo caos tiene el potencial de, eventualmente, dar origen a la armonía. Eso lo sabía —o, al menos, lo sospechaba— la humanidad desde épocas antiguas, cuando en todos los rincones del planeta surgían mitos de dioses ordenando los elementos del universo para crear el mundo. Tal vez, siguiendo el ejemplo divino, nuestra especie decidió buscar su propio orden a través del arte.

Una línea, un volumen, un material guardan un sinfín de posibilidades dependiendo de cómo se relacionen entre sí o con el espacio que los rodea. Este principio es uno de los puntos cardinales que guian la labor creativa de Olivia Rojo, quien comparte con sus alumnos, sin reservas, sus conocimientos para hacer que cada pieza encuentre su lugar en el lienzo.

Para ella se trata, más que de visualizar una obra ya terminada, de experimentar con los recursos que se tienen para ir construyendo sobre la marcha, hasta alcanzar ese punto en que existe un balance capaz de transmitir un mensaje. En su caso, echa mano tantodel lenguaje figurativo como del abstracto, así como de lo material y lo digital. Es un proceso que muchas veces termina por sorprender a la propia creadora y que, además, no es estático, pues una misma obra adquiere diferentes significados conforme pasa el tiempo, o bien, una idea puede irse transformando hasta reconfigurar un proyecto artístico.

Esto último queda de manifiesto, por ejemplo, en la última serie pictórica de Olivia, que comenzó con “el laberinto como metáfora de lo que es la identidad, esa metáfora de la búsqueda. [...] O sea, como que siempre queremos buscar lo único, algo que es diferentea todo. Pero para mí no es que vas a encontrar algo y ya, sino que siempre está (ahí)”.

Sin embargo, conforme fue avanzando, esa idea inicial dio un giro. Ahora lo que le interesa a la también ilustradora, más que representar al laberinto en sí (algo estático), es captar los recorridos y entrecruces de quien está en una búsqueda (algo dinámico). Al hablar con ella es fácil comprender por qué la balanza se fue inclinando hacia ese lado: el movimiento es algo vital para Olivia. Su serie anterior, Escrituras urbanas, está basada en las fotografías que había tomado —sobre todo en la pandemia de covid-19— durante sus caminatas por el centro de Ciudad de México, en las que procuraba captar con la lente todo aquello que le llamara la atención.

Imagen: Abraham Esparza
Imagen: Abraham Esparza

Y es que para ella el entorno urbano es una especie de obra colectiva creada, en conjunto, por los habitantes y el paso del tiempo. Los primeros levantan edificios y monumentos, que luego se desgastan con el transcurrir de los años, dando lugar a nuevas formas y texturas que, a su vez, son intervenidas por las personas con stickers, grafitis, carteles, etcétera. Es un espacio en cambio perpetuo y que, al igual que los momentos de su vida, la artista decide registrar a través de su obra.

Otra de sus últimas series, Memoria inconclusa, tiene que ver completamente con ese afán por guardar un registro de lo sucedido, incluso tras pasarlo por el filtro subjetivo de la memoria. Los juegos de su infancia, su habitación de aquel entonces, retazos de la escuela a la que asistió, se superponen en cuadros que despiertan la nostalgia que suelen evocar los primeros años de vida.

Estos tres conjuntos de obras, realizados como parte del Sistema Nacional de Creadores, se conectan para conformar una interpretación del paso del tiempo. Para esta entrevista, pasado, presente y futuro coincidieron en el estudio de la artista, cuyaspuertas fueron abiertas a Siglo Nuevo en un momento privilegiado: algunos cuadros recién habían llegado tras ser expuestos, y otros más estaban a punto de abandonar el nido para exhibirse por primera vez al público en La Trampa Gráfica.

Sus piezas han sido exhibidas en más de 36 exposiciones —14 de ellas individuales—, tanto en México como en el extranjero. Entre sus logros se encuentran el Premio Único de Adquisición de Pintura en la Segunda Bienal Nacional de Pintura y Grabado Alfredo Zalce 1999, la Beca de Jóvenes Creadores 2001-2002 otorgada por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y la selección de su trabajo en la XII Bienal de Pintura Rufino Tamayo.

Ciudad blanco y negro (2023).
Ciudad blanco y negro (2023).

