LA LIGA MISTERIOSA
En esta ocasión, "Bingo" se encontraba sin la chispa que lo caracteriza. Por lo regular, cuando lo llevan a la clínica da la impresión de que goza con la visita -parece sonreír-, pero ahora se mostraba completamente indiferente.
Su dueña lo había llevado a consulta al notarlo triste y sin apetito. Se trataba de un perrito de la raza poodle, de un año de edad aproximadamente y de 6 kg de peso, con un espeso "abrigo" de pelo blanco. A la auscultación todo parecía normal: temperatura, respiración, frecuencia cardíaca y percusión. Sin embargo, se encontraba ligeramente deshidratado y más delgado.
Se notaba la preocupación de la dueña por el estado de salud de su mascota. Al preguntarle sobre cambios en la alimentación, si había fumigado, administrado algún medicamento, etcétera, contestaba negativamente a todo; no había nada fuera de lo común.
Los veterinarios, en ocasiones, nos sentimos presionados por los propietarios cuando aún no terminamos de auscultar al paciente y ya nos cuestionan sobre la causa del padecimiento. Y, a veces, aún no tenemos la respuesta o un síntoma que nos lleve al diagnóstico de la enfermedad. "¿Qué te duele?... ojalá y hablaras", pensaba mientras veía a mi pequeño paciente.
En estos casos, para apoyarnos en el diagnóstico realizamos análisis de laboratorio. Lo de menos era administrar un paliativo, pero lo más importante era encontrar la causa de la enfermedad en ese momento y evitar el sufrimiento.
Estaba por terminar la auscultación cuando llegó la pregunta a la cual aún no tenía respuesta:
-¿Qué tiene mi perro, doctor?
Solo faltaba la revisión de su boca, que se encontraba cubierta por abundante pelo. Al intentar abrirla, ¡encontré la causa de su mal! Pero no me dio gusto debido a la gravedad del caso. "Bingo" tenía una liga alrededor del hocico que le impedía abrirlo y llevaba varios días con ella. La liga había perforado piel, músculos y mucosas bucales, y se encontraba alojada en los huesos de los maxilares. Iniciaba formación de pus y tejido necrótico.
Se sugirió cirugía de inmediato. Su dueña accedió, no sin antes preguntarse cómo había sido posible que llegara esa liga a la boca de su mascota. Afortunadamente, la recuperación fue magnífica y "Bingo" continuó como paciente durante años.
Debido al abundante pelo que tenía alrededor del hocico, no fue posible detectar la liga a simple vista, ya que la misma piel y el pelo la habían cubierto, impidiendo que el perrito abriera la boca. Afortunadamente, la dueña actuó de inmediato al notar el cambio de comportamiento de su mascota, aunque se encontraba bastante preocupada y molesta por no saber el origen de la liga.
Los tres dueños de "Bingo", entonces niños y ahora adolescentes, cuando lo llevan a la clínica para vacunas o estética, siempre reciben la misma pregunta con cierta suspicacia:
-¿Y quién fue el de la liga?
Y el menor, el más pícaro, con una sonrisa espontánea, se apresura a contestar:
-¡Yo no fui!
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