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Reportaje

Pilar Rioja: una vida tocada por la magia del flamenco

La bailaora lagunera tiene ya un lugar privilegiado en la historia del arte de este país. Una mujer que ha hecho de la danza una forma de vida, conquistado teatros alrededor del mundo y heredado sus conocimientos técnicos y estéticos sobre el escenario.

Pilar Rioja: una vida tocada por la magia del flamenco

Pilar Rioja: una vida tocada por la magia del flamenco

ADRIANA VARGAS

En el corazón de Torreón yace una escultura de la bailarina Pilar Rioja, oriunda de esta ciudad. Su figura luce en una postura con los brazos hacia arriba, falda ondulada, cabello recogido con una peineta. Una pose clásica de la danza española, pero que sólo ella puede dibujar con esa estética que ha sorprendido a miles de espectadores alrededor del mundo. 

La estatua, esculpida por el artista Joaquín Arias en 1985, fue reubicada en este lugar en el año 2019, sobre una base circular que realza la figura de la bailarina en el cruce de dos de las calles más emblemáticas y transitadas de la ciudad: la avenida Morelos, construida en 1923, y la calzada Colón, trazada en 1919 con apoyo de la comunidad española. El monumento fue reinaugurado con un cuadro de bailes del Parque España y con la participación de la cantante Chary Aranzábal. 

Es uno de los pocos monumentos en honor a las mujeres que han marcado la historia de la ciudad —el 90 por ciento están dedicados a hombres—. Es un acierto que el nombre y trayectoria de Pilar Rioja estén plasmados sobre estas avenidas, sin embargo, a la fecha, la escultura no cuenta con la placa original de su creación. 

En los últimos años, Pilar Rioja ha recibido diversos homenajes en La Laguna, Saltillo y Ciudad de México. 

En el año 2007 fue inaugurado en Torreón el Centro de Iniciación Artística (Cinart) Pilar Rioja, construido en las instalaciones de la antigua estación del ferrocarril, sobre calzada Colón y Galeana. Un lugar dedicado a la formación artística que albergaba a la Escuela Municipal de Danza Contemporánea, a cargo del maestro Jaime Hinojosa, así como proyectos formativos en música, artes plásticas y literatura. Pero el Cinart ha desaparecido, dando pie a la creación del Instituto de Música de Coahuila (INMUS). El nombre de la bailarina en el recinto quedó en el pasado. 

No obstante, es un nombre que sigue brillando con el paso de los años. En 2022 se realizó el más reciente homenaje a la artista por su 90 aniversario de vida, el cual fue organizado en el Teatro Isauro Martínez por su sobrino Eduardo Rioja Paradela con apoyo del Ayuntamiento de Torreón. Esa noche se presentó el libro Remembranzas, Pilar Rioja, con la extraordinaria fotografía del organizador y textos del hermano de Pilar, Eduardo Rioja. 

El presente texto pretende reunir un homenaje a la bailarina que el 13 de septiembre de 2025 cumple 93 años, y que ha dejado a La Laguna y a México un legado artístico que merece ser recordado siempre.

LAGUNERAS LEJOS DE SU TIERRA 

En 1950, a sus 18 años, Pilar Rioja dejó su natal Torreón para estudiar flamenco, primero en la Ciudad de México y después en España. Desde ahí inició su carrera profesional para comenzar su trayectoria en la capital mexicana y después ganarse al público en Estados Unidos, Latinoamérica, España y la Unión Soviética. 

Pilar fue contemporánea de la escritora Enriqueta Ochoa y de la también bailarina Magdalena Briones, otras dos destacadas laguneras. No es casualidad que estas tres grandes mujeres dejaran su ciudad para estudiar arte de forma profesional. En aquellos años, tal vez como ahora, el panorama cultural de Coahuila y la Comarca Lagunera era muy reducido y no existían escuelas profesionales de arte. Además, para las mujeres era muy difícil hacer una carrera a nivel superior. 

El mismo año que Pilar se mudó a España para estudiar baile flamenco con el Estampío, Enriqueta Ochoa publicó su primer libro de poemas: Las urgencias de un Dios. El poemario provocó rechazo en la sociedad lagunera, así que la joven dejó la región en busca de otros horizontes donde su escritura pudiera florecer. 