Se suele pensar que un artista requiere libertad total para dar lo mejor de sí, pero en un taller que ofreciste mencionaste que las restricciones pueden despertar más la creatividad, ¿qué restricciones te han servido para impulsar tu arte?

La pandemia fue esa restricción. La verdad sí me cambió de forma radical esa restricción tan grande para todos. Porque, por ejemplo, yo tenía la idea de que ser artista es hacer cuadros de gran formato, al óleo, como para demostrar cosas, demostrar tu técnica, demostrar que eres profesional. Y me di cuenta, justo en la pandemia, que no podía hacer eso porque la venta (de materiales), las galerías, todo el mundo estaba restringido. Entonces yo empecé a hacer obra de pequeño formato. Para mí fue como el redescubrimiento del collage. Yo usaba el collage sólo como ensayos o bocetos, o una cosa para componer, pero no como obra en sí.

Entonces, en la pandemia me di cuenta de que la única que se restringía era yo. Es como una paradoja, ¿no? O sea, tú pones restricciones a nivel creativo por perseguir un objetivo que no es el esencial. Te pones restricciones mentales así de “no, sólo quiero hacer óleo y gran formato porque así se demuestra que eres un gran pintor”, o algo así, y te limitas a buscar otros métodos, otros materiales, como por ejemplo el collage, o dibujos, o un libro, un objeto. A mí se me hace que la restricción en general no es nadaque te limite, a menos que sea una restricción moral, o mental, o de prejuicios. De ahí en fuera, pienso que tener obstáculos puede ser algo bueno.

Tu obra es muy híbrida en cuanto a que combinas figuración y abstracción. Hablamos de restricciones que en realidad te abren a más oportunidades, entonces, ¿qué elementos de la abstracción y qué elementos de la figuración te liberan en ese sentido?

Para mí es muy importante crear cierta atmósfera en cada cuadro. ¿A qué me refiero con atmósfera? A darles como una pátina, como una factura de textura, o sea, me interesa que se vea la materia, lo pictórico. No me gusta, en ninguno de los dos casos, la representación. (Un cuadro) puede ser figurativo y tratar de que represente algo, pero me gusta que en sí mismo se note que está pintado. Me interesa darle esa pátina como de que no está nuevo ni limpio, sino como que ha pasado el tiempo por ahí. Digamos, que tenga algo de nostalgia y algo de misterio también, o de incógnita. Eso es algo que me gusta rescatar, independientementede si es figurativo o abstracto.

¿Y cómo te relacionas con esta materialidad para componer tus obras?

Me gusta que digas esto de la relación, porque justamente yo no veo técnicas de materiales, sino relación de materiales. Justo lo que dices, la relación que uno tiene con los materiales, y eso varía con el tiempo y con tu estado de ánimo. Me empiezo a relacionar con un material dependiendo de las cualidades que tiene. Por ejemplo, tenía unos plumones que me regalaron y no sabía cómo usarlos. Los tenía ahí porque estaban bonitos, me gustaban, pero no había encontrado cómo usarlos. Entonces, cuando empecé con esto de los laberintos y las líneas, vi cómo me podían dar una posibilidad. Empiezo a relacionarme con ellos a partir de qué posibilidades me dan.

Para mí, la técnica la generas tú porque se amolda a tu necesidad de ese momento, o a lo que quieres decir en ese momento. Si es con plumones, pues los uso hasta que los entiendo, ¿no? Entiendo qué capacidades me dan, si se transparentan, si no se transparentan. Para simplificar la respuesta, sería que el material va de la mano con tu objetivo… No, más bien con tu proceso, con las intenciones que vas teniendo. Vas cambiando de material conforme vas avanzando en el proceso y la idea [...] Por ejemplo, una libreta de trabajo donde hice bocetos a lo mejor me dice más que la obra terminada. Tal vez en este momento pasa eso porque estoy más interesada en el proceso que en la obra final. Pero creo que eso siempre ha sido mi interés porque, de hecho, las piezas que más me gustan —que yo hago y en general de otros pintores— son las que dejan ver más el proceso, no las que lo ocultan. Puede haber obras que están súper perfectas y que no sabes dónde está la pincelada, no sabes cómo. Entonces, la que te deja ver cómo, la que deja huella de cómo se hizo, eso es lo que me gusta.

