El clima, que tanto condiciona el ánimo como el apetito, ha jugado a favor de las panaderías de la región. Tras semanas de calor intenso que ahuyentaron el gusto por el pan, las recientes lluvias y el descenso en la temperatura han devuelto el apetito por lo cálido, lo dulce, lo crujiente, y el horno volvió a encenderse con fuerza.
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