Por su parte, Magdalena Briones viajó a España a los 24 años de edad para estudiar danza española formalmente durante tres años. Bailó un tiempo al lado de Pilar Rioja, a quien según comentó en entrevista, le dio clases en los inicios de su carrera. Tiempo después, Magdalena formó una academia y una compañía de danza que recorrió con éxito varias capitales. Tras unos años de intensa actividad, dejó de bailar y decidió ingresar a la licenciatura en sociología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). 

HONOR A UNA VIDA DEDICADA AL ARTE 

Como lagunera admiradora de la danza, desde niña supe del trabajo de Pilar Rioja a través de videos y fotografías. A inicios de la década del 2000 entrevisté a su hermana Milagros (q.e.p.d.), dueña de una academia de danza española de fuerte tradición en nuestra ciudad. En su casa, en la colonia Torreón Jardín, descubrí que la disciplina y la pasión por el baile han vivido siempre en el corazón de las dos hermanas. 

Fue en 2013 cuando vi por primera vez a Pilar Rioja en un homenaje realizado a su trayectoria por el gobierno de Coahuila. Ella tenía 81 años y deleitó a su público con un número coreográfico dejando clara su grandeza. 

En el Teatro Isauro Martínez fue declarada “Benemérita del Arte” y se develó una placa en su honor. Además, el Gobierno del Estado anunció que la homenajeada recibiría una pensión vitalicia, un beneficio que ha sido otorgado a muy pocos coahuilenses. 

La ceremonia contó con la presencia del escritor y periodista cultural Alberto Dallal, autor del libro Pilar Rioja, donde relata de manera magistral la vida de la bailarina a través de entrevistas y un gran acervo fotográfico. En esa ocasión se presentó la lagunera Itziar Muguerza, quien se formó en la academia de Milagros Rioja, así como otros bailadores y músicos de la Ciudad de México. 

Tiempo después, en 2016, el nombre de Pilar Rioja fue inscrito en letras doradas en el muro del vestíbulo del Palacio del Congreso de Coahuila. El último homenaje, como ya se ha mencionado, se realizó en 2022. En él se exhibió una escultura creada por el artista lagunero José Luis Ponce en honor a la bailarina. Ella, lúcida y alegre, agradeció el cariño de su público. 

Pilar ha sido reconocida en muchas otras ciudades. En el 2015, por ejemplo, recibió un homenaje en el Teatro Esperanza Iris de la Ciudad de México, donde bailó de forma magistral, demostrando su dominio entero de las castañuelas y acompañada del piano, sus hermosos vestidos y el eco de su zapateado. 

LA DANZA: UNA FORMA DE VIVIR 

“¿Qué pasaría si en vez de solamente construir nuestra vida, tuviéramos la locura o lucidez de bailarla?”, escribió Roger Garaudy en el libro Danzar su vida. El filósofo francés afirma que la danza no es sólo un arte, sino una forma de vivir. 

Esta premisa vive en el corazón de Pilar Rioja. Ella no concebía una vida sin bailar y logró que la fuerza escénica que desprendía inundara todos los teatros y salas donde se presentaba. Eran ella, sus manos, los trazos de su figura, las castañuelas, sus imponentes vestidos y faldas, su cantaor, guitarrista o pianista acompañándola. Sólo eso bastaba para cautivar al espectador.

“Yo lo que quiero es bailar, bailar, bailar… la única situación en la que me siento a gusto es bailando”, le dijo Pilar a Alberto Dallal en entrevista. Así, desde los seis años fue tocada por la magia del flamenco, perfeccionó su técnica y expandió su esencia por tablaos y teatros, en comunión con la duela y entregada a la mayor de las pasiones. 

Porque “la danza es una forma de existir. No simplemente juego sino celebración, participación y no espectáculo; está entrelazada con la magia y la religión, el trabajo y la fiesta, el amor y la muerte. Los hombres han bailado en todos los momentos solemnes de su existencia: la guerra y la paz, el matrimonio y los funerales, la siembra y la cosecha”, escribió Garaudy. 

