Hay un dicho que reza así: cuando no puedas apagar el incendio en casa, prende uno frente al vecino y proclama que estás luchando contra él. Pues eso, más o menos, acaba de suceder con nuestros vecinos del norte.
La orden ejecutiva firmada el 8 de agosto de 2025 por el presidente de Estados Unidos autoriza al Pentágono a usar la fuerza contra cárteles designados como organizaciones terroristas en territorios extranjeros. Oficialmente, y obviamente, no menciona a México. Extraoficialmente, y obviamente, es imposible no entender que el blanco son los cárteles mexicanos. La presidenta mexicana respondió con firmeza diciendo que no habrá invasión. Y tiene razón: la orden no anuncia desembarcos, sino una puesta en escena con solemnidad geopolítica y mercadotecnia de política criminal. Parece todo esto un cuento chino. Pero no lo es. Contiene riesgos y efectos negativos para nosotros.
A ver. Primero, invocar la amenaza del crimen extranjero es una fórmula electoral ya probada en Washington. Funciona porque genera unidad patriótica y, a la vez, es lo convenientemente ambigua para no rendir cuentas dentro de un cuatrienio presidencial. Además, gusta allá porque proyecta la debilidad de México mientras oculta los fallos domésticos estadounidenses. Es, como diría un buen cínico, el truco perfecto: escoge un antagonista reconocible y sin derecho a voto en tu país.
Y eso de que no van a invadir es algo fácil de decir porque es algo fácil de confirmar. Pero no invadir no es igual a no actuar. Ya lo han hecho antes. Todas las veces que han querido. La diferencia es que ahora podrán lanzar operaciones aéreas, marítimas y ciberataques, que serán legales para ellos. Además, el lenguaje de la orden es claro: no compromete tropas en suelo extranjero, pero tampoco limita el alcance de las acciones. O sea, en humor negro, es como decir que no hemos invadido, sólo hemos visitado, claro que con drones.
El peligro para nosotros es real y es doble. Primero, esas incursiones van a generar reacomodos violentos en el crimen organizado, y eso ya lo hemos visto en el pasado reciente. Segundo, los fallos y buena parte de la narrativa de nuestra política criminal van a quedar atrapadas fuera de nuestras fronteras. Seremos el escenario de una novela escrita en el extranjero.
Hubo, me temo, suficientes avisos de que esto podría suceder. Cuando no hay una política de seguridad coherente en casa, ésta ultimadamente será impuesta desde el exterior. Y más cuando un presidente norteamericano herido en su popularidad necesita un distractor ideal como lo es México. Triste es no entender que, si tu seguridad depende en parte de la firma de otro mandatario, tu frontera internacional ya no está en tu mapa, está en su mapa. Y no, el combate al crimen organizado no se gana con órdenes ejecutivas extranjeras. Se puede agravar.
En el ajedrez geopolítico, pierde más rápido quien no juega sus piezas, que quien pierde su centro. Hoy, enfrentamos otro problema más de decisión política: o reforzamos la estrategia de seguridad y recuperamos el control de la narrativa, o nos resignamos a ser un telón de fondo del espectáculo electoral de Washington. Porque, cuando tu vecino prende fuego para distraer a su público, no te basta con decir que no entrará por tu puerta. Tarde o temprano, el fuego te quemará.
Académico e integrante de CentroGeo