
Monumento a César Preciado (2009), de Oswaldo Ruiz.
Quien observa desde la noche se integra en el secreto de la pérdida y las desapariciones; el misterio de la poesía puede develarse para los que transitan el mundo sabiendo que falta algo, que hay una parte del paisaje que se mantiene en las sombras. DulceM. González y Oswaldo Ruiz reúnen sus miradas sembradas en la parte oscura de la realidad para proponer un discurso inquietante en Un océano divide, un libro que conjuga el poema con la fotografía para iluminar el vacío aparente.
En él podemos descifrar los enormes espacios que nos apartan y que determinan las pautas de la lejanía. Dulce M. González sabe ubicarnos en el punto medio entre dos cuerpos distanciados y, ante todo, sabe trasladar esa tensión siempre presente (aunque a veces escondida) entre los que se quedan y los que han partido.
En el apartado visual, a través de la fotografía de Oswaldo Ruiz se manifiesta el ímpetu de una búsqueda, o quizá de un hallazgo recién descubierto en medio del vacío. Las imágenes propuestas para este compilado tienen como rasgo principal una luzal centro que no alcanza a iluminar la totalidad del cuadro, pero que sí revela al objeto absorbido por las sombras. En estas series, la cámara descubre cuerpos altos, verticales, casi siempre de una sola línea, tal vez como faros imprevistos en una noche de encuentros. Los objetos se exponen como vistos por primera vez, causando admiración por su posición y por su descubrimiento.
Un océano divide fue publicado en 2012 por Vaso Roto e impreso en Barcelona, en una edición que logra conjugar, de forma muy oportuna, la sucesión de poemas y el carrete fotográfico como dos cuerpos quese acompañan y comulgan entre sí.
Dulce M. González es narradora, poeta y periodista. Entre sus publicaciones destacan Los suaves ángulos (2009), Encuentro con Antonio (2006) y Mercedes Luminosa (2005). Además está incluida en la antología Desde el Cerro de la Silla: narradores de Nuevo León (Anagrama).
Oswaldo Ruiz es un artista visual que se ha distinguido por una propuesta fotográfica centrada, más que en la luz, en los signos de la oscuridad, despertando el interés de la crítica. Ha expuesto en España y México y en ciudades como Nueva York y Dublín.
LO QUE PESA
El libro comienza con una fotografía de la serie Las torres. En ella podemos ver una edificación gris erguida en una atmósfera nocturna, tomada desde diferentes ángulos que proporcionan una vista circular y completa de la torre, mostrando una comprensióndel objeto y su relación íntima con la oscuridad. Sin embargo, el poema que sucede a estas imágenes, “Su alta cabeza de bisonte”, se sitúa más bien en la tarde. Aquí se alcanza un registro nostálgico y aislado.
Los versos se mueven en un entorno más o menos hogareño, donde la casa no es una zona de conflicto, pero sí un lugar que oprime y captura no por sus paredes, sino por la emoción atrapada entre ellas. Entonces podemos distinguir un dejo de pesadez que hace que las presencias del poema terminen cansadas y abatidas, pues sus cargas se van convirtiendo en una espera insostenible y compleja, lo que después se transforma en caídas: la caída de un vestido, la caída de la tarde, de una voz, de un padre; todos estos elementos como parte de una constelación que se desmorona.
Uno de los fragmentos más interesantes de esta sección es “Cierro los ojos”, un registro breve que la autora sabrá administrar a lo largo del libro y que, también de forma muy lograda, establece una relación entre el Yo y su entorno; una situación en la que el mundo exterior, enorme y violento, cabe en el vacío del interior. Este momento se siente especial por su capacidad de evocary contener una atmósfera devastadora, una manera de esperar que algo venga desde el lienzo de la incertidumbre y el crepúsculo, y que nos deja con la sensación amarga de quien aguarda y soporta el tránsito del día.
“Cierro los ojos y la tarde / inmensa tras la ventana / se hunde en mí / por ese camino llegas / y contigo las cosas del mundo”.
LO QUE PASÓ EN IRLANDA
A la mitad del libro se encuentra “Muerte irlandesa”, un texto que termina de definir o, por lo menos, aclarar cuál es el tema de la obra: las madres que se desprenden de sus hijos. En esta parte la voz poética aborda un relato histórico en el que devela el contexto de una Irlanda sacudida por el hambre. Se piensa entonces en la enfermedad y en lo que se les ha arrebatado a las mujeres.
Para decir lo terrible, el poema plantea las causas de la hambruna que se instaló en Irlanda entre 1845 y 1852. Madres e hijos, protagonistas de estos versos, encuentran nuevas dimensiones en su relación y ascienden a una cercanía emocionante que los hace vigentes.
“Pequeños hijos se desprenden / de ellas mismas / vuelan / y a la oscuridad regresan / como espejos / o sueños de sal”.
“Santos niños” supone un cambio de escenarios y temporalidades. Los niños del pasado ubicados en una lejana Europa ahora son parte del presente, de un ecosistema que ha heredado la violencia, el crimen y el hambre. En ese sentido, el texto nos ofrece una visión unitaria en la que el mundo, en su totalidad, padece, pero también sana con el tacto de las infancias. Es importante destacar que la aparición de los niños, en este punto, se ha transformado en algo incorpóreo que renueva el paisaje. Su apetito, entonces, también se ha convertido en la necesidad de volver y acompañar a quienes los recuerdan mientras ven la tarde deshacerse.
En el caso de “Torres”, los versos comienzan a elevarse, quizás a la altura más interesante y refinada de la obra. Las edificaciones que se yerguen en esta zona constituyen una señal de dominio en el discurso, así como una construcción todavía más sólida respecto a los propósitos del diálogo con la pérdida. Se suscitan poemas que tienden hacia formas verticales y que colocan la complejidad de las emociones en un sitio inalcanzable, pero visible desde cualquier sitio, desde cualquier lectura. La autoridad del padre, por ejemplo, se representa como una autoridad oscura y, hasta cierto punto, grotesca. También está el fuego ensu manifestación de llamarada como una columna que ilumina y orienta.
LO QUE SOSTENEMOS
El libro termina con “Abrazo”, cuyos fragmentos reúnen objetos con cuerpos lastimados, piezas sueltas que configuran un reencuentro en un situó que está entre lo terrestre y lo inmortal.
Un océano divide pasa de Irlanda a Monterrey gracias al ímpetu de la búsqueda y la reconciliación, con un instinto que abarca los vacíos del espacio y del corazón, y disponiendo de entidades que se reconocen desde dimensiones diferidas.
Ciertamente, estamos ante un libro que remarca las heridas y hace latente la crueldad con la que algunos infantes maduran o desaparecen. Sin embargo, en la obra no se afirma, del todo, su ausencia, porque en la poesía (en la de Dulce M. González) no existen los niños que se pierden definitivamente. Habitan en el verso que los invoca y los nombra en la lengua de la eternidad.
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