PASTEUR Y LA VACUNA ANTIRRÁBICA
La rabia, también conocida como hidrofobia, fue una de las enfermedades más temidas por los habitantes del planeta en el siglo XIX. No se conocía la manera de prevenirla ni de curarla, ni tampoco el germen que la causaba. Solo sabían que toda persona mordida, arañada o que hubiera tenido contacto con la saliva de un animal rabioso sobre una herida, estaba irremediablemente condenada a morir con una de las enfermedades más crueles que el ser humano pudiera contraer. El agente causal era un virus, que ni siquiera fue detectado por Louis Pasteur, quien logró encontrar la vacuna sin saber que se trataba de uno de los virus más patógenos que existen y contra el cual, hasta la fecha, no se conoce tratamiento alguno.
Durante años Pasteur innovaba, repetía y fracasaba diariamente en su laboratorio experimentando con la vacuna antirrábica. Llegó el día en que logró inmunizar a un grupo de perros aplicando catorce inyecciones a cada uno, y gracias a su perseverancia, después de miles de intentos fallidos, obtuvo al fin los resultados esperados.
Este gran científico francés, años atrás, había producido también la vacuna contra el carbunco, enfermedad que causaba cientos de miles de muertes en el ganado ovino, caprino y bovino. Además, creó la vacuna contra el cólera aviar, encontró la cura para la enfermedad del gusano de seda que ocasionaba pérdidas millonarias y evitó la quiebra de la industria vinícola al impedir la putrefacción del vino con la pasteurización, técnica que lleva su nombre y que hasta hoy se aplica en la leche y otras bebidas para mantenerlas libres de gérmenes.
Corría el año de 1885 cuando Pasteur usó por primera vez la vacuna antirrábica con éxito en perros, aún en fase experimental. La noticia se difundió rápidamente. Poco después, una madre angustiada tocó a su puerta: su hijo José, de nueve años, había sido mordido por un perro rabioso en catorce partes del cuerpo. El niño estaba destinado a morir. En un principio Pasteur se negaba a experimentar con él, pero la madre le suplicó argumentando que, de cualquier modo, su hijo moriría si no se hacía algo extraordinario. El 6 de julio de 1885 la vacuna fue aplicada por primera vez en un ser humano, y con éxito.
Al salvar la vida del pequeño José, la noticia dio la vuelta al mundo. Pasteur tuvo que dejar temporalmente sus investigaciones para dedicarse por completo a la fabricación de la vacuna antirrábica, pues no se daba abasto para atender a personas de diferentes países mordidas por animales rabiosos.
De Smolensko, Rusia, llegaron diecinueve campesinos mordidos por un lobo rabioso, condenados a muerte por el tiempo transcurrido desde las mordeduras. Pasteur no comía ni dormía y decidió correr un riesgo enorme. Junto con sus jóvenes ayudantes, Roux y Chamberland, aplicaba las inyecciones mañana y tarde para recuperar el tiempo perdido. París no hablaba de otra cosa. El entusiasmo se elevó en honor a Pasteur: la vacuna maravillosa salvó a casi todos los campesinos, menos a tres que sucumbieron por la gravedad de sus heridas. Al regresar a Rusia, fueron recibidos como milagros vivientes. El zar les otorgó a Pasteur la cruz de diamantes de Santa Ana y cien mil francos, con lo cual se construyó el edificio de la calle Dulot, hoy conocido como Instituto Pasteur.
En 1892, con motivo de su septuagésimo aniversario, se le entregó la medalla de oro en la Sorbona de París. Fue una apoteosis: las paredes temblaban con las ovaciones. Sin embargo, Pasteur ya no tenía la voz de antes, y fue su hijo quien leyó su discurso. Aquellas palabras fueron su último legado, un himno a la esperanza:
"No os dejéis corromper por un escepticismo estéril y deprimente; no os desalentéis ante la tristeza de ciertas horas que pasan sobre las naciones. Vivid en la serena paz de los laboratorios y de las bibliotecas. Preguntaos primero: ¿Qué he hecho por instruirme? Y después, a medida que vayáis progresando: ¿Qué he hecho por mi patria? Hasta que llegue el día en que podáis tener la íntima satisfacción de pensar que habéis contribuido de alguna manera al progreso y al bienestar de la humanidad."
De esta manera recordamos a un gigante, a 140 años de sus más grandes legados.
Hoy en día contamos con la vacuna antirrábica para erradicar esta terrible enfermedad. Desafortunadamente, no hemos sabido aprovechar ese gran legado que nos dejó uno de los hombres más extraordinarios en el campo de la microbiología. Tristemente, las principales víctimas de esta enfermedad siguen siendo los niños, como ocurrió en Zacatecas y Colima hace unos días.
La aplicación de la vacuna en México es gratuita en módulos de vacunación o en centros antirrábicos del sector salud. No se deje influenciar si condicionan la vacuna con otros servicios que sí tienen costo, como vacunas contra parvovirus, moquillo, desparasitación o tratamientos contra garrapatas.
La vacuna antirrábica también puede ser aplicada por un médico veterinario legalmente establecido en una clínica, donde se garantiza el adecuado manejo de la cadena fría directa del laboratorio al profesional. Además, le otorgará un certificado o cartilla de vacunación con registro y cédula profesional, avalado por una asociación de médicos veterinarios especialistas en perros y gatos.
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