Variedades del pan de muerto en todo México: un recorrido de tradición y sabor
El pan de muerto, símbolo del Día de Muertos, tiene raíces prehispánicas. Antes de la llegada de los europeos, se elaboraba la papalotlaxcalli, un pan de mariposa hecho de masa de maíz y decorado con sellos que representaban figuras simbólicas. Este pan formaba parte de ofrendas junto con tamales y panes de amaranto, rindiendo homenaje a los difuntos y a diosas como Cihuapipiltin.
Hoy, el pan de muerto se distingue por su enorme diversidad en todo México, con formas, sabores y decoraciones que reflejan la identidad de cada región:
- Ciudad de México y Estado de México: pan redondo con canillas que simulan huesos, azúcar blanca o rosa, y en Mixquic las despeinadas y panes en forma de mariposa.
 - Michoacán: figuras de animales, flores, calaveras y personajes mitológicos; pan de hule y rosquetas de hojas de plátano con piloncillo y anís.
 

- Guerrero y Hidalgo: panes antropomorfos y zoomorfos, como almas, borregos y muñecos, decorados con azúcar de colores y técnicas que evocan cerámica y terracota.
 - Coahuila: pan de muerto tradicional, redondo u ovalado, en tamaños que van desde 60 gramos hasta 2 kilos, preparado tanto para consumo individual como familiar.
 - Estado de México: pan antropomorfo llamado muertes, conejos, borregos, caladillas y panes bordados con canela y azúcar rosa.
 - Otras regiones: desde golletes y sequillos en Puebla, conejos y mulas en Guanajuato, hasta las corundas y roscas de la vida en la Huasteca.
 
La diversidad del pan de muerto en México demuestra que esta tradición no solo es un alimento, sino un reflejo de la creatividad y la identidad cultural de cada región, manteniendo viva la memoria de los que partieron y la riqueza de nuestras raíces.