Cuando me preguntaron: ¿qué es un mazacote?, tuve la misma sensación que me acosa cuando trato de encontrar el significado de muchas otras palabras. Sé lo que es, pero no encuentro la manera de explicarlo, no tengo las palabras adecuadas para hacer una definición. Empiezo entonces a titubear y a mover las manos para tratar de explicar verbal y no verbalmente lo que es un mazacote, pero no logro llegar a algo satisfactorio.
Entonces recurro a mi amigo incondicional: el diccionario, y veo que la palabra tiene varias definiciones; entre ellas encuentro la que yo estaba buscando: un mazacote es una masa espesa y pegajosa. Ya está, en tres o cuatro palabras, quedó definida la palabra. Hasta siento que era menos difícil de lo que yo pensaba.
En esos casos es cuando nos damos cuenta de lo útil y lo versátil que es un diccionario. Nos saca de muchos apuros cuando necesitamos saber el significado de una palabra, o saber cómo se escribe, o de dónde proviene, o — como en este caso que le digo— encontrar una definición apropiada para algún concepto determinado.
Bueno, pero ¿a quién se le ocurrió hacer por primera vez un libro de este tipo?, ¿Cuál fue el primer diccionario que existió y quién lo hizo? En Asiria, país que se ubicaba en la antigua Mesopotamia, hubo un rey que tenía el atrevimiento de llamarse Assurbanipal —parece nombre de medicamento— de quien se dice que allá por el siglo VII antes de Cristo, se le ocurrió mandar hacer unas tablillas donde se explicaba el significado de algunos vocablos muy utilizados por entonces en su imperio.
Nos brincamos luego hasta el siglo III de nuestra era, y encontramos que el filósofo Apolonio hizo una lista de palabras sacadas de La Ilíada y La Odisea escritas por Homero, pero ya refiriéndonos específicamente al español, el primer diccionario que existió, propiamente dicho, fue el que hizo a principios del siglo XVII Sebastián de Covarrubias al que tituló Tesoro de la Lengua Castellana o Española.
Unos cien años después aparece publicado el Diccionario de la Lengua Española, editado por la Real Academia de la Lengua y que puede ser considerado la madre —o el padre— de todos los diccionarios, porque está hecho con el criterio de los señores académicos, el cual a su vez está formado con información de todas las academias de habla hispana que hay en el mundo.
En el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) siempre habrá datos con los que podemos estar o no de acuerdo, pero tenemos que entender que es una magnífica referencia que capta, hasta donde es posible hacerlo, las palabras que se usan en todos los lugares donde se habla español.
Es ésta una labor titánica especialmente si se considera que el idioma está cambiando constantemente, incorporando nuevas palabras y desechando otras que ya están en desuso, además de que la evolución es diferente en distintos lugares, países o culturas con influencias de idiomas extranjeros, de las lenguas aborígenes y de la costumbre.
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donjuanrecaredo@gmail.com X: @donjuanrecaredo ME PREGUNTA Hilda Villarreal: Me puede decir, ¿qué es una crujía? LE RESPONDO: Una crujía es un pasillo, el espacio entre dos muros.
LAS PALABRAS TIENE LA PALABRA. Dijo el Filósofo de Güémez: “Si para el día último no llueve, este mes ya no llovió”.