EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

Columnas

Una provocación calculada que reduce el margen a la diplomacia

SOLANGE MÁRQUEZ

La violación masiva del espacio aéreo polaco por drones rusos el miércoles en la madrugada es el tipo de "accidente" estratégico que Putin usa para sondear la determinación europea y una provocación calculada para probar los límites de la alianza.

No es la primera vez que ocurre: en meses recientes, Polonia y otros países de la frontera oriental de la OTAN han enfrentado incursiones aéreas esporádicas: un misil en Rumania, drones en Letonia y restos en Moldova, que ni siquiera es miembro de la alianza.

Finlandia también denunció una violación de su espacio aéreo en mayo. La diferencia es que esta vez no se trató de un episodio aislado, sino de la entrada de por lo menos 19 drones rusos a territorio de la alianza, obligando a la activación de cazas aliados y al cierre temporal de aeropuertos como Varsovia-Chopin y Rzeszów-Jasionka.

El incidente marca un hito en la guerra de Ucrania y en la política de seguridad europea: es la primera vez que cazas de la OTAN derriban drones rusos en el espacio aéreo de un país miembro, en lo que el primer ministro polaco calificó como una "provocación de gran magnitud".

El salto cualitativo y cuantitativo señala una provocación directa y calculada, que supera, por mucho, cualquier antecedente y expone la vulnerabilidad colectiva de la frontera oriental europea, reavivando al mismo tiempo el debate sobre la importancia estratégica del corredor Suwalki, la estrecha franja entre Polonia y Lituania que une el enclave ruso de Kaliningrado con Bielorrusia.

Rusia está jugando a una guerra híbrida, manteniéndose "por debajo" del umbral que obligaría a una respuesta militar directa de la alianza, pero aumentando gradualmente la presión sobre los sistemas de defensa y mando europeos. La reacción inmediata por parte de la OTAN fue robusta pero contenida: el Kremlin busca precisamente ese límite en el que Occidente opta por la cautela y la consulta en vez de la confrontación.

La invocación del Artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte obliga a consultas formales entre los aliados cuando cualquiera percibe una amenaza a su seguridad. Si bien esto no significa acción militar inmediata, sí abre la puerta a una discusión más seria sobre el fortalecimiento de la defensa aérea y de las reglas de respuesta. La conversación se coloca ahora mucho más cerca del temido Artículo 5, que habla de asistencia política, económica o militar, en caso de ataque armado a un miembro.

El episodio envía también un mensaje directo a Donald Trump: la incursión expone la dificultad de la Casa Blanca para marcar líneas rojas a Moscú o avanzar en la vía negociadora con Ucrania. Tras los gestos de deferencia en Alaska, el episodio complica cualquier narrativa de negociación rápida.

La consecuencia política inmediata será la integración acelerada de sistemas de defensa aérea en Europa y el endurecimiento de la postura frente al Kremlin. Sin embargo, el verdadero peligro está en la posibilidad de escaladas "accidentales": cada provocación reduce el margen para la cautela diplomática y aumenta la probabilidad de que una crisis regional se convierta en conflicto abierto.

La OTAN no puede darse el lujo de titubear: una respuesta tibia sería una invitación para que Putin siga empujando los límites; una reacción más contundente incrementa el riesgo de una confrontación directa con una potencia nuclear.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en: Columnas Editorial

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 2413631

YouTube Facebook Twitter Instagram TikTok

elsiglo.mx