Mucho se ha escrito sobre el amor.
Desde variados ángulos y posturas, desde la ciencia, la historia, la cultura, el género y etcétera. No se ha agotado el tema, porque las formas se reescriben cada época. Sin embargo, faltan los libros que nos hablen de otro tipo de amor, el que sostiene la vida cotidianamente y que suele llamarse, más bien, amistad.
Hace días leí Pequeño tratado sobre la amistad (Vinilo, 2025), de Joana D’Alessio. Y en él la autora convierte la experiencia cotidiana de caminar con amigas en una forma de pensar el mundo. El libro nació en el otoño de 2021, cuando la incertidumbre global volvió frágiles los gestos que dábamos por garantizados. En ese escenario, la autora sale a la calle acompañada por mujeres que sostienen su vida, y esas caminatas se transforman en el punto de partida para reflexionar sobre el tiempo, los vínculos, el deterioro de los padres, la crianza de los hijos y la manera en que la ciudad influye en lo que sentimos.
La amistad aparece aquí como una elección renovada, un pacto sin contrato que se refuerza con cada conversación. D’Alessio escribe que el amor romántico suele absorber toda la narrativa de los afectos, pero la amistad exige una presencia más silenciosa y constante. No tiene las promesas del enamoramiento ni las certezas que la familia impone; tiene, en cambio, la construcción diaria de una complicidad que se mantiene sin necesidad de grandes gestos.
El libro avanza como un diario de caminatas: observar los árboles, sentir el clima, compartir un cansancio común. Lo que podría ser anecdótico se convierte en una meditación sobre la vida adulta y sus pruebas. La autora reconoce que las amistades cambian con los años, que se adaptan a mudanzas, maternidades, trabajos que no permiten descanso y padres que envejecen demasiado rápido. Sin dramatismo, registra esos movimientos como parte de lo que madura tanto en los cuerpos como en los vínculos.
También hay una reflexión sobre la ciudad. Buenos Aires no es un escenario, es un espacio afectivo, con veredas, plazas y lagos que funcionan como lugares donde las amistades se afirman. Caminar ofrece un ritmo que permite pensar en lo que importa, en quiénes nos acompañan y qué sostenemos cuando todo alrededor se tambalea.
Lo valioso del libro es la manera en que une lo pequeño con lo esencial. La amistad aparece como un territorio que no idealiza, pero sí cuida. Un respiro, una conversación breve, una caminata al caer la tarde. D’Alessio escribe para recordarnos que a veces el centro está en lo sencillo, en esos vínculos que no buscan protagonismo y, sin embargo, mantienen unida la trama de los días.