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Las palabras tienen la palabra

No desaparecrá nunca

JUAN RECAREDO.-

Si le hablo de Félix Rubén García Sarmiento tal vez me dirá que no lo había oído nombrar. Por eso mejor le hablo de Rubén Darío, que es la misma persona, pero con su nombre artístico e inmediatamente usted habrá de reconocer al insigne poeta nicaragüense Rubén Darío, aquel que dijo: “El libro es fuerza, es valor, es poder, es alimento, antorcha del pensamiento y manantial del amor”.

Lo que más me interesa compartir con usted es el amor que le han profesado a los libros los grandes intelectuales de la historia como el escritor y pintor suizo de origen alemán Herman Heese que ganó el premio Nobel de literatura en 1946 y quien acerca de esa pasión librera dijo: “Todos los libros del mundo no te dan la felicidad pero te conducen en secreto hacia ti mismo. En ellos encuentras todo lo que necesitas: el sol, las estrellas y la luna, pues la luz que tú buscas habita dentro de ti. La sabiduría que buscaste en las librerías reluce en cada página y ahora es tuya”.

Por eso no creo lo que dicen algunos que con las facilidades para leer que nos da el Internet, el libro de papel empieza a desaparecer. Dudo que eso pase en algún momento, porque nada puede superar la sublime sensación de tener un libro entre las manos. Por algo, el libro ha sobrevivido por tantos siglos.

Cito ahora a un gran señor, grande no sólo en cuanto a su obra escrita sino también en otras áreas que lo ubican como un excelente ideólogo y humanista. Usted podrá reconocer seguramente algunas de estas palabras: “Si ves un monte de espuma es mi verso lo que ves. Mi verso es un monte y es un abanico de plumas. Mi verso es como un puñal que por el puño echa flor. Mi verso es un surtidor que da un agua de coral. Mi verso es de un verde claro y de un carmín encendido. Mi verso es un ciervo herido que busca en el monte amparo. Mi verso al valiente agrada, mi verso, breve y sincero; es del vigor del acero con que se funde la espada…” Eso de “mi verso es de un verde claro…” efectivamente es parte de la letra más conocida que un señor Julián Orbón adaptó a una canción guajira muy popular que todos conocemos y alguna vez bailamos: Guantanamera.

El inconmensurable — porque su genio no puede medirse— escritor argentino Jorge Luis Borges, a los 30 años, empezó a quedar ciego debido a una herida en la cabeza y en un tono sarcástico muy suyo expresaba su amor a los libros alabando la maestría de Dios “…que con magnífica ironía me dio a la vez los libros y la noche” o sea que cuando no tenía libros podía ver y cuando ya los tuvo y tuvo muchos, vivía en la eterna oscuridad.

Soy Don Juan Recaredo… compártame sus dudas y comentarios. donjuanrecaredo@gmail.com X: @donjuanrecaredo.

ME PREGUNTA Horacio Beltrán: “Cuando mi abuela tiene flojera dice: “ay, ya me entró la camorra”. ¿Existe la palabra camorra?

LE RESPONDO: La palabra camorra está en el Diccionario de la Lengua Española. Así se llamaba una mafia napolitana y actualmente la camorra es una riña.

LAS PALABRAS TIENEN LA PALABRA. Dijo Goethe: “Haz sólo lo que sea justo. Lo demás vendrá por sí solo”.

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