
Hannie Schaft. Foto: Wikimedia Commons
Una joven neerlandesa ve interrumpida su vida cotidiana tras la invasión de los nazis a Países Bajos. Pero en lugar de someterse al abuso y al terror, la protagonista de esta historia decide resistir, con todo lo que eso implicará para su vida y su país.
Publicada durante el verano de 2025, Ráfaga roja (Seix Barral) es la primera incursión de Liliana Blum en el género de la novela histórica, y en sus páginas retrata la vida de Hannie Schaft, una joven común que, al verse cara a cara con el mal, demostró un valor y un aplomo que fueron todo menos común.
LA AUTORA
Liliana Blum nació en la ciudad de Durango en 1974. Estudió Literatura Comparada en la Universidad de Kansas y cuenta con una maestría en Educación por parte del Tecnológico de Monterrey (ITESM). Su obra narrativa abarca los géneros de cuento y novela, y ha publicado, entre muchos otros títulos, Pandora (Tusquets, 2015), El monstruo pentápodo (Tusquets, 2017), Cara de liebre (Seix Barral, 2020), y Un descuido cósmico (Tusquets, 2023). Su trabajo ha sido traducido al inglés y al italiano.
DOS PROFECÍAS
Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, Hannie Schaft es una estudiante de leyes. Poco después de la invasión a Polonia, con la incertidumbre sobre el futuro de su propio país en el aire, Hannie visita a Julius Spier, un psicólogo jungiano de origen judío, quien, tras leerle la mano, le revela dos cosas: que su vida será breve, pero también excepcional.
Los nazis no tardarán mucho en invadir los Países Bajos y someter a la población local. Hannie tendrá que abandonar todo lo que hasta entonces había sido su vida para ir en busca de algo más, acaso más grande que ella misma, pero no por eso menos trágico: en el transcurso de la guerra se convertirá en otra, en Ráfaga Roja, una mujer que combate, vive y ama con la certeza de que pronto va a morir.
LA CAZA SALVAJE DE WOTAN
En 1989, el pintor Franz Von Stuck terminó una de sus obras más conocidas, Die Wilde Jagd (“La caza salvaje”). En ella se representa al dios germánico Wotan mientras dirige al ejército de los muertos en una cacería interminable y brutal. Según las leyendas alemanas, quien tenía la mala suerte de cruzarse con esta jauría espiritual sólo tenía dos opciones: unirse a los espectros o morir. En otras palabras: sumarse a los perpetradores o convertirse en víctima.
Ese mismo año nació Adolf Hitler, quien con el correr de las décadas desarrollaría un gran parecido físico al del Wotan representado en el cuadro de Von Stuck —quien deseé corroborarlo no tiene más que buscar el cuadro en Internet; el parecido es tan pronunciado que hay quien ha llegado a sugerir que Hitler buscó conscientemente que esto sucediera—.
Por su parte, en 1936, Carl Jung escribió un ensayo en el cual refería lo siguiente: “El movimiento hitleriano literalmente puso de pie a toda Alemania, desde los niños de cinco años hasta los veteranos, y ofreció el espectáculo de una nación migrando de un lugar a otro. Wotan, el errante, estaba en movimiento”.
En el mismo escrito toca brevemente el asunto del antisemitismo: “En la Edad Media, el papel del vagabundo inquieto fue asumido por Asuero, el Judío Errante, que no es una leyenda judía, sino cristiana. El tema del vagabundo que no ha aceptado a Cristo se proyectó sobre los judíos, de la misma manera que siempre redescubrimos nuestros contenidos psíquicos inconscientes en otras personas”.
Además, el psicoanalista señala que fue el espíritu de Wotan quien poseyó a Europa durante los años de la guerra: “Quizá podríamos resumir este fenómeno general como ergriffenheit, un estado de ser apresado o poseído. El término postula no sólo un ergriffener (alguien que es apresado), sino también un ergreifer (alguien que apresa). Wotan es un ergreifer de hombres y, a menos que se quiera deificar a Hitler —lo cual de hecho ha sucedido—, él es realmente la única explicación”.
