Al observar la forma de funcionar de EU, Churchill acuñó una de sus famosas frases: "puedes contar con que los americanos harán lo correcto, después de haber intentado todo lo demás". Churchill observaba el avance del ejército nazi en Europa y contemplaba el riesgo de perder a su país. Gran lector de la geopolítica, rápido entendió que la única alternativa para el Reino Unido, y para el mundo, radicaba al otro lado del océano Atlántico. Sin embargo, los americanos, una nación democrática en la que todos los grupos e intereses se expresan y organizan para avanzar sus preferencias sin reparar en las implicaciones más amplias de su actuar, peleaban desde una lógica interna, ignorando al resto del mundo o las consecuencias potenciales de lo que ocurría en el viejo continente.
Los pasados ocho meses nos han permitido entender un poco del sentir del primer ministro británico en aquella coyuntura tan compleja: el mundo ha vivido colgado de un hilo, observando cómo el presidente Trump desmantela uno tras otro de los pilares de la estructura del llamado "orden mundial" que su propio país estructuró con tanto éxito después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Ignorando los beneficios que deriva la economía estadounidense de contar con el dólar como moneda de reserva, ha ido minando las anclas que lo sostienen, a la vez que ha empleado tácticas de presión -como los aranceles y la eliminación de la agencia dedicada a la asistencia al desarrollo en el mundo- en aras de acelerar el crecimiento de la economía americana.
Si bien es indudable que las circunstancias que caracterizaron al mundo en 1945 en poco se asemejan a las actuales y que, por lo tanto, era inevitable, y quizá imperativo, recalibrar diversas relaciones entre naciones, la forma de proceder del presidente Trump sugiere una visión mucho más táctica que estratégica. Por ejemplo, hace décadas que los americanos han venido demandando que los europeos velen por su propia seguridad, cosa que sólo ahora han comenzado a hacer de manera seria, pero el abandono de innumerables naciones en Asia, África y el Pacífico le ha abierto una ventana de oportunidad excepcional a China para dominar mucho de esas regiones, regalo gratuito con consecuencias potencialmente dramáticas. Su pleito con el presidente Lula no ha hecho sino mejorar los prospectos electorales del presidente brasileño, en tanto que los electorados tanto de Canadá como de Australia eligieron gobiernos en clara reacción a Trump. El punto es claro: la destrucción de valor ha sido enorme y nos afecta a todos los habitantes del orbe, pero las consecuencias de largo plazo muy probablemente acabarán siendo peores para los propios americanos.
Por lo que toca a México, el embate del presidente americano le ha caído como anillo al dedo al segundo gobierno morenista porque le ha permitido adoptar medidas que violan la relación y los tratados que la amparan. Aunque nominalmente muchas de las iniciativas del presidente norteamericano nos afectan de manera directa, la integración es tan profunda que es sumamente difícil descarrilarla. Mucho de la economía de nuestro vecino no podría funcionar sin mano de obra mexicana, en tanto que las exportaciones tanto industriales como agrícolas son indispensables para su operación y consumo cotidianos. No cabe duda que el asunto de la migración requiere formalización pues ninguna nación que se respete puede tolerar que se violen sus fronteras de manera sistemática, pero eso no implica que la economía estadounidense pueda prescindir de mano de obra importada. Por muchas décadas, los americanos han sido incapaces de legislar al respecto, lo que ha llevado a cerrar los ojos ante el fenómeno migratorio, hasta que llegó un presidente dispuesto a actuar sin reconocer las implicaciones para su propio país. El punto es que la misma lógica -la realidad- que llevó a renegociar el TLC en el primer periodo de Trump, tendrá que seguir en ese y otros frentes.
El cuadro debe completarse con dos elementos clave, a pesar de ser un tanto contradictorios. El primero es que la ideología nacionalista y populista que caracteriza al presidente Trump también está presente en el otro extremo del espectro político, como ilustró la gira de Ocasio-Cortez y Bernie Sanders al inicio de este año. Aunque persiste un amplio espectro intermedio que rechaza esa forma de ver al mundo, ambos partidos tienen un ala fuertemente xenófoba.
El otro elemento es quizá el más trascendente: por más que el presidente Trump haya erosionado diversas instituciones, la estructura constitucional estadounidense ha probado, una y otra vez, su enorme fortaleza y capacidad de sobrellevar los vendavales. Es posible que James Madison, el principal conceptualizador de los pesos y contrapesos, estuviera pensando en un Trump cuando afirmó que como los hombres no son ángeles, son necesarios los contrapesos que impidan un daño incontenible. Pocos observadores serios en el mundo apostarían contra esa capacidad de adaptación.
"Una vez que termine la tormenta -escribió Murakami- no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste. Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa sí es segura. Cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella. De eso se trata la tormenta".
ÁTICO
El mundo enfrenta un vendaval en la forma del presidente Trump, pero no todos están sufriendo, algunos se están beneficiando.