La relación del mexicano con la muerte es compleja, caracterizada por una dualidad entre el dolor y el rechazo; la celebración y la burla; una forma de honrar y recordar a los difuntos. Esta última perspectiva se manifiesta en tradiciones como el Día de Muertos, en el que se celebra a los difuntos a través de ofrendas, colores y un ambiente festivo que busca mantenerlos presentes en la memoria, sin dejar de reconocer la inevitabilidad de la muerte.
El mexicano se ríe de la muerte, está familiarizado con ella, se burla y no le teme cuando llega: no sólo la espera con gusto, sino que la cita, la convoca: "Viene la muerte cantando entre los magueyales, En qué quedamos pelona, me llevas o no me llevas" José Alfredo Jiménez, hace acto de presencia y dice: "No vale nada la vida, la vida no vale nada, despierta siempre cantando y así cantando se acaba, por eso es que en este mundo, la vida no vale nada"; "Si me encuentro por ahí con la muerte. . ."; "Que quiso mucho a Gilberto y dio muerte a don Julián"; "Vaga solito en el mundo y va deseando la muerte"; "Sabiendo que nacimos para morir iguales . . ." ; "Lo fui a matar en sus brazos, sabía que ahí lo encontraba. . ."; "Que se me acabe la vida frente a una copa de vino" ; "Cuando sonaron dos tiros y un hombre sin vida al barranco cayó" ; "Ni con la muerte me quitan tu querer" ; "Voy a contarles la historia de una mujer que murió, quiso adorar a dos hombres y la vida le costó" ; "Voy a morirme solo, sin molestar a nadie", etc.
Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura 1990. En su libro "El Laberinto de la Soledad", con el que ganó el premio universal literario otorgado por la Academia Sueca, apunta: "La indiferencia del mexicano ante la muerte, se nutre de su indiferencia ante la vida. El mexicano no solamente postula la intrascendencia de morir, sino la de vivir; nuestras canciones, refranes, fiestas y reflexiones populares manifiestan de manera inequívoca que la muerte no nos asusta porque *la vida nos ha curado de espantos* (Calaveras de azúcar o de papel de china, esqueletos coloridos de fuegos de artificio, nuestras representaciones son siempre burla de la vida, afirmación de la nadería y conocimiento e insignificancia de la humana existencia). Adornamos nuestras casas con cráneos, comemos el día de los difuntos panes que fingen ser huesos y nos divierten canciones y chascarrillos en los que ríe la muerte pelona. Toda esa fanfarrona familiaridad no nos dispensa de la pregunta que todos nos hacemos: ¿qué es la muerte? Y cada vez que nos la preguntamos, nos encogemos de hombros: que me importa la muerte, si no me importa la vida.
Patrocinada por la Universidad Veracruzana, a través de su Editorial Ficticia, Claudia Giddy es autora de un libro titulado "La muerte y la risa en la literatura", en el cual da testimonio de don Guillermo Prieto sobre el tema: "Recuerdo el clamor lóbrego que anunciaba desde el toque del alba el día consagrado a los recuerdos de la muerte. En muchas casas se encendían lámparas, velas, cirios, como para revivir en la intimidad del hogar los mas vivos recuerdos de las personas amadas. Para el pueblo era un día de verdadero dolor y gozo. Llorar al muerto, enterrar sus huesos, comprar la fruta, disponer la ofrenda, pasear la plaza; éstos eran muchos placeres y muchas seducciones para un día de lágrimas".
Se acepta, pues, que el mexicano siente dolor del rechazo ante la muerte, pero la cultura ha desarrollado la celebración como una forma de afrontarla. La muerte es vista como una transición o una transformación, no como un final absoluto. El recuerdo de los difuntos mantenido a través de tradiciones, les permite "permanecer" y regresar de alguna manera.
Históricamente las culturas prehispánicas consideraban la vida y la muerte como parte de un ciclo vital donde los difuntos eran integrados a las actividades de los vivos, con la muerte como un paso natural y no necesariamente como algo negativo.
El Día de Muertos es un ejemplo claro de cómo se honra y recuerda a los muertos. Se crean ofrendas con comida, con flores de cempasúchil y otros elementos para darle la bienvenida a los difuntos.
El lenguaje popular esta lleno de frases y refranes para referirse a la muerte con un tono informal de burla, de humorismo, por ejemplo "Colgó los tenis", "Se petateó", o "Se lo cargó la flaca".
El altar de muertos es un elemento central de este día donde se colocan elementos simbólicos como agua, velas, pan de muerto, fotos del difunto con el objetivo de que el alma pueda alimentarse, descansar y encontrar el camino a casa.
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