Había una vez, no dos, ni tres, un lugar en el Corazón donde habitaban todos los sentimientos del ser humano: los buenos, los luminosos, pero también los malos, los oscuros y los indiferentes. En los tugurios del corazón, en las zonas más sórdidas y oscuras, habitaban los sentimientos más despreciables del ser humano y su Rey, era el más poderoso de todos: El Odio.
El Odio se encontraba harto, desesperado porque quería ser dueño de todo el corazón, pero no lo conseguía debido a la existencia de El Amor. Ese poderoso sentimiento impedía que El Odio y sus congéneres se alzaran como amos y señores de todo.
Un buen día, el Odio anunció a su tenebrosa corte con sus ojos en llamas encendidos: "Hermanos míos, los he reunido aquí para planificar el asesinato del Amor, su existencia me tiene enfermo, su existencia me debilita, ¿quién de Uds. está conmigo en este complot?..." La Traición, los Celos, la Envidia, el Egoísmo y muchos malos sentimientos se encontraban en la corte y coreaban "muerte al Amor".
Complacido, El Odio preguntó: ¿Quién lo intenta? Se hizo un repentino silencio, el cual, fue roto por la seductora voz de una mujer, quien dijo: Yo mataré al Amor, aquella voz pertenecía a la Traición, personificada como una mujer hermosa, de ojos brillantes como el jade y una hermosa cabellera rojiza, pues como sabemos la traición siempre se disfraza bajo una imagen de belleza, placentera a la vista, dicho esto la Traición partió a cumplir su cometido. Pasaron los días y a pesar de las tentaciones de la Traición, el Amor se fortalecía y brillaba en el mundo del Corazón.
Un año después, el Rey Odio convocó de nuevo a sus súbditos, molesto ante el fracaso de la Traición, nuevamente desafió a los malos sentimientos de su corte a matar al Amor que cada día lo debilitaba más y más. "No se preocupe, mi Rey, yo mataré al Amor", la voz provenía de una mujer madura, de larga cabellera negra, lacia y lustrosa como la noche, su belleza era discreta, no tan explosiva como la de la Traición o la Lujuria, por lo que el Rey Odio, no muy convencido, le dijo: "ve pues.. y espero que cumplas tu cometido."
Tres días después la Hipocresía, quien se mantenía siempre bien informada le dice: "Oh gran Rey la misteriosa mujer lo ha logrado, sus esclavos vienen trayendo el ataúd del Amor que yace muerto, se dice que la Alegría se la pasa llorando, el Respeto afligido y La Confianza cabizbaja porque su Rey el invencible Amor ha muerto." El Odio no lo podía creer hasta que vio a los esclavos de la misteriosa mujer trayendo un lustroso y negro ataúd donde reposaba entre flores marchitas un hermoso efebo que personificaba al Amor, sus labios fríos, su piel pálida, sus rizos dorados sin vida, El Odio al contemplar a su hermano gemelo, no cabía en sí de alegría lo único que los diferenciaba físicamente eran sus ojos.
Los ojos del Amor eran luminosos como la Luna según recordaba el Rey Odio, líquidos como el agua más límpida y azul, mientras que los del Odio eran encendidos como los brasas del carbón, rojos y llameantes con un terrorífico brillo. La Traición, La Lujuria, Los Celos, la Ambición y la Envidia como todos los malos sentimientos, heridos en su orgullo, pues todos habían fracaso en aquella tarea, le preguntaron a la misteriosa mujer: "¿Y tú quién eres para haber conseguido en tres días lo que nosotros llevamos años luchando por lograr que es matar a quien daña a nuestro Rey y Señor?" La misteriosa dama simplemente contestó: "Mi nombre es Rutina" y dicho esto desapareció silenciosamente con sus sirvientes. Una semana de fiesta declaró el Odio, estaba feliz al fin el mundo del Corazón era suyo, El Amor había muerto y sin él todos los buenos sentimientos iban decayendo poco a poco mientras que los malos sentimientos se encontraban como él mismo, más fuertes y vivos que nunca. Hasta que una noche, despertó en su lecho de satén negro bañado en sudor y terror preguntándose: " Si la Rutina pudo en tres días matar al Amor, el más poderoso de todos los sentimientos eso quiere decir que si se lo propone ella también puede un día acabar conmigo y hacerse del trono… de mi trono."
