Esta semana hubo elecciones para gobernadores en Nueva Jersey y en Virginia, así como para elegir a los alcaldes de Nueva York y Pittsburgh. De igual manera, en California, se votó y aprobó una propuesta para proceder con una redistribución de los distritos electorales, con la cual se busca contrarrestar la redistritación electoral que los republicanos se han propuesto llevar a cabo en Texas. En Pensilvania los electores votaron para retener o remover a tres jueces en la Corte Suprema estatal, igualmente para definir quienes ejercerán los importantes cargos de fiscal y contralor en Filadelfia; también para cubrir una vacante decisiva en el Tribunal Superior de apelación.
En prácticamente todas las contiendas, las y los candidatos, las campañas y propuestas demócratas ganaron mayoritariamente y en forma clara. El creciente rechazo a la manera de actuar y de implementar las políticas públicas de la segunda administración Trump, se ha confirmado en las urnas, como apuntaban varias encuestas.
Estas elecciones ocurrieron mientras el gobierno federal permanece cerrado, paralizado, después de más de 35 días, debido a los choques y enfrentamientos entre legisladores republicanos, aliados con la Casa Blanca, en contra de los legisladores demócratas, sin poder acordar los subsidios de salud y de alimentación antes de aprobar un proyecto comprensivo para financiar las tareas del gobierno. Ambos tratando de obtener ventajas políticas de cara a las cruciales elecciones legislativas intermedias del próximo año.
Las elecciones celebradas el 4 de noviembre tuvieron lugar solamente tres semanas después de que ocurrieran, por segunda ocasión, grandes manifestaciones de protesta y marchas pacíficas multitudinarias (en las que se estima participaron unos 7 millones de personas) convocadas alrededor del lema "No Kings", en miles de poblaciones y ciudades estadounidenses, las cuales, desde junio, buscan aglutinar un frente amplio de oposición, de carácter civil antes que partidario, frente a lo que participantes y organizadores describen como la agenda "autoritaria" del presidente Donald Trump.
Es cada vez más patente la fuerte irrupción de formas diferentes de resistencia y de oposición en contra del gobierno federal republicano que no se limitan al activismo y a la confrontación por los recortes presupuestales en las universidades, a las movilizaciones sindicales en las organizaciones de trabajadores y a las inquietudes sobre diversos programas de apoyo y ayuda en distintos sectores sociales e intelectuales. Numerosas expresiones de protesta variadas y diferentes, locales, que van más allá de las calles.
Millones de estadounidenses están preocupados ya que consideran que Trump, sus seguidores y simpatizantes republicanos están impulsando y tratando de imponer un régimen cada vez más militarizado, polarizante y autoritario. La indignación ha ido creciendo como consecuencia de las redadas masivas del ICE y el despliegue de efectivos militares y de la guardia nacional en estados gobernados por demócratas, sobre todo en aquellas ciudades como Chicago, Los Ángeles, Washington, Nueva York y Atlanta, consideradas santuarios para los cientos de miles de inmigrantes indocumentados quienes llevan meses enfrentando cada vez más riesgos de detenciones y deportaciones masivas, muchos de ellos residentes desde hace años, mientras Trump parecería gozar todavía de un índice favorable de aprobación respecto del control de los flujos migratorios y las fronteras.
Trump tiene un nivel de desaprobación del 55% y de aprobación del 45%, en medio de sentimientos de pesimismo y decepción en el electorado, descontento ante el aumento de la inflación, la marcha de la economía y la disminución de las oportunidades de empleos, estudios, casa habitación y subsidios para programas de bienestar; todo ello cuando en los hechos han disminuido los apoyos a las clases medias y populares y el gobierno federal continúa favoreciendo a las clases altas, estigmatizando a sus presuntos "enemigos" y comienzan a extenderse las preocupaciones en relación con el despliegue de una agresiva política exterior neo imperialista.
Muchos estadounidenses que se asumen conservadores abrigan múltiples inquietudes ante la narrativa constante que proviene de posiciones de poder que alertan machaconamente sobre el avance de una agenda progresista, de izquierda, y que quieren hacer presuponer que ampara el partido demócrata. Incluso algunos seguidores del movimiento MAGA alientan estos falsos temores atribuyéndolos a la gran feminización de los lugares de trabajo, en las instituciones públicas, en las empresas, en los tribunales, en los consejos, en las organizaciones sociales y comunitarias.
Ciertamente las mujeres ahora tienen en Estados Unidos una mayor participación en la educación universitaria y en la vida pública y comunitaria, ocupan más de la mitad de los puestos administrativos, directivos y profesionales y ostentan, -no necesariamente ejercen- más poder político que el 28% que mantienen y se reflejan en la representación femenina en el Congreso.
En este contexto de transformaciones profundas en los mercados laborales, en torno a las presentes necesidades de habilidades tecnológicas, sociales y emocionales, en la discusión incontenible de ideas e innovaciones, o respecto de las nuevas formas de participación y aportación política, es indispensable avizoran los nuevos embates sobre los cambios de fondo que sobrevendrán si se antepone la empatía por encima de la racionalidad, la seguridad por encima del riesgo y la cohesión por encima de la competencia.
En México debemos comprender oportunamente y a fondo las implicaciones regionales y globales que tendrá la profunda confrontación cultural, política y social en curso en Estados Unidos, sin ofuscarnos ante las balandronadas guerreristas de Trump o prender las alarmas por la llegada a la alcaldía de Nueva York, la capital del imperio capitalista, de un socialdemócrata como Zohran Mamdani, progresista y musulmán.
@JAlvarezFuentes