Y también eso es lo que hago en mis cuadros. A veces más burdas, otras menos burdas, pero siempre hay huella de que eso es una pintura y cómo está hecha.

Imagen: Ana Sofía Mendoza Díaz
Imagen: Ana Sofía Mendoza Díaz

En la serie Escrituras Urbanas tomaste material visual del exterior. ¿Qué puede aportar el espacio público a un artista?

Ah, pues para mí todo. Bueno, mucho. Te voy a decir por qué, porque está todo en un espacio, sea urbano o no. Para mí el espacio urbano está hecho de formas, de líneas, de colores, de trazos. Para mí la ciudad es como un lienzo, y no me interesan mucho los espacios como Polanco o así, que todo está ya pintado, ya está hecho o fabricado.

En cambio, donde está más la pátina del tiempo o de lo desgastado en los muros, donde no ha habido reparaciones, se muestran un montón de huellas y de registros, de colores y de cosas que en la pintura para mí son muy importantes. Las texturas de los muros, las combinaciones de colores o de imágenes que no son intencionales, sino que se hicieron por el clima o por el tiempo o por la gente que pone grafitis. Todas esas combinaciones van creando un collage de información. Pienso que lo urbano es como unacreación colectiva, de ahí me nutro.

Muchos autores, filósofos y creativos han hablado y explorado el hecho de caminar en la ciudad. ¿Tú aplicas alguna filosofía cuando sales a caminar?

Pues, por ejemplo, en la pandemia salía a caminar sin rumbo fijo. Era como observar y caminar. Lo que determinaba mis pasiones era el tiempo, o si me cansaba o no.

Ahora que es más libre, siempre busco caminos que se me hagan más interesantes. O sea, no busco el camino para trasladarme solo por necesidad, sino que sigo caminando. Si tengo tiempo, puedo ir, digamos, al centro —que ahorita estoy yendo mucho al centro a trabajar en La Trampa Gráfica—. Muchas veces me voy caminando justo para seguir viendo, seguir observando.Voy caminando y digo: “Ay, esta pared me gusta”, y le tomo fotos. Siempre voy registrando todo, ya sea en foto o simplemente tratando de verlo, de poner atención. Ya es como una costumbre caminar, es básico. Y además, como tú mencionas, para muchos filósofos el caminar es para pensar, hasta para meditar, pero yo también lo hago para observar.

Hablas de que todo lo registras, y de hecho sueles trabajar con la memoria, ¿por qué es para ti importante registrar esa memoria a través del arte?

No puedo pensar en la memoria fuera de las imágenes. De hecho, cuando leo algo, siempre lo estoy traduciendo en imágenes, digamos, un libro, una novela. Yo sé que también hay olores y todo, pero para mí son imágenes. Entonces, ¿por qué refiero la memoria? ¿Por qué me interesa el tema de la memoria? Porque también son imágenes, imágenes del pasado, pero que yoreconstruyo. Pienso que como artista visual puedo reconstruir esa memoria. Yo sé que ya va a estar interferida por el presente, pero todos lo hacemos, no solo los artistas; todos hacemos ese cuento y todos traemos la memoria al presente. Mi intención sería concretarla y que no quede así en la nebulosa.

Según yo, todos los artistas plásticos es lo que buscamos hacer: concretar, como que hay una necesidad de concretar a través de la materia. No nos quedamos conformes con la idea y platicártela. O sea, yo te la puedo platicar y está padre, pero lo que nosotros necesitamos es concretarla, aunque quede muy alejada de lo que queríamos. Puedes decir: “Ay, pues quedó alejadade lo que quería en un principio, pero me dio otras ideas”. Llegaste a algo; no era lo que esperabas, pero llegaste. Y a través del hacer generas otra cosa, entonces eso es lo que le da sentido. Yo la memoria la quiero concretar a partir de una idea, pero en el hacer ya se volvió el presente y también me da una esperanza para el futuro. Que esté vinculado el pasado con el presente me da más motivación, ¿o emoción?, para el futuro.