Desde muy pequeña, en las fiestas de la Covadonga, Pilar Rioja vivió inmersa en el ambiente dancístico, en la fiesta brava, en la música, y pronto descubrió que esa sería su misión en la vida: dejar huella en la duela con las líneas que dibujaba con sus manos y su cuerpo. 

“Pilar es un invento del espacio, un ir y venir de la música, un dibujo trazado por los dedos del guitarrista. Nosotros no existimos, existe ella. Pilar Rioja es una libertad, un estremecimiento. Una línea libre como el cante”, escribió Alberto Dallal en el libro dedicado a la artista.

LOS PRIMEROS PASOS 

Pilar nació en Torreón el 13 de septiembre de 1932. Después de realizar sus estudios fundamentales (de baile y educación básica), se trasladó en 1950 a la Ciudad de México, donde comenzó sus faenas de aprendizaje con el maestro Óscar Tarriba, quien la aconsejó para que se dedicara profesionalmente a la danza. Antes, Pilar se había presentado en teatros de Torreón acompañada por su hermana Milagros. 

“En 1938, la niña Pilar bailó por primera vez la jota acompañada por su padre Eduardo Rioja en la tradicional romería de Covadonga. Ella recuerda con nostalgia sus primeros bailes en las kermeses del Perpetuo Socorro y a su maestra Rosa Velia Vargas del Colegio Modelo”, escribió Eduardo Rioja, hermano de Pilar, en el libro Remembranzas

Las fiestas o romerías fueron una tradición lagunera entre los miembros de la colonia española desde principios del siglo XX. Se realizaban en conmemoración a la batalla de Covadonga, donde los asturianos, inspirados por la virgen del lugar, lucharon y vencieron a los musulmanes en el año 711. Generalmente se realizaba el festejo durante los primeros tres fines de semana del mes de septiembre, de acuerdo con el libro Torreón, ciudad centenaria: antecedentes, fundación y desarrollo

Pilar Rioja fue la primera niña de la descendencia en América de una familia de agricultores españoles que llegó a asentarse en Torreón. De acuerdo con Eduardo Rioja, su hermano, “Pilar vive su infancia en la casa de adobe de la abuela Goya, traída desde España como cocinera de la hacienda de Santa Teresa. Estudia la primaria en el Colegio Cervantes, fundado por refugiados españoles favorecidos por el general Lázaro Cárdenas”. 

En uno de los cuartos de aquella casa, Pilar jugaba al baile montando sus primeras coreografías que a la edad de 14 años presentaría en el Teatro Princesa situado frente a la Plaza de Armas. 

“Nunca me pregunté si me gustaba bailar; desde los catorce años no he dejado de hacerlo”, le dijo Pilar a su hermano, según relatan las memorias publicadas en Remembranzas. En este texto, Eduardo cuenta que su hermana nunca fue obligada por su padre a dedicarse a la danza, pero sí fue un importante impulsor de su carrera. 

En 1947 ofreció delineadas coreografías en el Teatro Isauro Martínez. En 1948 actuó en el Teatro Princesa de Torreón y en teatros de Aguascalientes, Durango, Guadalajara y El Paso, Texas. 

Una de las presentaciones que quedaron grabadas en la memoria histórica de La Laguna fue el recital de música y danza española que ofreció Pilar Rioja junto al pianista Alejandro Vilalta, el 28 de enero de 1950 en el Teatro Princesa, donde bailó en diversas ocasiones junto con su hermana Milagros Rioja. De acuerdo con la nota publicada ese día en el periódico El Siglo de Torreón, había gran expectación y las localidades estaban por agotarse:

“El público asistirá a un espectáculo de gran importancia artística, ya que el recital será seguramente la consolidación definitiva de Pilar Rioja como una gran bailarina”, publicó el diario. 

Pronto esta ciudad no fue suficiente para que Pilar se desarrollara profesionalmente en la danza. Entre 1950 y 1953 viajó a España y perfeccionó sus modalidades flamencas con Juan Sánchez Valencia "El Estampío", penetró en los secretos de la escuela bolera con Ángel Pericet e incursionó en la escuela folclórica. 

En 1968 estudió con Regla Ortega, también en España, y a partir de 1970, en México, descubrió al maestro que habría de acompañarla toda su vida, indicándole los secretos de la coreografía y refinando sus cualidades: Manolo Vargas. 

