Suele suceder que las composiciones musicales clásicas tengan un tema determinado, y sobre esta temática se entienden y se disfrutan las piezas del conjunto. El asunto del que tratan puede ser bélico, de coronación de algún soberano o de la tristeza padecida por alguien con quien el compositor siente empatía.
Sucede que hay una sinfonía cuya temática es la vida familiar, esa cotidianidad repetida por un pequeño grupo de humanos, que no pasa por momentos felices ni por etapas infaustas, sino que está en un periodo de tranquilidad sin perturbaciones negativas ni positivas. Esta sinfonía se llama precisamente Doméstica, porque expresa los sentimientos de los integrantes de una familia, con un padre que trabaja, una madre que se dedica al cuidado de su hogar y un bebé que tranquilamente ve el mundo desde su cuna.
Acontecimientos tan comunes suelen dar obras aburridas porque no implican emociones fuertes, como una fragorosa batalla o una cacería de zorras. Sin embargo, hubo un compositor que entregó a la orquesta una pieza de excelente factura, se trata de Richard Strauss con su Sinfonía Doméstica.
Richard Strauss es un alemán de la preguerra, la entreguerra y las guerras mundiales. Su vida se desarrolló no solamente entre los estruendos de los fusiles, las amenazas del gas mostaza y los bombardeos aéreos, sino también en el ambiente de extrema polaridad propio de su tiempo, con el nazismo como protagonista en los escenarios políticos de Europa. A pesar de ese entorno beligerante, Richard siempre se mostró ajeno a los conflictos, lo que le ganó fama de políticamente ingenuo. La evidencia de su alejamiento de la polémica es precisamente la composición de esta sinfonía que pretende hacer armonía no solamente musical, sino social, con la temática de la familia como prueba de concordia en el mundo. Todo esto se antoja extraño, pero fue posible porque el compositor tuvo la valentía de mostrarse afectivo y cordial en un ambiente de conflicto extremo, donde la ideología propia tenía que prevalecer sobre la del enemigo.
A pesar de compartir tiempo, nación y entorno político con Hitler, Richard Strauss prefirió marginarse del nazismo y nunca apoyó el movimiento que llevó a Alemania a la ruina, al contrario, prefirió ocuparse de situaciones pacíficas, como la relación dentro de una familia.
Richard Strauss, con su Sinfonía Doméstica pretende transmitir armoniosamente los acontecimientos cotidianos en el hogar. Cuando empezó a escribirla dijo: "Mi próximo poema sinfónico representará un día en mi vida familiar. Será en parte lírico, en parte humorístico: una triple fuga reunirá a papá, mamá y bebé". Según algunos críticos, Strauss cumplió su propósito, pero la verdad es que esto depende más de los sentimientos que le evoca a quien escucha la obra.
La sinfonía empieza por el padre, a quien describe como ensoñador, hosco y ardiente, atributos masculinos según lo veía Strauss como producto de su tiempo y de su cultura. Estos movimientos expresan la virilidad del protagonista, sin necesariamente ser marciales, pero sí varoniles y enérgicos.
Luego viene la intervención de la esposa, a quien percibimos como vivaz y alegre, graciosa y tranquila, pues estos son los títulos de estas partes musicales. La mujer aparece en esta obra con sus características: amorosa y dulce, sutil y bella. Luego de haber escuchado los movimientos relativos al padre, podemos notar que los de la esposa tienen una natural correspondencia con ellos.
Una canción de cuna breve y de ritmo rápido expresa la situación del hijo bebé. Más que los sentimientos del infante, este movimiento nos lleva al interior de sus padres, quienes se sienten felices por la vida que procede de ellos.
Luego de haber contemplado a su bebé, los esposos duermen un sueño plácido expresado mediante un adagio y, finalmente, a las siete de la mañana del día siguiente, la familia despierta en una feliz confusión.
Esta es la Sinfonía Doméstica, obra musical compuesta en tiempos belicosos, de coraje frente a enemigos y guerras entre naciones que tienen concepciones del mundo contrarias y en conflicto. Es un remanso en un universo polarizado por las ideologías, que nos recuerda que los humanos tenemos necesidad de la paz que da la sabiduría antes que el falso triunfo belicoso al que nos conduce la ideología.