
Volver al Centro
Sé que he caído en la tentación de citar el fragmento anterior en innumerables ocasiones. Tendría 20 años cuando leí esta novela y recuerdo con mucha precisión el impacto que tuvo en mí. Nunca antes había pensado en ello, no daba crédito a semejante descubrimiento. ¡Era capaz de hacer, decir, estar, y todo ello se iba a constituir en mí, en mi memoria! Fue como si estando en medio de la oscuridad se encendiera una luz, que por desgracia e inconsciencia apagué muy pronto. Seguí viviendo como si esa premisa no existiera y construí recuerdos que no necesariamente me fueron agradables al llegar el futuro desde donde fueron evocados.
Pero hay otros que ni siquiera me empeñé en construir. Surgieron como surgen muchos otros: circunstancialmente. Entiendo que no podemos vivir siempre con el propósito de recordar con alegría las experiencias. Todo ello vino a mi mente por la revisión del temadel centro de la ciudad. Sé que muchos de nosotros tenemos grabadas vivencias que nos vinculan a él, y en la reflexión creí haber encontrado la respuesta a la lejanía con la que hoy concebimos ese centro: las nuevas generaciones no piensan en él como nosotros, porque no han construido recuerdos emocionales que estén arraigados en su corazón.
A cada uno le ha tocado hacer la vida en territorios distintos. Lo que nos marca son los lugares a donde nuestros padres nos llevaron, las escuelas donde estudiamos, las calles y avenidas donde gritamos de gusto por ver a esa persona especial o donde vivimos las primeras aventuras acompañados de los amigos; la iglesia a la que acudimos, los sitios donde compartimos alimentos, las casas que nos acogieron, los rumbos por donde anduvimos.
Entonces, quizá, cada quien tiene un centro diferente. Sin embargo, hay una realidad irrefutable: el Centro Histórico es común, es la zona de la ciudad que debería ser la más activa, la más definitoria en cuanto a actividades económicas y gubernamentales, donde se ubican los edificios más representativos, donde convergen las personas independientemente de sus condiciones económicas,donde hay un interés por estar y convivir. El deber ser sucumbe a lo que simplemente es.
Algo perdimos en el camino, así en plural, porque las decisiones de los gobiernos ocurren por el interés o desinterés de los ciudadanos. Dejamos hacer y dejamos pasar sin el más mínimo reparo en las consecuencias. Andamos luego tan ocupados en lo propio que no tenemos tiempo de pensar en lo común. Y no es querer vivir en el pasado, es respetar esas raíces fundacionales, es querer dignificar, querer ocupar, querer volver a vivirlo sin tantos obstáculos, sin tanta evidencia de que lo que no evoluciona, involuciona. Tal vez esos recuerdos creados sean los que nos llaman a no olvidarlo, fuimos tan felices ahí y no lo sabíamos. Me encantaría traer al centro a un niño con la ilusión de un globo, una nieve o un cuento. Sé que es impensable,ya eso no hace ilusión.
Nuestro “corazón” necesita repararse. Un marcapasos y múltiples stents serán insuficientes. “Volver al centro” es una frase que tiene muchas connotaciones. Desde lo individual, volver a tu centro es ubicarte, no perderte a ti mismo, que la razón prive, que seas capaz de pensarte; desde lo social es retomar las buenas costumbres que nos dan estabilidad, es saber que nos hacemos falta los unos alos otros, que nada justifica la indiferencia.
Volver al centro es habitarlo, dejar de lado la crítica por la crítica y dar paso a la acción; es caminar, observar, involucrarnos. El centro nos espera: un agua celis, un recorrido por el Museo Arocena, sorprendernos con el tesoro de Casa La Morelos, tener un momento de oración en la Iglesia del Perpetuo Socorro o sentarse a ver pasar gente en la Plaza de Armas. Cualquier motivo es bueno para volver o conocer o simplemente darnos cuenta de que existe.