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Pájaro loco

CLAUDIO PENSO.-

Cada día, golpea doce mil veces, en forma frenética, el tronco de un árbol. A razón de dieciséis veces por segundo, más rápido que los disparos de una ametralladora. Para dimensionar esto, la fuerza del impacto de su cabeza es equivalente a mil veces la fuerza que ejerce la gravedad. Tanta resistencia tiene una explicación en la dieta, para mantener ese vigor, puede comer mil hormigas o larvas en una sola jornada.

¿Por qué lo hace?

El pájaro carpintero taladra la madera con tanto entusiasmo para construir su nido, buscar comida, guardarla en los orificios o simplemente para comunicarse con otros de su misma especie, a través de la música que produce su percusión incesante.

¿Cómo evita el dolor de cabeza y soporta los impactos, sin terminar aturdido y extenuado?

El pico forma una unidad con el cráneo, que está reforzado, además dispone de músculos que se tensan en contra del sentido de los golpes, absorbiendo cada uno de ellos como un amortiguador.

El pico tiene una curvatura que evita su ruptura y transforma cada golpe en fuerza de empuje.

Emplea una increíble técnica de martilleo con la cabeza y el pico perfectamente alineados, de manera que el tejido esponjoso conectivo, absorbe eficientemente la fuerza de los impactos.

La disposición especial de la lengua minimiza eficazmente los golpes. Tras dar un rodeo dentro del cráneo se liga a la parte superior de la cabeza, lo que hace que el músculo lingual trabaje como un tensor. Un extraordinario ejemplo de cómo algunas especies han sido diseñadas con una perfección más allá de lo imaginable.

Algunas personas persisten en forma infatigable con las mismas actitudes, reiteran la misma experiencia una y otra vez, lo hacen como si fueran el pico del pájaro carpintero. No cuentan con la prodigiosa fisiología del ave y la realidad los hace rebotar, porque repele la testarudez con la que acometen.

Estos seres son auténticos pájaros locos, verlos aferrados a su capacidad de repetir una experiencia los hace un poco cómicos. No tienen el propósito de anidar o de alimentarse, simplemente golpean y resisten aturdidos.

El fracaso es un árbol que nos hace rebotar, no para lastimarnos, sino para que nos demos cuenta que por ahí no es. El dolor sobreviene cuando nos empecinamos.

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