El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ensaya una doble jugada con China. Por un lado, quiere ganar tiempo con algunas concesiones temporales mutuas en la tirante relación comercial y tecnológica. Por el otro, quiere recuperar, a como dé lugar, la presencia estadounidense en América Latina, región que en su mayor parte se ha volcado hacia el gigante de Asia en el intercambio comercial y tecnológico. El encuentro con el presidente chino Xi Jinping en la cumbre de la APEC en Corea del Sur y el despliegue naval estadounidense en el Pacífico y el Caribe son dos piezas de un mismo rompecabezas.
El foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) es uno de los espacios de diálogo más importantes para la discusión del intercambio productivo y comercial de la cuenca del Pacífico. Participan en él delegaciones de 21 países con costas en el océano más grande del mundo. En esta ocasión, la sede fue Busan, Corea del Sur. Uno de los encuentros más esperados en el marco de la cumbre era la reunión entre los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de China, Xi Jinping, en medio de la guerra comercial y tecnológica que libran ambas potencias. De hecho, el diálogo estuvo a punto de no ocurrir por el enojo de Trump con las restricciones que Xi anunció días antes para la exportación de tierras raras. A mi juicio, el resultado del encuentro es mucho menos espectacular de lo que los medios han querido hacer notar en Occidente. Ambos mandatarios apenas si lograron una tregua.
¿Qué acordaron? Reducir temporalmente de 20 a 10 % los aranceles por el fentanilo. Prorrogar la entrada en vigor de nuevos aranceles. Suspender las tasas portuarias para barcos chinos. Aplazar los controles de exportación de tecnología estadounidense. Aplazar las restricciones de exportación de tierras raras chinas. Reanudar la compra de soya estadounidense. Y recuperar el acuerdo marco para la venta de TikTok en Estados Unidos. Xi jugó bien la carta de las tierras raras para sentarse a la mesa a negociar sin desventaja. Y me da la impresión de que obtiene más a cambio de menos. Trump, por su parte, gana una serie de acuerdos que le permiten regresar a Estados Unidos con el discurso de victoria previo al año electoral que inicia en enero. Pero, en realidad, esta tregua no representa demasiado dentro de la guerra comercial y tecnológica, la cual continúa. Y ya sabemos que la "carta China" es muy tentadora para usarla en los procesos electorales. Seguro que Trump la volverá a sacar.
Creo importante hacer ver que el encuentro Xi-Trump no fue lo único relevante que ocurrió en la APEC. Una vez que despachó a su homólogo estadounidense, quien no se quedó a toda la cumbre, el presidente chino lanzó al foro una propuesta de construir una globalización inclusiva con el objetivo de crear una "comunidad de futuro compartido de Asia-Pacífico". El plan contempla cinco puntos: preservar la cadena de suministro regional; facilitar el comercio y la inversión; incrementar la interconectividad digital y verde; promover la innovación y el desarrollo sostenible, y fomentar la cooperación para lograr una prosperidad inclusiva. O sea que, mientras Trump se empeña en romper el viejo orden global que su país creó tras la Segunda Guerra Mundial, Xi impulsa un nuevo orden no centrado en la potencia americana.
Por cierto, México también estuvo presente en Busan y fue representado por el secretario de Economía, Marcelo Ebrard. El zar comercial mexicano sostuvo varias reuniones, entre ellas una con su contraparte estadounidense, y aprovechó la cumbre para promover el Plan México como la estrategia para hacer del país un centro de manufactura avanzada y energía limpia, aprovechando el "nearshoring" y la relocalización de cadenas productivas. Por lo visto, el nearshoring no está muerto, sólo un poco dormido. Pero su consolidación y la forma que adquirirá depende en buena parte de la relación entre las dos más grandes economías del mundo, hoy enfrentadas.
Y así llegamos a América Latina, donde se ha vuelto la mala costumbre de cada semana que las fuerzas armadas estadounidenses ataquen embarcaciones supuestamente de narcotraficantes. Ahora fue en el Pacífico y cada vez más cerca de México. Desde que comenzó esta operación de guerra (porque eso es) suman más de 60 las personas asesinadas por los ataques estadounidenses en el Caribe y el Pacífico. Para el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, las ejecuciones violan el derecho internacional. Para la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, las acciones estadounidenses no son aceptables. Por su parte, el presidente Donald Trump niega que su país esté preparando una acción militar contra Venezuela, pese a los rumores que circulan de que esto podría ocurrir en los próximos días. Si no es ése el objetivo, y parece absurdo creer que Estados Unidos despliegue una poderosa flota con todo y portaaviones sólo para bombardear lanchas, ¿cuál es, entonces, el propósito?
No debemos descartar que la verdadera destinataria del mensaje sea China, quien en los últimos 15 años ha aumentado su presencia económica en Sudamérica al grado de convertirse en el socio comercial y de inversión número uno. Y actualmente administra puertos y otras infraestructuras de conexión y transporte en la región, lo que para Washington no es aceptable. Las tácticas estadounidenses para contener al gigante asiático en América son dos: vigilancia naval y aérea a través de un despliegue militar, y estímulos a ciertos países (como Argentina) para que se alejen de China. Es decir, la vieja táctica del palo y la zanahoria.
Si aún no lo vemos claramente, vayamos a Brasil. Hace poco más de una semana, el senador Flavio Bolsonaro, hijo del expresidente procesado Jair Bolsonaro, aliado de Trump, pidió en redes sociales al secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth que les ayudara a combatir a las "organizaciones terroristas" en Río de Janeiro. Unos días después, la policía de Río llevó a cabo la operación más letal en su historia contra la organización criminal Comando Vermelho, que dejó más de 120 personas asesinadas. La acción policial se llevó a cabo bajo las órdenes del gobernador fluminense Claudio Castro, del mismo partido ultraderechista que el senador Bolsonaro. Las autoridades federales no fueron notificadas de la operación. No sé usted pero a mí me parece que los bolsonaristas tratan de llamar la atención de Washington mientras los presidentes Trump y Lula buscan limar sus más recientes asperezas provocadas en parte por el juicio a Jair Bolsonaro y en parte por las relaciones comerciales entre China y Brasil.
La pugna entre el águila americana y el dragón chino no sólo es económica y tecnológica, también es territorial y geopolítica.
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