Sofía Segovia, a 10 años de un murmullo norestense
Los murmullos la envuelven en un enjambre de ideas. Escucha el zumbido de las palabras haciendo colmena en el árbol de su creación. Así revolotean las imágenes de una historia, cubiertas de polen y sueños. La escritora Sofía Segovia (Monterrey, 1968) participó en la trigésima tercera edición de la Feria Internacional del Libro Monterrey (FIL Monterrey) concluida este domingo, donde celebró el décimo aniversario de su novela El murmullo de las abejas (2015).
“Sí ha cambiado mi vida, pero ha sido paulatinamente. Porque al principio sólo estábamos nacionalmente, luego vinieron los viajes al extranjero. Pero creo que lo que más ha cambiado es que cada vez hay más ferias, más invitaciones, mucho más libro-clubes. Ahora seguido tengo compromisos que me gusta mucho atender, porque creo que es la manera que tenemos los escritores de no nada más atraer lectores a nuestra obra, sino al mundo lector. Que me digan de vez en cuando que El murmullo de las abejas fue la primera novela que leyeron, pero que desde entonces ya son lectores, a mí me gusta mucho”.
Una década ha pasado desde que en las páginas puso punto final a la historia de Simonopio, un niño que es encontrado por la nana Reja a las afueras del pueblo de Linares, al norte del país. El infante tiene como característica que está rodeado de un enjambre de abejas. Ellas lo custodian, son su compañía en un mundo azotado por la violencia de la Revolución mexicana, en un paisaje de realidad y fantasía que resiste a romperse incluso con la llegada de la gripe española.
Empezó a escribir la novela en el 2010, cuando la región era azotada por una violencia sin precedente a causa de la guerra contra el narcotráfico. Sofía Segovia recuerda esos días oscuros, como si las montañas de Nuevo León se hubiesen ensombrerado por una espesa nube negra. Leía las noticias en los periódicos y decidió no ignorar la realidad. Mejor dejar correr la tinta que la sangre. La pluma es más poderosa que las balas.
“El enjambre de lecturas eran las de todos los días en el periódico. Yo empecé a escribir esta novela en 2010 y fue cuando se nos vino esta ola de violencia terrible. Entonces había muchas noticias de violencia en el periódico que a mí no me gusta ignorar: el mundo en el que vivo, con esta información. No me gusta cegarme, no me gusta hacer como que no oigo. Y resulta que la primera influencia que hay en la novela es esa vida cotidiana y que se leía en los periódicos, a veces en la nota roja”.
La postura de la autora ante cómo se han narrado sucesos bélicos como la Revolución mexicana, es crítica. Dice que no se menciona al noreste y que las mujeres y la niñez se depositan en un sitio relegado de la narrativa oficial.

“Creo que México es una herida, una herida de heridas, una suma de heridas. Creo que quien haya contado nuestra historia y haya sido tan parcial a la hora de contarla, a lo mejor dándose cuenta de lo que dejaba fuera, nos sigue dejando la misma herida eterna, desde entonces abierta. Porque no cuenta el noreste, no cuenta a las mujeres, no cuenta la niñez ni el sentido humano, el efecto que tiene una guerra sobre lo humano, porque se ha decidido contarse desde estas estampitas con las que hacíamos las tareas escolares: unos cuantos héroes que tuvieron una influencia sobre el destino del país, pero que a la mera hora, en realidad, no nos cuentan a todos. La historia no cuenta a los perdedores de la guerra”.
Segovia también reflexiona sobre el encuentro entre la nana Reja y el niño Simonopio, entre el pasado y el futuro en un plano simbólico. Abordar los elementos de la niñez y la vejez le pareció de sumo relevancia, porque ambos son aspectos que suelen ser ignorados, ninguneados e invisibilizados por el mundo.
“Los niños no cuentan, porque todavía no son personas para cierta gente como los historiadores. Y los viejos ya no tienen nada que aportar. Entonces aquí no quería hacer un choque entre estas dos etapas de la vida, pero sí mostrarlas como partes importantes y humanas. Y está la nana Reja y Simonopio, pero al mismo tiempo tienen una función mucho más importante, que es complementarse uno al otro, pero también con el apoyo de las abejas. Es decir, comencé a pensar que en estos tres elementos, quizá estaba escribiendo una mitología de la creación de la vida norestense”.
Para conmemorar el décimo aniversario de El murmullo de las abejas, a través del sello Lumen se ha publicado una edición especial de la novela con ilustraciones del artista Gabriel Pacheco y un prólogo de la escritora chilena Carla Guelfenbein. La autora se confiesa emocionada ante esta nueva aventura. Cabe recordar que la novela ha sido traducida a 21 idiomas y alcanzado más de un millón de lectores en todo el mundo.
“La nueva edición salió para celebrar los primeros 10 años y para inaugurar la segunda década. Entonces, estoy muy feliz por todo lo que estamos festejando hacia atrás, pero también para adelante. La novela sigue encontrando lectores”.