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Pax trumpeana

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JORGE VOLPI

¿Es posible que el plan de Trump para Gaza se deba a su ambición de obtener el Nobel de la Paz que, sin embargo, se le ha negado?

Contra todo pronóstico, esta vez el déspota lo ha conseguido: tras dos años de horror, ha logrado que Benjamín Netanyahu y los líderes de Hamás -uno y otros criminales de guerra perseguidos por la Corte Penal Internacional- hayan firmado un acuerdo que, si no una paz duradera, a la luz de los años escenario casi imposible para la zona, determina el cese al fuego en Gaza, la liberación de los últimos rehenes en poder del grupo terrorista y la entrega de los cuerpos de los restantes, la excarcelación de un grupo de prisioneros palestinos, el inicio del retiro de las tropas israelíes de la franja y la apertura de las fronteras para permitir la entrada de ayuda humanitaria.

Hay que reconocer que no es poca cosa: tras solapar durante este largo periodo a Netanyahu, otro líder autoritario y populista como él, permitiéndole actuar a su capricho en una operación que hasta algunos opositores e intelectuales israelíes -como David Grossman, su mayor novelista vivo- ya no dudan en calificar de genocidio; de amenazar a Hamás con borrarlo de la faz de la tierra, de proponer un plan para convertir a Gaza en un inmenso resort administrado por los suyos o de deslizar la posibilidad de que todos los gazatíes fuesen expulsados y acogidos por otros países árabes, el acuerdo sorprende por lo que, en este contexto, luce moderado.

Aun si el plan se halla sostenido con alfileres y otorga muy pocas garantías a los palestinos -que Hamás, contra las cuerdas, ha dado por buenas-, y se desentiende de la solución de los dos Estados sostenida por el resto de la comunidad internacional, significa un alivio inaudito para su población, así como para las familias de los rehenes. Como en todo acuerdo razonable, todas las partes pueden sentirse satisfechas de haber alcanzado ciertos puntos, en tanto lamentan haber cedido en otros.

La mayor novedad, aquí, ha sido la presión ejercida por Trump sobre Netanyahu, algo que pocos observadores previeron. Acosado por numerosas denuncias en su propio país, y la condición de paria en buena parte del planeta -los firmantes de la Corte Penal Internacional están obligados a detenerlo-, él de seguro hubiera preferido continuar arrasando Gaza por tiempo indefinido. Su mayor error táctico consistió en ordenar el bombardeo de los negociadores de Hamás en Qatar, una nación árabe suní que ha sido buena aliada de Trump en Medio Oriente. Aunque la prensa internacional no le haya dado tanta relevancia, el momento en que la Casa Blanca difundió las imágenes en las que Netanyahu era obligado a pedirle disculpas telefónicas a su emir resultó solo comparable con las imágenes de la humillación de Zelensky a manos de Vance: una demostración de fuerza muy poco común en las relaciones entre Estados Unidos e Israel.

A partir de allí, según el diario israelí Haaretz, Trump le dio órdenes estrictas a su enviado especial para Medio Oriente, Steven Witkoff, para que consiguiera el acuerdo a toda costa: Hamás, muy debilitado, y Netanyahu, presionado al máximo, no tuvieron más remedio que ceder. ¿Es posible que todo esto se deba a la ambición de Trump de obtener el Premio Nobel de la Paz, que sin embargo se le ha negado para ir a manos de María Corina Machado, alguien en cualquier caso tan opuesta a Nicolás Maduro como él mismo? Con un egomaníaco patológico como él, todo es posible: teniendo en cuenta que la vanidad ha sido su principal motor a lo largo de su vida, no es imposible que así sea. ¿No haberlo obtenido este año puede provocar que a partir de hoy se desentienda de lo que ha conseguido? ¿O esperará a ver si el año próximo, con una perspectiva un poco más amplia, el Comité Nobel de Oslo al fin le concede este nuevo aliciente a su orgullo?

Más allá de que el cese al fuego y la entrega de los rehenes sean las mejores noticias posibles en este momento, que el destino del planeta y de millones de sus habitantes dependa de los cambios de humor de Trump, revela que no nos hallamos frente a un logro duradero o a una hazaña en favor de la humanidad, sino frente a uno más de los caprichos de un demagogo atrabiliario, cínico y mendaz.

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Escrito en: editorial Columnas Ático

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