Olivia Rojo en su estudio. Imagen: Abraham Esparza
Olivia Rojo en su estudio. Imagen: Abraham Esparza

Dentro de las memorias que todos tenemos, la infancia suele ser preponderante, y es algo que también se ve en tu trabajo. ¿Cómo te relacionas tú con tu propia infancia a través de tu obra? Y también con las infancias actuales.

Es muy fuerte. Para mí la relación con el juego es súper importante. Creo que el proceso creativo tiene mucho que ver con el juego, donde pones tus veces sientes que ganaste y otras que perdiste, y te vas enojado, y otras veces ni ganas ni pierdes. Eso lo conservo mucho, digamos, de mi infancia a la adultez. Como que se me quedó la idea de jugar y de poner reglas para hacer ese juego. Una de las reglas son las restricciones, otra de las reglas es, a lo mejor, entender la teoría del color y luego hacerle un giro.

Y lo que es también muy importante en esa pregunta que me haces es que yo doy clases a niños. He dado clases a adultos, a jóvenes, pero con lo que más me ha gustado interactuar y poder entender cosas es en las clases con los niños, porque no siento que yo les esté enseñando algo, sino que yo estoy aprendiendo. Me enseñan cosas, pero también recuerdo que yo teníaesa misma capacidad que ellos, y entonces la traigo también al presente. Me hacen acordarme de lo que a mí me gustaba e identificarme. Trato de retomar de ellos esa frescura, ese atreverse sin ponerse trabas de juzgar. Eso es lo que yo quiero retomar de ellos: el no juzgarme y seguir creyendo siempre en ese poder creativo sin prejuicios. Entonces, esa pregunta que me haces es muy importante en mi proceso creativo.

Hay una pregunta como muy cliché que se hace encuanto al asunto de abandonar un cuadro, pero me parecería interesante hacerla precisamente por como ves la memoria y el tiempo como imagen intervenida y que parece no acabar: ¿Crees que un cuadro puede llegar a estar terminado o sólo se abandona?

Pienso que el mismo cuadro te dice “ya, esto no da para más”. Empiezas un cuadro, te dejas ir y lo pintas hasta terminarlo. En mi caso no es que tenga una idea ya concretada en la mente (cuando lo empiezo), sino que el cuadro se va transformando a través de ese proceso, partiendo de una idea. En ese proceso sí hay un fin porque esa serie de toma de decisiones ya acabó, ya llegó a su fin. El cuadro, o lo dejas así, o lo tapas y vuelves a empezar si es que quieres conservar el lienzo.

Ahora, donde no hay fin es en cada cuadro verlo como parte de un proceso. Incluso en las exposiciones, que yo algo que tengo muy claro es que son parte del proceso. Ya dejé de verlas como: “En esta exposición muestro mi conclusión sobre este tema”. Se tienen que hacer porque eso va a permitirme verme a mí y ver mis propias piezas en un espacio diferente. Aquí en el taller está todo lleno, es bien diferente cuando las ves así aparte. Ya ves el cuadro en la galería o en el museo, con su espacio y todo, los ves en conjunto. Entonces ya tú misma puedes hacer una crítica de tu obra en otro espacio.

Entonces, sí, como pintura individual creo que sí hay un fin y hay que estar muy atenta de lo que diga ese proceso. Si no, le vas a seguir dando y no vas a reglas y luego te las saltas. Es un juego donde a tener nada; hay que estar atento para que pares y lo des por terminado. Ahora, lo que no vas a terminar es tu búsqueda, esa va a continuar en otro cuadro, otra exposición. Yo como maestra siempre le digo a mis alumnos más grandes: “no puedes poner todas tus ideas en un solo cuadro”.

Entonces creo que poniendo atención en el proceso sabes dónde parar, pero el hacer una obra y otra, eso sí va a ser infinito hasta que mueras. Puedes hacer incluso otra selección de todo lo que ya hiciste, a lo mejor haces una curaduría de tu propia obra para generar otra idea, por eso el proceso es infinito. No vas a llegar a concluir, como artista, tu gran obra. No creo en eso porque incluso los pintores que más admiro siempre están tratando de encontrar algo. Lo que pasa es que haces una pintura y luego ya tiene su propia vida, no está contigo. Me gusta y todo, pero ya no puedo volver a ella, ni siquiera a un color. 

amendoza@elsiglo.mx

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