
Cinta. Del Toro no sólo es actual en la forma de plasmar a su monstruo y lo que involucra su creación, también lo es en cómo muestra la fuerza de lo femenino.
Hace tiempo que los aplausos en los festivales dejaron de ser un termómetro del éxito de una película. Lo que importa, cuando estás en la sala, es la intensidad con la que se escuchan. Porque la emoción no se puede ocultar.
Esto fue lo que ocurrió la noche de ayer con Frankenstein, la cinta de Guillermo Del Toro que compite por el máximo trofeo en el Festival de Cine de Venecia y que provocó que el público no dejara de aplaudir por más de 12 minutos.
Esta isla italiana es uno de los lugares que más quiere al realizador mexicano y a sus monstruos. Aquí fue donde se encumbró con el León de Oro en 2017 con La forma del agua, que no dejó de rugir hasta conquistar su segundo Oscar.
Entre Venecia y Del Toro hay demasiada historia y, por ello, este sitio tenía que ser el elegido para recibir a la que probablemente sea una de sus creaciones más profundas.
Las lágrimas del director y protagonistas, Jacob Elordi (el monstruo), Oscar Isaac (Dr. Víctor Frankenstein) y Mia Goth (Elizabeth Lavenza), cuando todavía se escuchaba la música de fondo de Alexandre Desplat entre palmas interminables, fueron auténticas.
Iban arropadas por un filme magnífico, cuyas capas de significado ameritan que el visionado se haga no una, sino varias veces, para que logre despertar las conversaciones para las que está hecho.
Porque en Frankenstein el monstruo no sólo tiene corazón, como en las otras obras del cineasta, sino que además nos lleva a hacernos preguntas, muchas sin respuestas. ¿Cuál es la esencia humana? ¿En dónde están los límites de la creación? ¿Alguna vez podremos asumir las consecuencias de lo que generamos? ¿Quiénes somos y podemos ser como hijos y padres?
La cinta, por si fuera poco, también habla de la soledad con la que venimos a este mundo y con la que nos vamos. Pero nos susurra que sólo podemos transitar este viaje en compañía y ligeros de equipaje; como bien dijo Guillermo del Toro a El Universal en la ciudad de los canales: "sólo después del perdón puede venir la recuperación".
Guillermo sabe, además, que realizó este filme entre el auge de la Inteligencia Artificial, porque "una película que dice que sólo los monstruos juegan a ser Dios no podría llegar en un mejor momento".
"Aunque me da más miedo la estupidez natural humana que la inteligencia artificial", aclaró.
El tiempo no sólo le ha dado el marco de actualidad perfecto, sino también una visión más interesante para acercarse a esta historia. No en balde pasaron tres décadas para que pudiera hacerla.
"Estoy convencido de que si la hubiera hecho antes de cumplir 40 años, la habría hecho sobre mi padre, porque en ese entonces yo seguía siendo un hijo. Incluso lo seguí siendo cuando tuve a los míos. Ha sido un aprendizaje dejar de tener ese lugar para asumir el de un padre", dijo el realizador, que no considera a su Frankenstein como una película de horror, sino de amor.
CON ALMA FEMENINA
La figura de la mujer es crucial. Del Toro no sólo es actual en la forma de plasmar a su monstruo y lo que involucra su creación, también lo es en cómo muestra la fuerza de lo femenino: amorosa, pero fuerte, decidida y brillante.
"En el personaje de Elizabeth hay mucho de lo que quiero decir, es una figura central", aseguró. Y confesó cómo el haber logrado esta versión de la historia de Mary Shelley tuvo mucho que ver con la búsqueda del creador que él mismo quería ser.
"Esta es una historia sobre cómo, cuando era joven me dije: 'voy a ser un hombre muy diferente a mi padre'. Y a los 40 y pico me miré al espejo y… allí estaba él. Eso le pasa a todo el mundo, ¿sabes?, o al menos a mucha gente".
Por ello esperó no sólo a tener la idea clara a nivel narrativo, sino para poder contar con todos los recursos "para crear todo el mundo en el que se desarrolla la historia".
De hecho, no niega -y agradece- a Netflix y a la carrera de éxitos que lleva con la plataforma. Aunque siempre, aclaró, querrá más: "¿No ves mi tamaño? Siempre quiero más de todo", dijo sonriente.
El director ha dicho que el libro de Mary Shelley es su favorito. ¿Cómo se siente tras darle vida a su monstruo más bello y dejarlo caminar?
"Bueno… ahora sufro de depresión posparto", concluyó con el humor que lo caracteriza.