Aterrado convocó a una nueva reunión y como todo sentimiento vil, no por nada era el Rey Odio, tomo la palabra diciendo: "Hermanos míos tenemos que acabar con la Rutina, si ella en tres días fue capaz de matar al Amor entonces ella también puede acabar conmigo ayúdenme a destruirla." La Traición, los Celos, la Ambición, La Lujuria y la Envidia se negaron pues al no haber Amor presente que los pusiera en su sitio, ellos podían entregarse a sus excesos sin preocupaciones. Desesperado el Odio acudió a la Venganza, un sombrío joven de mirada fría, siempre armado y listo para descargar su puntería mortal y le dijo: "Tú Venganza, eres el único que puede matar a la Rutina antes de que ella acabe conmigo ayúdame y te llenaré de honores sobre todos los demás malos sentimientos", La Venganza lo meditó un poco pero como todo sentimiento oscuro, sabía de memoria el famoso refrán el cual decía así "la Venganza es un plato que se debe comer frío", por lo que mirando fijamente al Rey Odio le contestó suavemente: "Lo siento mi Señor pero si intento atacar a la Rutina, yo la Venganza me transformaré en Amor, pues de tanto perseguirla terminaré amando lo que se odia, así pues si alguien se tiene que morir a manos de la Rutina será sólo Ud. mi Rey" dicho esto desapareció junto con todos sus demás camaradas malos sentimientos, quienes se burlaban de la suerte del Odio y ya hacían apuestas y encuestas de opinión sobre quién sería el nuevo Rey y a quien le darían su voto.
El Odio se encontraba solo en el gran salón ante el ataúd de su hermano El Amor, acompañado de su fiel amante, La Discordia sin saber qué hacer. Aterrorizado escuchó unos pasos entrando al salón de su trono y pensó que era la Rutina que venía a acabar con él como lo hizo con El Amor, sin embargo, quien entró era una anciana pequeña, vestida de un sencillo lino blanco, de cabellos níveos y rostro marchito ni siquiera dirigió su mirada al Odio. Lentamente se acercó al ataúd y de su seno sacó una ambrosía luminosa y se la dio a beber al Amor inerte y helado. Ante el asombro de Odio y Discordia las flores alrededor del ataúd empezaron a volver a ser frescas y perfumadas como recién cortadas del campo. El rostro del amor retomó su color sonrosado y sus rizos volvieron a ser sedosos como la tela más fina, sus ojos muertos brillaron de nuevo, esos ojos de agua y luz de Luna que el Odio nunca pudo soportar. Se incorporó y empezó a brillar como una estrella tan fuerte que el Odio apenas podía resistir su luz. Dos brillantes alas salieron de su espalda y antes de irse miró fijamente al Odio quien a pesar de todo era su hermano a quien amaba. El Odio sólo pudo ver en esa mirada algo que lo desconcertó: Perdón Infinito. El Amor extendió sus alas y voló al cielo del Corazón. El Odio y la Discordia estaban sin palabras no podían explicarse que había ocurrido. Al volver el Amor a la vida la anciana se había convertido en una hermosa joven de cabellos platinados, con su mismo vestido de lino blanco pero alrededor de ella había un brillo sobrenatural como el de la plata, se dio media vuelta y ya empezaba su marcha cuando el Odio, curioso e intrigado le replica. "Si la Rutina fue tan poderosa que pudo matar al Amor en tres días dime Oh misteriosa dama ¿quién eres tú? ¿Acaso la más poderosa de todos los sentimientos, que has podido en minutos traerlo a la vida más fuerte, más hermoso que antes?" La joven de vestido Blanco le dijo: Mi nombre Señor, es Esperanza y mientras yo exista en el mundo del Corazón nuestro Rey El Amor podrá apagar su luz pero nunca morirá. Dicho esto se retiró dejando al Odio solo, en su trono, vencido una vez más.
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