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Jorge Volpi

Qué hacer con el PAN

JORGE VOLPI

Si Morena es, como muchos sostienen, la cuarta reencarnación del PRI, ¿qué es el PAN? ¿Qué puede ser el PAN en el siglo XXI? Fundado en 1939 por Manuel Gómez Morin, desde sus inicios se presentó como una reacción a la deriva izquierdista que Lázaro Cárdenas le imprimía entonces al llamado régimen de la Revolución. En su interior convivieron corrientes distintas y en ocasiones opuestas, una férreamente católica y otra liberal, que por momentos acercó al partido a la democracia cristiana europea y en otros al resto de los partidos conservadores de América Latina. Su apuesta por la vía democrática, durante esa larga travesía del desierto, fue, en cambio, siempre excepcional.

Tras el constante acoso del partido oficial y numerosas crisis internas, el PAN finalmente alcanzó el poder más de sesenta años después, en el 2000, en buena medida como consecuencia del desgaste, la corrupción y el desmoronamiento interno del PRI tras más de setenta años en el poder. Si su primer gobierno fue esencialmente errático, el segundo fue catastrófico: la guerra contra el narco lanzada por Felipe Calderón precipitó al país en una imparable ola de violencia que aún no cesa. Las miles de muertes y desapariciones, sumadas a su incapacidad para atajar la desigualdad estructural de la población, se resolvieron en el regreso del PRI a la Presidencia en 2012.

Si cuando estuvo en el poder el PAN comenzó una larga época de extravíos, sus tres derrotas consecutivas en los años posteriores, sumadas a su alianza con el PRI -o, más bien, con los restos del viejo PRI que no se habían integrado en Morena-, lo condujeron a una crisis sin precedentes. Su permanente falta de autocrítica -fuese sobre la guerra contra el narco o su vínculo con figuras como Genaro García Luna-, sus constantes bandazos en distintos temas y su falta de coherencia a la hora de criticar justo las mismas prácticas en que incurrió durante sus años de gobierno terminaron por arrebatarle los últimos rastros de credibilidad que le quedaban.

Suya es también, en buena medida, la responsabilidad de que Morena se haya convertido otra vez en un partido hegemónico: su oposición, a ratos tibia, a ratos inconsistente y siempre burda, alentó este regreso al pasado. Hoy, el PAN gobierna apenas en cuatro estados y su papel en el Congreso es irrisorio, en tanto sus rivales, como hace medio siglo, controlan a su antojo no solo los tres poderes, sino todos los demás ámbitos de poder real en México. Ninguna encuesta le concede, hoy, la menor posibilidad de recuperar la Presidencia o los estados donde habrá elecciones pronto.

En este escenario, desprovisto del aura de heroísmo democrático de sus primeras décadas y reducido casi a sus cenizas, el PAN se ha preguntado obviamente qué hacer. Ninguna alternativa parecía alentadora: regresar al pasado, siguiendo los pasos de Morena, significaba, por una parte, asumir durante largo tiempo una oposición meramente simbólica, anclado en los temas centrales que el partido tuvo siempre en su ideario -patria, familia, libertad no son precisamente novedades en éste-, esperando que los propios descalabros de sus enemigos les concedan una rendija desde dónde colarse de nuevo a espacios de poder. La otra opción era asimilarse más a los partidos de ultraderecha que ascienden en todo el mundo, menos en México: una apuesta un tanto suicida, que en cualquier caso queda como posibilidad allí, en el propio lema que han elegido.

La nueva dirección del PAN, que parece más vieja que nunca, optó por una peculiar mezcla: una suerte de vuelta al origen (que implica la suave ruptura con ese PRI que sigue muriéndose sin morirse) y una cierta apuesta por un discurso de derecha más incendiario. Nada de eso parece que vaya a funcionar. Cuando el PAN al fin alcanzó el poder (y luego lo dilapidó en tiempo récord) fue por una estrategia distinta: haber sabido aprovechar la caída del PRI y, frente a la competencia de la izquierda, abrirse a la sociedad sin reservas, convertido en la punta de lanza de un movimiento cívico y democrático. Con su actual remozamiento light, quizás no les aguarden otros 60 años en la oposición, pero sí un largo tiempo de zozobra.

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