Aunque este artículo lleva el nombre de la novela de Sabato, tiene que ver más con Jorge Luis Borges y hacia a donde me llevó.
Borges vivió la última etapa de su vida en Ginebra. Ahí falleció en 1986. Expresamente pidió ser enterrado en el Cementerio de los Reyes, en el corazón de esa ciudad suiza. En una visita reciente, me sugirieron conocer su tumba. Me entusiasmó la posibilidad, así que caminé hacia Plainpalais buscando el cementerio. Me encontré un lugar arbolado, inundado de cantos de pájaros, con pequeñas y coloridas flores entre el pasto y con monumentos no grandiosos, pero sí de cuidadoso diseño.
No hay una señalización clara de cómo llegar a la tumba de Borges, pensé que la encontraría porque me habían dicho que es una de las más visitadas. Comencé a caminar no con el ánimo de buscar, sino de encontrar. Quería que Borges interrumpiera mis pasos y se presentara frente a mí, de improviso.
Desde el nombre "Cementerio de los Reyes" yo esperaba encontrar tumbas majestuosas de otros siglos. En cambio, me encontré con historia reciente, tumbas discretas de hombres y mujeres constructores de paz que trabajaron en distintos momentos para las Naciones Unidas. Aunque era lógico que iba a ser así, al ser esta ciudad sede de tantos organismos internacionales, no iba preparada para ese encuentro.
Me detuve a leer nombres, años y méritos. Encontré a una mecenas del siglo XIX, Madame Lydia Welti Esher. Luego me llamó la atención una escultura de una mujer con la cabeza baja, cubriéndose el rostro como si estuviera llorando. Abajo se lee: Adrien Lachenal, presidente de la confederación suiza 1849-1918. Abajo el nombre de su esposa Luisa y dos de sus hijos, uno de ellos, Adrien, presidente del Consejo de Estado y diputado a las cámaras federales.
Ahí reposa también el médico danés Halfdan Theodor Mahler 1923-2016. Un hemisferio de piedra sostiene al mundo con la leyenda Salud para todos, todos para la salud. Mahler fue presidente de la Organización Mundial de la Salud de 1973 a 1988.
También está el busto de Gerhart M. Rieger 1911-2001. Las letras grabadas dicen que fue un militante de los derechos humanos y la ciudad de Ginebra lo recuerda por una hazaña que salvó a miles de judíos del exterminio.
Encontré también la modesta tumba del brasileño Sergio Viera de Melo, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos que falleció en un atentado en Irak en el 2003.
Ahí están Jean Etienne Dufour y su esposa Luisa; el escritor austriaco Robert Musil y Denis de Rougemont. Borges eligió muy buenas compañías para descansar en paz.
Mis pasos en el cementerio no encontraban eco, como es frecuente en lugares como ese, porque es un espacio lleno de intensas vidas y múltiples hazañas. Aunque hubiera querido que la paz del lugar también se sintiera dentro de mí, no pude evitar pensar en la situación actual del mundo, en la tragedia humanitaria de Gaza y en los monstruos descorazonados que declaran las guerras y son inmunes a sus consecuencias. Revolotearon en mí las recurrentes preguntas de por qué como humanidad no aprendemos, de por qué repetimos los mismos errores y por qué tantos pensamientos y vidas ofrendadas no han servido para evitar el horror.
Recorrer el cementerio me hizo pensar también en la tragedia de las personas desaparecidas y en las madres buscadoras, en tantos cuerpos que no reposan en paz y en tantos nombres en busca de un recuerdo.
@leticia_bonifaz