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Síndrome de Estocolmo

CLAUDIO PENSO.-

El 23 de agosto de 1973, Jan-Erik Olsson intentó asaltar un Banco de Crédito de Estocolmo, Suecia. Tras verse acorralado, tomó de rehenes a cuatro empleados, tres mujeres y un hombre. Exigió que liberaran a un amigo que en ese momento cumplía una condena. Obligó a los rehenes a ponerse de pie, para que la policía pudiera verlos, con sogas alrededor del cuello. Pese a las amenazas contra su vida, terminaron protegiendo al captor, parecía increíble, pero no querían que la policía interviniera. ? Durante su cautiverio, una de las rehenes afirmó: "No me asusta Jan ni su compañero; me asusta la policía". Y tras su liberación, Kristin Enmark, otra de las rehenes, declaró: "Confío plenamente en él, viajaría por todo el mundo en su compañía".

Fue el psiquiatra Nils Bejerot, asesor de la policía sueca durante el asalto, quien acuñó el término "síndrome de Estocolmo" para referirse a la reacción de los rehenes durante el cautiverio.?

Un año después, en febrero de 1974, Patricia Hearst, nieta del magnate William Randolph Hearst, fue secuestrada por el Ejército Simbionés de Liberación, una organización terrorista. Dos meses después de su liberación, se unió a sus captores para asaltar un banco en Estocolmo. Este nuevo caso acrecentó la popularidad de la expresión del síndrome, incluso fue utilizado por la defensa de la mujer durante el juicio como un argumento de la conducta de la víctima con su victimario.

Se trata de un trastorno emocional en el que alguien que es retenido contra su voluntad o maltratado, desarrolla un sentimiento de gratitud, complicidad, afecto, sumisión o lealtad, al punto de justificar a su victimario. Incluso al ser liberado, es incapaz de reconocerse como víctima.

Nuestras sociedades han incubado una enorme cantidad de ámbitos propicios que replican a la perfección estas condiciones. Especialmente en las empresas y familias, donde los vínculos son más duraderos y las personas vulnerables están más expuestas.

Ahora mismo, observa aquellas sombras que se desplazan como fantasmas a tu alrededor. ¿Cuántas estarán en cautiverio, padeciendo la gratitud tóxica de sus secuestradores?

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