La semana pasada, por el rumbo de la compañía cementera, transitaba en su automóvil una señora muy apreciada por nosotros, quien junto con su hijo, son muy trabajadores, sensibles y solidarios ante la desgracia ajena, y además procuran, siempre que pueden, hacer buenas obras, entre otras, ayudar a los seres desvalidos, incluyendo a los perros.
Al circular por aquel sector, se percataron de que un perro de la raza chihuahua, de color café, corría persiguiendo a un "triciclo" y, por más que lo intentaba, se quedaba cada vez más rezagado.
La señora Martha alcanzó a la persona que manejaba el triciclo, para informarle que se le había bajado el perro, que lo esperara. La respuesta fue rápida, contundente y por demás ingrata e inhumana: "Lo vine a tirar porque ya no la quiero", y todavía, haciéndose el enojado, se alejó refunfuñando, como si lo hubieran ofendido al reclamarle su proceder.
Por casos como este, les digo a los benefactores de los animales que no basta con recoger perros de la calle, o con recoger la basura que algunas personas tiran todos los días, pues un acto aislado, aunque benéfico por sí solo, no repercutirá en la sociedad en general. Esto, de seguir así, es el cuento de nunca acabar.
Lo ideal, aunque muy difícil de lograr, es sembrar entre las nuevas generaciones la cultura del respeto y del cuidado a todo ser viviente.
Sé de antemano que esto es predicar en el desierto, pero pensar positivamente y tratar de inculcarles principios a las nuevas generaciones es lo único que creo que pueda funcionar, no solo para ayudar a los perros, sino para tratar de detener la decadencia existente en la sociedad, principalmente causada por la falta de respeto a los mayores, a las instituciones y por la violencia e inseguridad, muchas veces originadas por niños y adolescentes.
Mientras vivamos pensando que, si tenemos nuestra vida medianamente en control, lo demás no importa, o si creemos que nuestra basura, nuestras deficiencias o nuestros problemas, incluyendo los perros abandonados, deberán ser solucionados por otros, pensando así no habrá solución y la cosa irá de mal en peor.
Los problemas y deficiencias que cada quien pudiera tener no se solucionan con el simple hecho de intentar abandonarlos. Por eso, para el señor que intentó evadir su responsabilidad abandonando al perrito que corrió detrás de él sin alcanzarlo, le sugiero que entrene duro para el maratón de su vida, y espero que tenga suficiente condición para cuando le toque su hora, justo en el momento en que su destino lo alcance.
Y ahora, para terminar, una gota de filosofía:
Nunca sabes lo fuerte que eres, hasta que ser fuerte es tu única opción.