Al regresar de España, relata Remembranzas, Pilar tomó la decisión de trabajar en el cabaret Gitanerías de la Ciudad de México. 

“Fue una prueba de seis años, pues es la época de reflexión que determina su identificación con la danza y la búsqueda de un estilo solo encontrado en la sencillez de su persona. De noche trabaja en el cabaret, de día imparte clases, ensaya y visita diariamente a su madre enferma en el sanatorio”. 

UNA BAILARINA CONSOLIDADA 

Pilar Rioja ha sido admirada por personalidades de la música y la danza. El musicólogo y arquitecto Domingo José Samperio, por ejemplo, fue a verla en el Concierto de Música Barroca de Castañuelas en la Embajada de la República Española, para conmemorar los 80 años de vida del poeta León Felipe. Ahí Samperio le adjudicó a Pilar el adjetivo de “el mirlo blanco”. 

Domingo José Samperio fue una persona muy importante en la vida artística de Pilar. En entrevista, la bailarina compartió que él realizó la grabación de obras musicales con ella tocando las castañuelas: “Domingo José Samperio se dedicaba mucho a dar conferencias sobre la danza española y él ideó hacer una música con castañuelas, porque es un instrumento de percusión. La hizo con músicos barrocos, vino conmigo, me pidió hacer la música, le dije que sí, pero con una condición: que yo quería bailar y tocar, me dijo que eso era muy difícil, pero hicimos la prueba”. 

“Estuvimos trabajando en eso, con la escuela bolera del siglo XVIII, que es de donde viene el flamenco; es la combinación de ballet y español. Yo sí le doy el nombre a Domingo José Samperio, es el que ideó hacer música con las castañuelas. Estudiamos mucho, hicimos muchas giras por todo México, en los mejores teatros, en Bellas Artes, donde también Milagros formó parte. También ella sabía toda la danza española y la enseñaba”. 

Pilar mantuvo una larga amistad con León Felipe, así como con el matador Rodolfo Gaona. También conoció a la poeta Pita Amor, a la actriz Ofelia Guilmáin, al escritor Paco Ignacio Taibo, al poeta Pedro Garfias, entre otras personalidades. 

Los sesenta fueron años difíciles porque murieron sus padres. No obstante, en 1964 se presentó por primera vez en Bellas Artes en la Sala Manuel M. Ponce. Desde entonces la crítica comenzó a valorar su trabajo en el ámbito internacional. 

En 1969 bailó en el Teatro de la Zarzuela en Madrid. Sobre el espectáculo, Daniel Sueiro escribió: “Pilar Rioja aparece entre nosotros y se pone a bailar, y entonces crece, se agiganta, se transfigura y lo cambia todo, y nosotros empezamos a enmudecer, a desaparecer, a sentir en ese momento que nada que no sea su danza tiene demasiada importancia”. 

La década de los setenta marcó el inicio de su consolidación artística con exitosas giras en México y Sudamérica, y con temporadas en Nueva York en el Teatro del Repertorio Español. En 1975 realizó una gira por la Unión Soviética. Su triunfo la hizo volver en repetidas ocasiones al país y fue invitada a dar clases a los profesores de la Escuela Coreográfica del Bolshoi, según comparte Eduardo Rioja. 

A partir de entonces, la carrera de la bailaora se intensificó. En 1978 participó junto a Plácido Domingo en la ópera Carmen en el Palacio de Bellas Artes y en los ochenta protagonizó recitales en el Central Park de Nueva York ante cinco mil espectadores. En esa época también actuó en La vida breve, ópera de Manuel de Falla, en el Palacio de Bellas Artes. 

Desde luego, fue acompañada por la Camerata de Coahuila en grandes obras como El amor brujo y La oración del torero. Era el año de 1996, el cual estuvo marcado por la historia de la orquesta en Torreón. Tiempo después, en 2001, la joven Itziar Muguerza, heredera del arte de Pilar Rioja, bailó también junto a la Camerata de Coahuila. Música y danza han convivido armónicamente en los escenarios de Torreón desde entonces. 

