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Un adiós a Mauricio Fernández

Fernández Garza dedicó buena parte de su tiempo a la promoción de la cultura y la historia, destacando como coleccionista de arte, fósiles y monedas.

Un adiós a Mauricio Fernández

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ENRIQUE SADA SANDOVAL

Entre pérdidas y adioses que han sido siempre evocadores en un mes que para los mexicanos se antoja históricamente fúnebre, en esta ocasión tocó despedirnos de un gran personaje: Mauricio Fernández Garza Sada.

Nacido en el norte de México, como orgullosamente se ufanaba él mismo ante propios y capitalinos, Mauricio vio la primera luz en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, un 12 de abril de 1952, como segundo hijo del matrimonio formado por el célebre Alberto Fernández Ruiloba y Margarita Garza Sada. Su pasión por la construcción de un mejor país desde lo inmediato le llevó a buscar alternativas tanto en la democracia como en el gremio empresarial, llegando a ocupar diversos cargos públicos en los que trabajó arduamente en beneficio de la difusión histórica y cultural.

Electo tres veces como alcalde de San Pedro Garza García, el municipio más rico de Hispanoamérica, en el ámbito político se caracterizó por ser un personaje aguerrido —en un medio donde impera la hipocresía— y por sus fuertes críticas a los gobiernos de todos los colores. Se le recuerda igual que a su padre: como gran hombre de familia, ejemplo de sencillez, generosidad, servicio y entrega a la comunidad.

Fernández Garza dedicó buena parte de su tiempo a la promoción de la cultura y la historia, destacando como coleccionista de arte, fósiles y monedas, siendo reconocido en vida por El Economista como “uno de los coleccionistas más importantes a nivel nacional y de Latinoamérica”.

Lo mismo fue consejero del Ballet de Monterrey, del Museo de Historia Mexicana y del Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León que presidente del Patronato del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, de la Sociedad Numismática de Monterrey y del Comité Técnico para la Preservación y Conservación del Casco Histórico de García, Nuevo León, además de benefactor del Museo Franz Mayer en la Ciudad de México.

Destacó también como autor de dos libros: Las monedas municipales mexicanas (1979), por el cual la Sociedad Numismática de México le otorgó el Premio Manuel Romero de Terreros a la mejor investigación numismática, y La Milarca (2009), que describe supropio museo-recinto, al que bautizó al igual que a su hija. Este último incluye una reseña de las grandes colecciones que exhibe: desde la espada de don Hernán Cortés hasta la rarísima moneda coahuilense de ocho reales acuñada en Monclova durante las postrimerías del Virreinato. Además, detalla la arquitectura de la casa, que tiene como techo un artesonado de estilo mudéjar del siglo XVI que alguna vez perteneció a la antigua Universidad Renacentista de Almagro y que fue propiedad de William Randolph Hearst.

En su alcaldía del año 2017, presentó ante la comunidad científica el fósil de Mauriciosaurus Fernandezi; un plesiosauroide policotílido de 90 millones de años descubierto en Vallecillo, Nuevo León, en 2011, junto con el “Monstruo de Aramberri”, cuyo enorme fósil se exhibe en el Papalote Museo del Niño de Monterrey.

Tras perder la batalla contra el cáncer, su muerte fue anunciada con gran pesadumbre por medios nacionales y extranjeros, salvo por El País, que de manera peyorativa refiere: “Muere Mauricio Fernández, el extravagante alcalde de San Pedro Garza García”, titular que no le hace justicia ni debe de extrañarnos, pues para quienes creen que se debe parasitar del Estado y que la riqueza ajena se debe distribuir por la fuerza, es natural que les parezca “extravagante” quien crea fuentes de empleo dignas y bienestar autónomo, donando generosamenteun legado histórico-cultural en vida.

En este caso vienen a la mente las palabras de su hijo Max Fernández, quien —además de un sentido discurso durante su sepelio— refirió que su padre solía ser descrito como un visionario, pero que era algo en lo que no estaba de acuerdo, pues Mauricio fue un realizador que trascendió la sola visión con hechos y realidades muy concretas. Los mexicanos, sobre todo los neoleoneses, lo extrañaremos sin duda alguna a pesar de que contamos con su legado, sintiendo su ausencia tan cercana y equivalente como si se tratase de nuestro propio Guillermo Tovar y de Teresa norestense. Descanse en paz.

enrique.sada@hotmail.com

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