Vencieron el Cáncer de mama; ahora lanzan mensaje de esperanza
En el rostro de Oralia Zamarripa se dibuja la paz de quien atravesó la tormenta, y adquirió herramientas nuevas y otra perspectiva para disfrutar su existencia. Han pasado más de veinticinco años desde que el cáncer de mama cambió el rumbo de su vida. Era 1998. Vivía en Estados Unidos, cumplía el "sueño americano" y acababa de terminar un tratamiento de fertilidad, cuando el cuerpo comenzó a enviar señales.
"Sentía sensaciones raras en el seno derecho, luego un dolor de espalda. No sabía nada del cáncer, para mí esa palabra significaba el final", recordó en una charla con este diario.
El diagnóstico la obligó a regresar a México. Tenía 32 años y ninguna certeza. "Me ponen la primera quimio y cuando me desconectan digo: 'Dios mío, pensé que iba a ser algo peor'. Luego el doctor me explicó lo que vendría: la caída del pelo, los efectos… y sí, fue devastador. Lloré mucho cuando me vi sin cabello, también cuando me vi sin seno".
Oralia sufrió en silencio. Su familia la acompañó con entereza, aunque ella no lo entendiera en ese momento. "Yo creía que no les importaba, pero después supe que ellos también sufrían callados". Con los años, su fe le abrió otras puertas. En 2001 adoptó a su primer hijo; diez años después llegó su hija.
"Dios me gratificó con lo más hermoso. Tengo 60 años y soy la mujer más feliz del mundo. A las mujeres les digo: no tengan miedo. El cáncer no es el final, es un cambio profundo, una nueva oportunidad de vida".
Una segunda oportunidad
Por su parte, a Alicia Oropeza, de 72 años, la noticia le llegó en diciembre de 2019. Paradójicamente, fue a raíz de acompañar a su hija (también diagnosticada con cáncer de mama), cuando descubrió que ella misma también tenía esa enfermedad.
"Yo radico en Torreón, pero me fui a Aguascalientes a cuidarla. En los estudios, ella insistió en que me revisaran a mí y resultó que yo también tenía cáncer. Recibí la noticia tranquila, le dije a Dios: 'Tú me lo mandaste, así que yo lo recibo'".
Ambas iniciaron el tratamiento casi al mismo tiempo. "Le dije a mi hija: 'La vamos a librar, juntas'. Y así fue. Nos quitaron solo lo malo, conservamos el seno y cada día lo agradezco más".
Hoy, madre e hija libran la última batalla contra el cáncer. "Después de algo así, ves la vida diferente. Quieres vivir cada minuto con todo. Por eso ahora ayudo a otras mujeres; si estoy aquí es porque tengo una misión que cumplir".
Importancia de la Red de Apoyo
Otro caso es el de Silvia Cedillo, tenía 43 años cuando, en noviembre de 2021, recibió su diagnóstico. Un chequeo rutinario cambió su vida.
"Yo me había sentido una bolita en febrero, me hicieron mastografía y salió bien. En octubre volví con mi ginecóloga y ella me dijo: No me gusta lo que siento. Ese mismo día me mandó estudios y me confirmaron cáncer".
La noticia la dejó en shock. "Le hablé a mi esposo, a mi hijo, a mi hermana. Lo primero que piensas es en la muerte, en que se te va a caer el cabello. Al principio dije: no quiero quimios, no quiero nada. Pero hablé con un doctor amigo y me animé".
Silvia fue operada y recibió seis quimioterapias. Hoy acude a revisión cada seis meses y agradece haber tenido una sólida red de apoyo. "Mi familia y mis amigos fueron mi fuerza. El mensaje que doy es que no tengan miedo. El cáncer no es sinónimo de muerte. Si se detecta a tiempo, se puede curar".
El caso de Claudia es que llegó al consultorio médico después de un año que parecía perfecto: viajes, proyectos, estabilidad. Pero en febrero de 2024, una calcificación en su mastografía de rutina encendió la alarma.
"Soy muy cuidadosa con mi salud, hago ejercicio, me checo cada año. Aun así, el diagnóstico me impactó. Salí del consultorio y lo primero que dije fue: 'Señor, ¿qué quieres que haga con esto?'".
La cirugía fue exitosa. No necesitó quimios ni radioterapia, solo tratamiento oral. "Aun así, las pastillas me han causado estragos. Pero me siento agradecida, mi cuerpo ha respondido bien gracias al ejercicio y los hábitos que tenía desde antes. Escuchar a mis compañeras me hace valorar que, aunque cada historia es distinta, el aprendizaje es el mismo: hoy amo la vida el doble".
El principio de una nueva vida
Detrás de todas estas historias se encuentra "Alas de Luz y Esperanza", una asociación nacida en septiembre pasado en Torreón. Está integrada por doce mujeres, la mayoría sobrevivientes de cáncer de mama, que decidieron independizarse del voluntariado donde colaboraban para crear su propio espacio de acompañamiento.
"Queremos que las mujeres se amen, se cuiden y se toquen", explicaron.
Elaboran prótesis mamarias artesanales a base de mijo, semilla que se adapta de forma natural al cuerpo, y organizan círculos de contención emocional tanto para personas diagnosticadas con cualquier tipo de cáncer, como para familiares y cuidadores.
En estos espacios participan tanatólogas, psicólogas, acompañantes en duelo, entre otros actores. Mientras gestionan su registro legal, las integrantes de Alas de Luz y Esperanza continúan con su labor voluntaria, ofreciendo acompañamiento, esperanza y un mensaje que se repite en todas las voces: "El cáncer no es el final, sino sólo el principio de otra de ver la vida".