
Un pueblo no tan sabio
El 23 de junio de 2016 se llevó a cabo un referéndum en el Reino Unido sobre la permanencia del país en la Unión Europea. El primer ministro conservador, David Cameron, lo convocó a pesar de que él mismo estaba convencido de que lo conveniente era mantenerse en la comunidad europea. De hecho, hizo campaña para lograr esa permanencia; además, la enorme mayoría de los especialistas señalaba que la separación tendría costos muy importantes para la economía británica. El resultado sorprendió a especialistas y encuestadores. Por un estrecho margen de 51.9 por ciento contra 48.1, el pueblo británico optó por el Brexit.
Los líderes del movimiento separatista habían afirmado que la economía crecería más sin el lastre de Europa, pero la realidad fue muy distinta. El país sufrió una desaceleración, quizá no dramática, pero sí suficiente; lo peor es que se ha mantenido hasta hoy. La razón fundamental es que han aumentado los aranceles y obstáculos del comercio de Reino Unido con sus principales socios: las naciones europeas, que han crecido a un ritmo mayor. Al final, el Brexit tuvo un costo elevado para los británicos.
Andrés Manuel López Obrador fue electo presidente de México en 2018 con el 53 por ciento de los votos. Fue un triunfo inobjetable. Como buen candidato populista criticó el crecimiento que había tenido la economía nacional, de sólo dos por ciento anual, en lo que él llamaba el período neoliberal; pero afirmó que, con un gobierno basado en la sabiduría del pueblo bueno, que sólo él representaba, México crecería cuatro por ciento al año en promedio y seis por ciento en el último año de su sexenio, 2024. Sin embargo, en su mandato se registró un crecimiento promedio de sólo 0.9 por ciento anual. A pesar de eso, su candidata Claudia Sheinbaum fue electa presidenta con el 59 por ciento de los sufragios. El reparto de dinero de programas sociales identificados directamente con el gobierno le consiguió los votos que necesitaba.
Donald Trump, el amigo de López Obrador, fue reelecto presidente de Estados Unidos en noviembre de 2024 con 49.8 por ciento del voto popular contra 48.3 por ciento de su rival, la demócrata Kamala Harris. Prometió “hacer grande a América otra vez” a base de deportar a extranjeros indocumentados, impedir la llegada de nuevos inmigrantes y cobrar altos impuestos a las importaciones. Como presidente se ha dedicado a amenazar a propios y extraños, incluso a sus vecinos México y Canadá, y ha elevado de forma muy importante los aranceles. A pesar de que lleva muy poco tiempo en el poder, sus políticas han generado ya una desaceleración de la economía en Estados Unidos, la cual había crecido por décadas más que las del resto de los países desarrollados gracias a su apertura comercial y a su gran número de trabajadores migrantes.
No hay que tener conocimientos profundos en esta materia para entender que los aranceles y las redadas que atemorizan a millones de trabajadores tienen y tendrán un impacto negativo en la economía. No, el pueblo bueno y sabio no siempre tiene la razón. La democracia es importante para permitir que los países sean gobernados por el voto de las mayorías, pero esa democracia plebiscitaria que pretende dejarle al pueblo bueno la decisión de si se debe tirar a la basura una inversión de 300 mil millones de pesos de un aeropuerto, construir un tren sin estudios económicos previos o edificar una refinería que no refina, sólo genera pobreza. Y la pobreza tiene un enorme costo humano que ninguna dádiva gubernamental puede paliar y, mucho menos, eliminar.