Entre callar y hablar existe un matiz y un contraste difíciles de descifrar a la hora de comunicarnos con los demás. Hay momentos en los que callar es protección y hablar es liberación. Pero callar, más que protección, puede convertirse en un estado de conciencia que limita ejercer tu verdadera identidad.
Callar no siempre es protección, pero tampoco es libertad.
Hablar, a veces, es liberación, pero no siempre te da seguridad. La limitación de expresión al hablar hace que se desarrolle un bloqueo interno que, como consecuencia, se manifiesta en inseguridades como: baja autoestima, comunicación evasiva, incomprensión y juicios inapropiados. Porque cuando el alma calla demasiado, empobrece por dentro.
La pobreza como estado socioeconómico es un problema espiritual creado por la conciencia colectiva, que es el reflejo de la parte interna de cada individuo, causada por ideas, creencias limitantes y patrones de conducta basados en la toxicidad del individualismo. La carencia no nace de afuera; nace desde adentro y luego se proyecta al mundo material como si fuera una verdad absoluta.
Cuando no se permite hablar lo que siente el corazón, la idea que desea compartirse o la verdad que necesita escucharse, se está limitando la abundancia, la prosperidad y el éxito deseado. Hablar lo que sientes no te hace débil; hablar con carácter no te hace tóxico; hablar con la verdad no te hace agresivo. Mientras el silencio siga siendo el protagonista en la sociedad, habrá más apatía, menos comprensión y un mundo más desolado. La comunicación con una conexión emocional abre la puerta de la expansión, que también abarca sabiduría infinita, iluminación y claridad mental.
En estos últimos tiempos, los temas tabú se abren con más facilidad, sin filtros ni rodeos, y aunque uno no hable, lo que se calla se siente con más fuerza. Si deseas hablar lo que sientes, hazlo desde la sinceridad, porque cada vez que expresas lo que llevas dentro se va desbloqueando tu mundo interior. Me he dado cuenta de que mientras más miseria existe, más silencio hay, debido a las imposiciones externas que dejan a las personas con inseguridades extremas. Así que toma esto en cuenta: cada vez que hablas acerca de lo que sientes, se manifiesta tu éxito, llega una ayuda inesperada, un deseo se cumple milagrosamente; la comunicación espontánea y honesta te conecta con la abundancia.
En otras circunstancias, hablar con sinceridad, para muchos, se siente como agresividad o amenaza, pero lo perciben así porque nadie está preparado para recibir una verdad incómoda. Lamentablemente, hablar con debilidad genera más conflictos externos, reflejo de lo que cada uno vive en su mundo interno. Hablar es fácil, pero callar puede complicarte más la vida. Muchos prefieren guardarse lo que sienten por miedo, mientras que otros hablan de más para perjudicar a los demás. Sin embargo, incluso en ese contraste, muchos comparten su vida íntima y terminan siendo traicionados, y con el tiempo el pobre va guardando más silencio para protegerse.
El silencio nace de heridas no resueltas, muchas de ellas heredadas del linaje materno y vinculadas a la energía femenina, como parte de la dualidad de cada ser humano.
También el silencio es una acción promovida por la manipulación para mantener el control de una situación que, aun así, es imposible evitar. Todos los seres humanos poseemos dos energías: la energía femenina y la energía masculina. La femenina nos invita a descansar, rendirnos y confiar en los procesos de la vida. La masculina impulsa la fuerza, la valentía y la determinación para atravesarlos. Sin embargo, la humanidad suele predominar la energía masculina, dejando sin sanar la parte femenina.
Nunca dejes que el silencio te limite a expresar lo que sientes; de lo contrario, se acumularán conflictos que no podrás resolver.
Recuerda que hablando se entiende la gente.
