Algunas pequeñas gotas color ámbar se derraman desde adentro y fluyen por la superficie de su cuerpo. Es el corazón del árbol que sangra.
Esta sustancia pegajosa y aromática es la resina, brota como una reacción a los traumatismos por los cambios bruscos de la temperatura, los hongos, bacterias y los insectos. Tiene un propósito: ayuda a cicatrizar las heridas de la planta.
El hombre descubrió hace miles de años que podía usar no sólo la madera de los bosques sino también la sangre que manaba de ellos.
La extracción de resina se ha transformado en una industria atractiva ya que aporta materia prima para fabricar un sin número de productos como lacas, pinturas, goma de mascar, perfumes, adhesivos, ceras depilatorias.
Dado que el insumo contribuye con la producción, algunas empresas se preguntaron si podrían crear resina prescindiendo de los ciclos naturales de los árboles.
¿Cómo ha hecho el hombre para aumentar el sangrado de los árboles?
A través de incisiones, descortezándolo, aplicándole ácido sulfúrico diluido en agua o mezclado con yeso, para mantener abiertas las heridas y hacer más lenta la cicatrización.
Cuando concluye la cosecha siniestra, finalmente cada árbol ha dado su aporte: 5 kg de resina.
Es posible apreciar gigantescas superficies de bosques de pinos lacerados con clavos mientras derraman su resina. Parecen hospitales gigantescos a cielo abierto. Pueden verse en los Esteros del Iberá, el segundo humedal del mundo, también en Brasil, España, Rusia.
Los árboles no gritan, no se quejan, lloran y sangran en espantoso silencio.
Muchos se excusan y afirman que se trata de un recurso renovable, también que es una fuente de ingresos para muchas regiones azotadas por el desempleo. Entonces, todo vale.
¿Será bueno para el árbol?
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