¿Qué es el cariño, si no la alegría por el bienestar del otro?; entonces, ¿la envidia sería la antítesis de la amistad? Empecé a ver “Envidiosa”, una serie argentina de Netflix que gira alrededor de Victoria, una mujer de 40 años soltera y sin hijos, que vive arrastrando la cabeza por esas dos razones y, las pocas veces que levanta la mirada, siente que en la frente lleva un letrero que dice en mayúsculas: FRACASADA; entonces, cada vez que sus amigas, a quienes dice querer profundamente, comparten con ella una noticia linda como un ascenso laboral, un compromiso con su novio, un embarazo, el lugar en el que se realizará su boda o el destino para su luna de miel, algo se desbarata en ella.
Lo vive como una daga que atraviesa su corazón, sus expectativas, su sentido de vida: ¿Por qué ellas sí y yo no?, ¿qué he hecho mal?, ¿qué me ha faltado?, ¿qué tiene ella que no tenga yo? Y no solo se queda en el pensamiento, sino que de ahí se deriva un comportamiento nocivo: buscar desenfrenadamente cómo llenar esa herida, cómo cumplirse – de inmediato – esa expectativa y encontrar por arte de magia “EL hombre” que le provea todo lo que ella cree necesitar para ser feliz y triunfar en la vida.
Claro, se hace mucho daño y, entonces, la herida se vuelve más profunda.
La serie muestra las sesiones terapéuticas de Vicky y cómo incluso a su psicóloga le pregunta todo el tiempo su edad, si está casada o si tiene hijos… Su terapeuta jamás responde. Ella le señala que esa herida de abandono y de “no ser elegida” viene de la huida de su padre, a quien durante muchos años esperó paciente e ilusionada… como cualquier niña que necesita la protección de papá. Sin embargo, también le dice que no puede responsabilizar eternamente a otros, sino hacerse cargo de lo que le toca: ¿por qué siempre miras a las demás y no te ves a ti?, ¿por qué siempre te cuestionas qué tiene ella que no tenga yo?, ¿por qué no mirar hacia adentro?, ¿por qué tendría alguien que elegirte si no te has elegido tú? Nos encontramos acompañando a Vicky en sus hallazgos y metidas de pata, queriendo abrazarla muy fuerte para darle esa seguridad que tanto necesita, gritarle que es suficiente, que merece todo lo bueno, haciéndole entender que su felicidad no está peleada con la de otras mujeres, que el matrimonio no siempre es sinónimo de felicidad y la maternidad tampoco. La serie espejea y nos hace cuestionarnos esas “verdades” aprendidas y esos dolores que, chiquitas que parecieran guiarnos.
Creo que una de las alegrías más grandes y hermosas es ver a las personas que amas cumplir sus sueños, que el cariño genuino no distingue el gozo ajeno del propio porque pone al alma por encima del ego y es ahí cuando vivimos.