Hace unos días, en Yemen, un grupo separatista del sur apoyado por Emiratos Árabes Unidos (EAU) lanzó una ofensiva relámpago y tomó el control de la región más grande y rica del país. El problema es que esta ofensiva desplazó a facciones alineadas con Arabia Saudita y debilitó al gobierno yemení reconocido internacionalmente. Además, provocó la retirada de tropas saudíes de Adén. Con frecuencia se habla de las monarquías del Golfo, como Arabia Saudita y EAU, como si fueran aliados incondicionales. Sin embargo, la rivalidad y la competencia entre ambos países es profunda. Yemen es uno de los escenarios donde esto se hace evidente. Sudán es otro. Pero hay mucho más y el tema representa un enorme reto para Trump.
1. En el centro de la rivalidad se encuentra la competencia estratégica por puertos, comercio y espacios de seguridad. Pero las personalidades de Bin Salman, el príncipe heredero saudí y el presidente de EAU, Bin Zayed, también importan. Su distanciamiento ha alcanzado puntos álgidos y visibles. Las tensiones entre Riad y Abu Dabi incluyen competencia por liderazgo regional, diferencias sobre la guerra en Gaza, desacuerdos económicos (OPEP+, inversiones, sedes regionales) y, más profundamente, dos modelos distintos de ejercicio del poder. Bin Salman apuesta por grandes cumbres y protagonismo público; Bin Zayed, por una influencia más silenciosa y redes propias.
2. Esta pugna se expresa de manera concreta en conflictos como Yemen o Sudán, donde ambos buscan controlar costas, puertos y recursos estratégicos clave como petróleo, oro y tierras agrícolas. El episodio de la ofensiva del Consejo Transicional del Sur en Yemen, apoyado por EAU, de hace unos días, lo exhibe con claridad. Aunque ambos países afirman respaldar al mismo gobierno y combatir a los houthies, en la práctica apoyan a actores con objetivos distintos. Riad busca un Yemen unificado y una salida negociada del conflicto; Abu Dabi, en cambio, respalda a fuerzas separatistas para asegurar influencia territorial, control de puertos y acceso a recursos.
3. En Sudán, la tensión entre Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos se manifiesta de forma similar. Ambos países utilizan la guerra civil sudanesa como un escenario de competencia estratégica. EAU respalda a las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) de Hemedti, una de las dos partes enfrentadas en el conflicto. Se trata de un actor que controla minas de oro, rutas de contrabando y zonas clave del país, y cuyo comercio fluye en gran medida hacia Emiratos.
4. Arabia Saudita, por su parte, respalda al ejército regular sudanés (SAF), comandado por Burhan. Riad busca preservar un estado formal con el cual pueda negociar estabilidad, seguridad en el Mar Rojo y control de rutas marítimas estratégicas. Basta con observar un mapa para entender la relevancia geográfica de Sudán: acceso a costas, puertos y recursos en un punto clave entre África, el mundo árabe y las rutas comerciales globales. En este contexto, el príncipe saudí está buscando involucrar a Trump en la negociación de un cese al fuego definitivo.
5. Pero estas fricciones entre aliados chocan con la visión de Trump y la estabilidad que busca para la región. La pugna entre Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos tiene, en cambio, un alto potencial desestabilizador en toda la zona.
6. Washington ha preferido, por ahora, no tomar partido abiertamente por ninguno de los dos. Sin embargo, la rivalidad sigue creciendo y sus consecuencias chocan cada vez más con sus planes. Por ello, el presidente estadounidense terminará teniendo que elegir entre mediar de forma activa entre ambos, o bien favorecer a uno de los dos.
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