Trastornos y alimentación
Los trastornos de la conducta alimentaria son, según la psicoterapeuta Priscila Castañeda, “enfermedades graves que afectan la salud física y mental”. Se desarrollan a partir de las ideas distorsionadas acerca de la alimentación, la comida, la apariencia y el peso, lo que impacta directamente en la forma en que las personas se alimentan.
Desde una perspectiva clínica, la especialista explica que estos trastornos “forman parte del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5)” y se caracterizan por una alteración persistente del comportamiento alimentario que deteriora la salud o el funcionamiento psicosocial.
Entre los trastornos más comunes, Castañeda menciona la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracones. En contraste señala que existen otros menos frecuentes, como el trastorno de rumiación, en el que “la persona regurgita repetidamente los alimentos durante un periodo mínimo de un mes”, sin que exista una causa gastrointestinal.
Respecto a las causas, la especialista aclara que no todos los trastornos surgen por las mismas razones. “Existen distintos factores que pueden llegar a desencadenar una modificación patológica de la forma de alimentarse”, explica.
En el caso de la anorexia, por ejemplo, se desarrolla una profunda ansiedad hacia los alimentos que puede estar relacionada “con alguna patologización del primer vínculo alimentario, el materno”. En cambio, el trastorno por atracones se asocia más con “una incapacidad de autorregularse emocionalmente, por lo que comer de manera compulsiva puede brindar una sensación momentánea de calma”, explica Castañeda.

Atención a las señales
La psicoterapeuta destaca que, en estos casos, las señales de alerta de estos trastornos incluyen cambios drásticos de peso, conductas de purga o restricción, obsesión con las calorías o el ejercicio, así como el aislamiento social, irritabilidad o culpa. Además, existen instrumentos clínicos para la detección, como el Eating Attitudes Test (EAT-26), que evalúa síntomas y preocupaciones relacionadas con la comida, y que debe complementarse con datos físicos y emocionales.
Castañeda afirma que el tratamiento debe ser multidisciplinario. “En gran parte de los casos no basta con el apoyo terapéutico”, indica. Es necesario un trabajo conjunto entre psicoterapia, psiquiatría, nutrición y una sólida red de apoyo familiar y social, ya que también advierte que la ausencia de tratamiento puede tener consecuencias fatales.
“La respuesta más cruda, es la muerte. Es importante no obviar que, cuando de alimentos se trata, el daño no se limita al aumento o disminución de peso con las consecuencias orgánicas que ello implica sino que, adicionalmente, el desarrollo cognitivo se compromete, y en el ámbito social la persona suele verse tremendamente afectada, pues en la cultura general la comida es una manifestación de afecto y un puente hacia la convivencia y la solidificación de los vínculos”, explica Castañeda.
En cuanto a la relación entre género y padecimientos, la psicoterapeuta señala que, aunque históricamente se ha asociado con mujeres, los hombres también pueden sufrirlos. “Los hombres son también susceptibles, sobre todo en el trastorno de atracones, aunque estos casos suelen ser invisibilizados”.
Estar presentes
Acompañar a alguien con un trastorno de la conducta alimentaria requiere empatía y ausencia de juicios.
“Es común que cualquiera crea saber que alguien se curará echándole ganas, pero este es un proceso profundamente emocional, neurológico y mucho más complejo que el acto de comer”, explica Castañeda. El apoyo adecuado implica estar presente, sin reforzar estereotipos y respetando la autonomía de la persona.
Como recomendación, la especialista insiste en la búsqueda de ayuda profesional, ya que “estos padecimientos difícilmente se atraviesan exitosamente sin ayuda. El ser acompañados profesionalmente puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte, entre la culpa y la dignidad”.
A su vez, la psicoterapeuta añade: “Detrás de cada síntoma hay una historia que merece ser escuchada sin juicios. Ni el cuerpo ni el alimento son los enemigos y el tratamiento ha de cuidar. La salud mental también se construye desde el respeto a la diversidad corporal. No son modas ni caprichos, sino expresiones de malestar profundo”.