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Verdad amarga

¿Qué culpa tienen los historiadores y cronistas?

ENRIQUE SADA SANDOVAL

Apocos días que se lleve a cabo el XLVII Congreso Nacional de la Asociación Nacional de Cronistas de Comunidades y Ciudades Mexicanas (ANACCIM), teniendo por sede la ciudad de Durango, se publicó una entrevista que más parecía una sentencia por parte de los entrevistados bajo el título de Historiadores y cronistas le han fallado a jóvenes en Durango, argumentan estudiantes de UAD.

En ella, los quejosos justificaban este juicio sumario en uno de los diarios más importantes del norte del país:

"Historiadores y cronistas de Durango han fallado en acercar la historia del Durango antiguo a las nuevas generaciones, al seguir utilizando métodos tradicionales que ya no funcionan en la actualidad. Así lo consideraron Alexander Ponce y Antonio Soriano, jóvenes estudiantes de la Universidad Autónoma de Durango (UAD), quienes producirán un cortometraje de época ambientado en el año 1911".

Quienes venden este proyecto aseguran que buscan revivir espacios icónicos de la ciudad de Durango que ya han desaparecido, como El Palomar, el Templo de San Francisco y la antigua Acequia Grande, mediante el uso de inteligencia artificial, y se justifican de la siguiente forma:

"En el contexto actual, ningún joven va a leer los libros pesados que hay en la biblioteca de la UJED o en otros lugares; eso funcionó antes, ahora ya no", opinó Alexander Ponce… Agregó que los historiadores y cronistas deben renovarse y dejar de compartir la historia únicamente dentro de su gremio: "Que innoven, que nos muestren el Durango antiguo de una manera que nos llame la atención".

Si la crítica hubiera sido dirigida a quienes repiten el catecismo de la SEP o el contenido de la historia oficial, la queja hubiera tenido sentido y validez; pero no fue así.

Cabe subrayar que los quejosos Ponce y Soriano que trabajan junto con Keyla Reynosa y Camila Galván, también estudiantes de la carrera de Diseño de la Comunicación Gráfica, quienes aseguran que investigaron a fondo la historia de Durango a inicios del siglo XX, no son especialistas en la materia que pretenden abordar y que nada tiene que ver siquiera con las carreras que se supone que estudian, pues además confunden la educación con el entretenimiento en lo que se antoja más como una rabieta infantiloide de su parte.

Por si fuera poco, además de confesar que no solo no leen sino que desprecian y desconocen lo que son fuentes primarias o fuentes secundarias de investigación, manifiestan una ignorancia profunda y dolosa respecto a quienes critican, pues ignoran que quienes ejercen como investigadores y cronistas no solo no suelen cobrar un sueldo digno sino que además se ven limitados por la falta de apoyo del Gobierno (que suele ser una constante) y de sus instituciones públicas culturales-educativas, que en dado caso son los verdaderos responsables de que no se auxilie debidamente a quienes además suelen pagar de su propio bolsillo por difundir o publicar sus hallazgos en la mayoría de los casos.

En su larga perorata por vender el citado documental jamás justifican los juicios sumarísimos con los que condenan a quienes tienen el oficio de historiar en Durango, ignorando que hombres como el Dr. Javier Guerrero Romero -historiador galardonado y cronista de la ciudad, a quien obviamente ni siquiera conocen- José de la Cruz Pacheco, Balam de Lot Gálvez y Miguel Vallebueno Garcinava han hecho uso constante y sobrado de difusión del conocimiento histórico, compartiendo generosamente sus hallazgos o su saber no solo desde libros y publicaciones sino también a través de conferencias, documentales, entrevistas, programas de televisión y de radio, difundidos a través de todos los medios electrónicos virtuales, que es lo que estos jóvenes acusan que no se hace, solo desde su ignorancia.

Lo más lamentable es que quienes juzgan desde su prejuicio como desde sus muy evidentes limitaciones -pues más parecieran movidos tras bambalinas por otras personas con intereses propios- lo hacen desde una institución educativa con bajísimo nivel académico que no cuenta siquiera con un cuerpo de investigadores o con un Departamento de Investigación ni tampoco con carrera afín a la Historia, en donde los coordinadores y directivos no destacan precisamente por su cultura o inteligencia.

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