Durante toda su carrera, Pilar fue admirada por artistas e intelectuales que en diversas ocasiones la hicieron figura central de su obra. El poeta Luis Rius escribió: 

“Podría bailar // En un tablado de agua / sin que su pie la turbase, / sin que lastimara al agua. // No en el aire, que, al fin, es / humano el ángel que baila. // No, en el aire no podría, / pero sí en el agua”. 

Pilar fue entrevistada y sus presentaciones reseñadas por numerosos medios de comunicación. En una ocasión, la gran Elena Poniatowska dijo acerca de ella: “Cuando Pilar Rioja se subía al tablado se veía que traía a toda España adentro. Y también al amor de Luis Rius…”. 

Pilar compartió que tanto a ella como a su hermana Milagros constantemente les obsequiaban obras artísticas: “Pita Amor le hizo a Mila una poesía, la admiraba mucho; a mí también me hizo poesía. Yo me juntaba con gente así (...) me juntaba con los poetas, me querían mucho, por eso tengo tantos dibujos. Cada vez que yo iba a un sitio de la república mexicana me hacían algún poema. Yo le agradezco mucho a México todo lo que me quiere”. 

Es interesante imaginar a Pilar Rioja bailando sola en teatros de la Ciudad de México, Nueva York, la Unión Soviética. En las artes escénicas, se necesita una fuerza y una energía especial para brillar en el escenario y cautivar al público con la única compañía de los músicos: guitarra, percusiones, el canto y un tablao. 

“Generalmente siempre he bailado sola…”, decía Pilar en el citado libro de Alberto Dallal, razón que la vuelve una artista más valiosa, porque es difícil llenar un escenario sin compañía. Pero a ella el duende del flamenco la convirtió siempre en una figura digna de admirar. Imposible no contagiarse por su maravillosa estética. 

Hasta la fecha, Pilar es el ejemplo vivo de que sin pasión y entrega, el arte simplemente no existiría. Es una mujer incansable: cuando no ha estado bailando, se ha dedicado siempre a enseñar y a montar coreografías para sus estudiantes.

ACADEMIA RIOJA, EL HOGAR DE PILAR 

Con todo y los homenajes que ha recibido, la vida de Pilar Rioja no ha sido fácil en los últimos años. Su sobrino Eduardo compartió que para ella fue un golpe muy fuerte el fallecimiento de su hermana Milagros el año pasado, quien era prácticamente “como su hija”. Sin embargo, con el paso del tiempo ha mejorado su estado de ánimo. 

“Ella sólo ha vivido para la danza, no tiene otra actividad; lo único que ha hecho toda la vida es ensayar y bailar… es una mujer fuerte, resiliente”, comentó Eduardo Rioja. 

Pilar ha fijado su residencia en la Ciudad de México, donde se mantiene activa gracias a la Academia Rioja, la cual fundó en la colonia Narvarte y que actualmente dirige el bailarín y maestro Jenaro Sosa. En los últimos meses, la lagunera ha sido coreógrafa en este recinto, donde asiste cotidianamente, y eso le ha permitido sentirse activa en la danza, su mayor pasión. 

Bajo su dirección artística, los alumnos han explorado las distintas vertientes que tiene la danza española —folclore, escuela bolera, danza clásica estilizada, flamenco— con el sello característico de la maestra, pero sin perder la personalidad que caracteriza a cada bailarín. 

La Academia Rioja se ha presentado en distintos foros de la Ciudad de México. Han participado en las primeras ediciones de las Jornadas de Danzas Españolas a cargo del CENIDI Danza “José Limón”, así como en el Homenaje a Pilar Rioja en la Casa Coahuila y en la temporada de flamenco del Centro Cultural “Los Talleres”, en el homenaje a Pilar Rioja en la Sala Miguel Covarrubias y en el Teatro Isauro Martínez de Torreón. 

La escuela abrió el Foro Milagros en honor a la maestra Milagros Rioja, hermana de Pilar, donde se ofrecen funciones de danza española los fines de semana. 

En entrevista desde su hogar en la capital, Pilar habló sobre este lugar, y dijo que gracias a la dedicación de su alumno Jenaro Sosa, la academia ha ganado premios internacionales. 

