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Los 4 Fantásticos: Primeros pasos

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HUGO J. CASTRO

Algo que considero crucial en las películas que retoman a los superhéroes es indudablemente que por parte del director y de la producción debe haber un respeto no solo a quien lo creo, sino a la esencia de este, su contexto y por ende que la narrativa nos permita vislumbrar una figura capaz de emocionarnos y hasta identificarnos con ella, para hacerla memorable o simplemente que nos permita reflejar la humanidad que pudiera tener alguien con un poder diferente.

En esta nueva versión de los 4 Fantásticos (Shakman, 2025) tiene el valor de mantener el contexto y los “trazos” originales de los personajes y su psicología.

Es verdad que para algunos espectadores esta historia se queda “corta” en varios aspectos que dejan un poco el sabor de que le faltó un ingrediente que hiciera que la combinación fuera suficientemente buena para el paladar exigente que tenemos en cuanto a las narraciones de universos como el de Marvel, DC u otra franquicia de fantasía que sea masivamente seguida. 

Pero creo que en gran medida el director Matt Shakman, quien tuvo a su cargo el desarrollo de una serie compleja como WandaVision, pudo retomar la nostalgia que está de moda para recurrir a elementos más sutiles y que al ponderarlos tienen una lectura más profunda.

Y el ejemplo es la serie sobre la Bruja Escarlata, en la cual si uno piensa que es una historia de un antihéroe que busca recrear una realidad a su conveniencia, pierde de vista que en realidad es un homenaje a la historia de la televisión en Estados Unidos, que envuelve desde tonos, géneros, luchas por entrar a este medio en donde se ha mantenido la idea de que la estética visual va de la mano con el estereotipo de la raza “blanca”, mientras que a los personajes de otras representatividades raciales diversas no han tenido la misma suerte.

Sin embargo, esta historia tenía que retomar varios elementos cruciales de la visión de finales de los años 50’s. El primordial es el futuro, imaginar que se podía viajar al espacio exterior fue un gran logro científico, de ingeniería y del valor del ser humano por no conformarse a quedarse en la Tierra.

El aspecto de mantener a la familia como núcleo de la sociedad, no el aislamiento postmoderno, sino la idea de comer juntos, convivir a pesar de la diferencia de criterios y pensamientos y en particular sentir que está idea puede dar fundamento a una sociedad más armónica (aquí hay que decir que esta sociedad era la que infundieron los medios masivos como el cine, el periódico, la radio y la aparición de la caja llamada televisión, pero que en la realidad en pocos hogares se logró llegar de manera total).

Un elemento más es la importancia del diseño en la vida de las personas, no solo en el vestir o en las formas de los muebles, herramientas, autos y hasta robots, sino como una visión de originalidad y de rumbo.

En esta época, el diseño industrial y el diseño arquitectónico apostaban por una realidad funcional, pero a la vez con un toque personal, lejos aún de la producción en serie de desarrollos habitacionales en los que hemos crecido, y más aún esto representa un reto crucial para una sociedad acostumbrada al “template” o a los diseños preestablecidos para hacer anuncios, folletos, carteles, ropa y hasta invitaciones (bendito Canva), debido a que somos una comunidad que se desarrolla en tiempo real, por ende la creatividad cede el paso a la solución.

Y aquí aparece el motor de la película, la incertidumbre del devenir. La sociedad se ve en riesgo a partir del no tener claridad de qué vendrá en los próximos momentos, lo cual hace que el mismo Reed Richards (interpretado por el omnipresente Pedro Pascal) no tenga las respuestas ante el futuro.

Posiblemente, la narrativa de esta película ya se vea distante para las nuevas generaciones, pero eso es bueno porque no cae en el terreno de mostrarnos la nostalgia como el tiempo perdido e imposible de recuperar, dando pasos a la añoranza, sino más al creer que hay una construcción de una sociedad diferente que va más allá de la virtualidad, que se construye con el ejercicio diario de la convivencia, algo que se puede considerar obsoleto o “rancio” pero que en el fondo nos permite concedernos ver que la vida puede ser muy interesante aún con una tormenta de dudas con las que convivimos constantemente.

No es perfecta la película, pero tampoco es un desastre, solo da un ejemplo de que a los héroes hay que recordarlos en su ambiente y no solo a forzarlos que se adapte a este aquí y ahora.

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