Sor Juana y la moza de cántaro
Sor Juana nació el 12 de noviembre de 1648 y este año fue el 330 de su muerte ocurrida el 17 de abril de 1695. Su cumpleaños ahora en 2025 me recuerda la similitud de su soneto “Al que ingrato me deja, busco amante”, con el de Lope de Vega “Amaba Filis a quien no la amaba”. La correlación me llegó porque vengo gozando con frecuencia en YouTube la representación de la comedia La moza de cántaro, donde el soneto de Lope castañetea desde una actriz española.
En la obra, el poema se despliega en la voz de doña Ana, porque se ha enamorado de don Juan y él la evade ya que la pretende su primo el Conde. Por eso la doña entona el soneto que en su segundo cuarteto rima una alusión a la infausta cadena: “Seguía a quien huyendo la dejaba / dejaba a quien amando la seguía”. Sor Juana construye similar retruécano, pero no en tercera, sino en primera persona: “Al que ingrato me deja, busco amante / al que amante me sigue, dejo ingrata”.
Hasta donde sé, el soneto de Sor Juana, aunque en primera persona, no tiene destinatario preciso. En cambio Doña Ana, en tercera persona, habla de su infortunada inclinación amorosa por don Juan. Dicho en habla popular, doña Ana ha estado de ofrecida, aprontona, liviana, resbalosa y con el soneto insinúa su infortunio. A partir de la escena X de La moza de cántaro actúa de esa manera pretendiendo a Don Juan.
Es interesante que sea la mujer quien lleva la iniciativa en busca del idilio. Uno puede imaginar que sería un audaz atrevimiento literario para el tiempo de Lope de Vega, segunda mitad del siglo XVI y primera mitad del XVII. Hasta no hace mucho debía ser el hombre quien abiertamente buscara la relación amorosa.
Sin embargo, la crítica ha señalado que las mujeres en la obra de Lope son especiales. En la misma comedia, la protagonista doña María mató a quien deshonró a su padre y, disfrazada de la moza de cántaro Isabel, cuchillo en mano se defiende de un pretendiente.
Pero dejemos a la atrevida —y a pesar de eso garbosa y fina doña María-Isabel— porque viene a la mente otra mujer con iniciativa para el idilio, o sea, en habla popular, ofrecida, resbalosa. Etcétera. Es Leonarda, protagonista de otra comedia de Lope, La viuda valenciana. Joven y hermosa, la viuda se enamora de Camilo y para atraerlo trama una secuencia dramática (drama no es lo mismo que tragedia) para gozar encuentros amorosos —por no decir eróticos— con su pretendido.
La gran lección del teatro de Lope en el gozne secular XVI-XVII es la actitud de las mujeres que crea, audaces, liberales, desafiantes como la María-Isabel de La moza de cántaro, la Elisa de El despertar a quien duerme y la dicha Leonarda, de La viuda valenciana, anticonvencionales; disruptivas.
El teatro, considerado espejo de la sociedad, en las mujeres de las obras de Lope refleja la necesidad que vivían de más libertad. Repetidamente se les ve en el Siglo de Oro como las portadoras (en su cuerpo) de la honra. Eran tiempos en que como Cervantes dice en el Quijote: “Hase de usar con la honesta mujer el estilo que con las reliquias: adorarlas y no tocarlas”.
Lo dice también de una manera rítmica: “Es de vidrio la mujer / pero no se ha de probar / si se puede o no quebrar / porque todo podría ser. // Y es más fácil el quebrarse / y no es cordura ponerse / a peligro de romperse / lo que no puede soldarse”.
La composición dramática sirve a Lope para exponer la condición de vida de la mujer de su tiempo y a mí me sirve para resaltar la audacia femenina de llevar la iniciativa en la conquista amorosa. En El caballero de Olmedo Lope introduce una celestina, otro recurso de que podían servirse las mujeres.
Las alcahuetas son bien vistas no sólo en La Celestina, de Fernando de Rojas sino también por Cervantes y por Sor Juana, de quien nos desentendimos en su cumple del 12 de noviembre.
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