“Es muy buen bailarín, muy disciplinado, no le tengo que decir que estudie. Ya ganó un gran premio de mi escuela en un concurso de castañuelas en Madrid, lo ganó hace dos años. Bailó y lo mandaron al Carnegie Hall en Nueva York, que es uno de los teatros más importantes del mundo. Él es muy valioso. Él es de Yucatán, va a ir a presentarse al Festival de Flamenco de Mérida”. 

COMPARTIR SU HERENCIA ARTÍSTICA 

Recientemente la Academia Rioja recibió la visita de Perfecto Uriel, director de la Casa de la Danza de Logroño, un museo ubicado en La Rioja, España, que exhibe vestidos de grandes figuras de la danza española clásica y contemporéa a nivel mundial. En la Ciudad de México exhibieron parte de su acervo, que incluye cinco de los vestuarios de la bailarina lagunera donados por ella misma. 

Durante esa visita, Pilar compartió que sufrió un accidente automovilístico y eso la mantiene delicada de salud: “Me encuentro un poquito delicada, tuvimos un choque y ando mal de mis costillas”. 

“Jenaro iba atrás conmigo, íbamos a recoger al aeropuerto al señor Perfecto Uriel. Él tiene un museo de vestidos de danza de distintas partes del mundo, de ballet, de danza contemporánea, flamenco, de todo. Lo tiene en su tierra que es La Rioja, la capital es Logroño y mi papá era de ahí. Me dio mucho gusto que el señor Uriel me tomara en cuenta, tiene cinco vestidos míos. Vino a dar una conferencia en la academia aquí en la Ciudad de México. El accidente fue ese día y Jenaro ya no pudo bailar porque se lastimó el cuello y la espalda. Yo me lastimé más”. 

Sin embargo, Pilar está segura de su recuperación y de que pronto regresará a seguir enseñando a sus alumnos, Jenaro y Rocío Maza, para quienes monta coreografías constantemente: 

“Tengo ya diez años dedicándome a la enseñanza, mis alumnos son Rocío Maza y Jenaro Sosa, son los que me siguen actualmente. Me estoy dedicando nada más a eso. Antes podía bailar más”. 

Pilar Rioja reconoce, además, el trabajo que su hermana Milagros realizó como maestra durante décadas: “Ella se dedicó a enseñar en su estudio en Torreón, trabajó mucho en México, en todos lados que yo trabajaba. Ella bailaba conmigo desde los cinco años, pero ya no quiso bailar porque no le gustaban las entrevistas ni salir a saludar ni esas cosas. Me dijo 'Pili, ya no quiero hacer eso, yo mejor enseño'. Mi hermana tiene mucho que ver con esta enseñanza, también bailó mucho conmigo”. 

A punto de cumplir 93 años, Pilar se siente con el ímpetu de seguir bailando: 

“A los 80 años todavía bailaba y me presentaba yo sola. Tuve que dejar de bailar, no porque yo quisiera, sino porque físicamente yo no podía seguir bailando. (Pero) yo seguiría bailando de otra manera. Ahora sigo enseñando; al que quiera mi escuela, yo se la enseño”.

En estos momentos Pilar dice sentirse agradecida con el cariño de la gente de Torreón: 

“No me puedo quejar, yo de Torreón agradezco mucho, me hicieron una estatua. Para mí ha sido muy importante, la hizo Joaquín Arias. Yo pienso que Torreón me quiere mucho. La primera vez que bailé en España —donde yo me costeé todo, porque tuve que presentarme sola; Samperio me iba a ayudar como me ayudó aquí, pero falleció—, la gente me preguntaba si yo venía de México. Yo siempre les decía: «yo soy de Torreón»”. 

Imagino a Pilar con su espalda erguida, sus faldas largas, su cabello recogido, disfrutando las tardes y noches de flamenco en el foro Milagros, revisando las coreografías de sus alumnos y reviviendo los extraordinarios momentos que plasmó en escenarios de todo el mundo. 

No bastarán homenajes y ceremonias para dar el valor que merece una grande de la danza española. Su estética, su comunión con la duela, su complicidad con la guitarra, las percusiones y las castañuelas vivirán siempre en nuestra memoria.

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Escrito en: Adriana Vargas Pilar Rioja Eduardo Rioja Jenaro Sosa flamenco danza danza española Teatro Isauro Martínez

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