Menciono a Jung por la relación que tiene con un personaje que, aunque aparece de manera breve, no deja de ser central en el destino de Hannie Schaft: Julius Spier. De origen judío-alemán, llegó a los Países Bajos tras abandonar su profesión original de contador y después de prepararse con Carl Jung para ejercer como psicoterapeuta, disciplina que acompañó con la práctica de la quiromancia.
Resulta destacable como Spier fue capaz de conectar con el inconsciente colectivo para revelar a la protagonista lo que le aguardaba en la guerra, de la misma manera en que, décadas atrás, antes de la Primera Guerra Mundial, Carl Jung había podido atisbar el futuro a través de una serie de visiones.
En sus memorias relativas al año de 1913, Jung escribió lo siguiente: “De repente, tuve una visión sobrecogedora: vi una inundación monstruosa que cubría todas las tierras bajas y septentrionales entre el Mar del Norte y los Alpes. Al llegar a Suiza, vi que las montañas se alzaban cada vez más para proteger nuestro país. Comprendí que una terrible catástrofe estaba en curso. Vi las imponentes olas amarillas, los escombros flotantes de la civilización y los cuerpos de miles de personas ahogadas. Entonces, todo el mar se convirtió en sangre. Esta visión duró aproximadamente una hora… Pasaron dos semanas; luego, la visión se repitió, en las mismas condiciones, incluso más vívida que antes, y la sangre se acentuó aún más. Una voz interior me habló: ¡Míralo bien; es totalmente real y así será. No puedes dudarlo!”.
EL CRIMINAL MÁS GRANDE
Octavio Paz aseguraba que el criminal más grande del siglo XX había sido el Estado. Fue durante ese aciago siglo que surgieron todos esos “ismos” responsables de tantos estragos. Del fascismo al comunismo, pasando por el capitalismo rapaz, se puede rastrear un movimiento trágico de ideologías que sirvieron de justificación para que unos cuantos individuos asesinaran a millones sin el menor reparo.
Los campos de concentración nazis, los gulags soviéticos, el gran salto adelante de Mao y la subsecuente Revolución Cultural, así como los múltiples golpes orquestados por Washington en Asia, Latinoamérica y Oriente Medio dan muestra de algo que todos, en el fondo, intuimos, pero nos negamos a aceptar: en el corazón del ser humano habita una gran oscuridad que, apenas se le permite, se proyecta hacia el exterior. Es decir, la mayoría, al encontrarse con la caza salvaje de Wotan (que es el flujo de la historia), prefiere unirse a los perpetradores antes que convertirse en víctimas.
UN MECHÓN DE CABELLO ROJO SOBRESALE EN LA ARENA
La novela de Liliana Blum, además del valor literario y formal que tiene —la autora demuestra todo el dominio del oficio novelístico que posee al incursionar en este género nuevo—, tiene el mérito añadido de contarnos la historia de una persona excepcional: Hannie Schaft, alguien que, al verse de frente con la caza de Wotan, eligió no unirse a los victimarios ni convertirse en víctima, sino luchar por defender a quienes eran perseguidos aun cuando ella no estaba condenada, necesariamente, a ese destino, pues no se encontraba dentro de ninguno de los grupos cuya eliminación era el objetivo de los nazis.
Hay que considerar bien lo que esto significa: todos podemos fantasear con que, llegado el momento, haríamos lo correcto, que defenderíamos a las víctimas y lucharíamos contra el mal; pero, en las condiciones reales de la guerra —con hambre, frío, subyugados por la violencia y con peligro constante alrededor— es más fácil hacerse a un lado, desviar la mirada y sobrevivir.
Pocos, como Hannie, como los miembros de la resistencia holandesa, como Sophie Scholl —joven alemana que murió en la guillotina a los veintiún años por oponerse al régimen nazi— tienen el valor y la entereza para hacer lo correcto, aunque eso los conduzca a la muerte. Sus historias y sus vidas, aunque breves, son notables, notables como un mechón de cabello rojo que sobresale en la arena, ondeando, como una bandera, en el vasto desierto del tiempo.